THE OBJECTIVE
Internacional

La deuda externa, el monstruo menos conocido de la crisis en Venezuela

El país latinoamericano debe 165.000 millones de dólares y ha protagonizado impagos desde 2017

La deuda externa, el monstruo menos conocido de la crisis en Venezuela

Un cajero automático en Valencia, Venezuela. | EP

El reconocimiento de Estados Unidos al candidato opositor Edmundo González como «presidente electo» en lugar de Nicolás Maduro aleja casi por completo la posibilidad de un diálogo entre la Casa Blanca y el chavismo. Falta saber qué hará la Unión Europea.

En Europa, América y Asia hay muchas personas y empresas interesadas en que el problema de Venezuela se resuelva algún día. Ya sea por el impacto de ese país en el mercado petrolero mundial; por la presión de cientos de miles de inmigrantes venezolanos que llegan a terceros países; o por las oportunidades de negocios hoy dormidas y opacadas por la diatriba política.

Después hay razones más abstractas: están la defensa de la democracia como sistema avanzado de convivencia política; el respeto a las libertades civiles, la protección de los Derechos Humanos y del sistema de derecho y de justicia.

Pero dentro de todo este enredo, ha sido opacada la cuantiosa deuda pública externa de la República y de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la agobiada empresa estatal que busca desesperadamente socios nacionales e internacionales para salir de abajo.

Esa deuda suma unos 165.000 millones de dólares (unos 158 millones de euros) y está morosa desde que, a finales de 2017, Nicolás Maduro declaró de manera unilateral que dejaba de pagar capital e intereses. 

Así, Venezuela se convirtió en un paria del sistema financiero internacional y varios miles de acreedores, desde personas comunes que habían confiado sus ahorros a la compra de bonos que hoy son basura, hasta grandes corporaciones mundiales, se quedaron en la estacada.

Desde ese año para acá, los sucesivos gobiernos de EEUU han aplicado sanciones colectivas e individuales contra el régimen chavista, sus empresas y sus principales protagonistas militares y civiles. Son acusados de atentados contra la democracia y los derechos humanos, de perseguir opositores políticos, de corrupción y algunos hasta de narcotráfico.

ç

El denominador común de esas sanciones (el gobierno de Maduro las llama «bloqueo», dice que suman más de 900 y les atribuye la causa de todos los males del país) es que impiden a ciudadanos y empresas de Estados Unidos hacer negocios con los sujetos sancionados y negociar con activos del país. Eso incluye bonos y facturas, lo que imposibilita refinanciar la deuda pública.

Claro, ciertas condiciones o excepciones aplican, por eso la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro, que es la que administra las sanciones, establece licencias individuales, como las que permiten a la española Repsol, a la italiana ENI y a la estadounidense Chevron seguir sacando petróleo venezolano para cobrar deudas nacidas incluso en la era del difunto Hugo Chávez.

Y con ustedes, Donald Trump

Poco después del triunfo de Trump, Maduro le mandó un saludo público al magnate que hasta hace cuatro años le puso la vida de cuadritos a la llamada revolución bolivariana. 

«En su primer gobierno, presidente reelecto Donald Trump, no nos fue bien, este es un nuevo comienzo para que apostemos a ganar-ganar y le vaya bien a Estados Unidos y le vaya bien a Venezuela», dijo.

También recalcó que nunca hablará con la oposición venezolana, sino directamente con la Casa Blanca, pues considera que todo opositor que se mueva por aquí es agente, lacayo del imperio. 

El asesor financiero Jorge A. Piedrahita, de Copernico Recovery Fund (un fondo de recuperación de deuda enfocado en Venezuela), ve claro que no habrá negociación de Estados Unidos con Nicolás Maduro. «Esa ventana se ha cerrado». 

«Inicialmente podemos esperar más sanciones personales, pero también sanciones y congelamiento/confiscación de capitales perteneciente a aquellos que colaboran, o forman parte, de los esquemas de corrupción, o los que son testaferros de prominentes figuras del régimen», prevé Piedrahita.

Repasa los nombramientos más relevantes de figuras que serán «extremadamente influyentes en la política exterior de los Estados Unidos hacia Venezuela»:

– Senador Marco Rubio como secretario de Estado (de ascendencia cubana, duro crítico de las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela). 

– ⁠Representante Michael Waltz, como consejero de Seguridad Nacional (condecorado veterano, Boina Verde -élite-, teniente coronel, considerado un halcón frente a las dictaduras en Latinoamérica).

– ⁠General (R) Laura Richardson (potencial enlace con América Latina, exjefa del Comando Sur, considerada un halcón contra la influencia China en Latinoamérica).

«La información que tengo es que Marco Rubio tiene un entendimiento con Trump, de forma que tendrá liderazgo y poder de decisión en todos los temas relacionados con Latinoamérica, tal vez con la excepción de México, por temas de frontera y comerciales», dice el ejecutivo establecido en Nueva York.

Las puertas del infierno

Esta misma semana la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos aprobó una ley –que todavía debe ir al Senado- para prohibir a ciudadanos o empresas de ese país que hagan otros negocios o arrendamientos con el chavismo. El proyecto es impulsado justamente por Rubio y Waltz. 

Esto complica las cosas, pues junto con China, EEUU sigue siendo el principal socio comercial y económico de Venezuela, con todo y las sanciones vigentes.

El régimen chavista responde aprobando una ley que considera traidores de la patria a todos los venezolanos que de alguna forma apoyen o promuevan sanciones. Es una vía expresa para sacarse del camino a opositores que claman por mayor presión internacional contra Maduro, con la peregrina esperanza de forzarlo a negociar una transición democrática.

Pero sin esperar esa ley que debe salir esta semana, ya la Fiscalía de Maduro acusa penalmente a Machado de «traición a la patria, conspiración con países extranjeros y asociación para delinquir».  Desde la clandestinidad la líder de la oposición, que ha pedido a los países presionar más a Maduro, aplaudió el proyecto de ley del Congreso de EEUU.

Volviendo al asunto de la deuda externa, el caso es que se aleja cada vez más una refinanciación que no solo es necesaria para los acreedores, sino para la propia Venezuela, pues necesita plata, y mucha. Ya sabemos que ningún banco le presta a gente que es mala paga.

«Venezuela no logra recuperarse si este problema de la deuda no se resuelve», advierte el economista Gustavo García, coordinador de un equipo que hizo el estudio más completo hasta ahora sobre el estado de la deuda venezolana en todas sus variedades.

Este informe, llamado Saldar la deuda, salvar Venezuela ubica el saldo total en 161.371 millones de dólares (155 millones de euros), lo que equivale a que cada venezolano debe $5.596 dólares (5.371 euros).

Con esa montaña de dinero se podrían construir 878.210 escuelas en Venezuela, cada una de 350 metros cuadrados; 125 estadios como el Santiago Bernabéu con capacidad para 78.000 personas y 30 ampliaciones del Canal de Panamá, dicen los expertos a modo de ejemplo pedagógico.

«Es un Gobierno que está aislado y no va a poder tener ningún acuerdo con ningún multilateral (organismos como el Banco Mundial, BID, Fondo Monetario) porque esos mismos países que no lo reconocen son los que se sientan en las asambleas de gobernadores y de directores ejecutivos» de esas entidades, precisa García en una reciente exposición.

«El monto de la deuda pública externa de Venezuela también es cuatro veces más grande que la cantidad de dinero que se requiere para el primer año de ejecución de un plan de recuperación del país» propuesto en 2021 por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo).

Con la cuarta parte, es decir 39.000 millones de dólares (37.000 millones de euros), alcanzaría para cubrir las necesidades más inmediatas por un año, en salud, agroalimentario, educación, electricidad, infraestructura, agua, ambiente, telecomunicaciones, hidrocarburos, seguridad ciudadana y dar ayudas a poblaciones vulnerable a través de transferencias directas, explica el estudio.

«Este tema hay que resolverlo en algún momento y tiene que ser un gobierno con legitimidad y con apoyo de los multilaterales», dice García al explicar que de otra manera Venezuela solo va a poder crecer a una tasa muy pequeña y va a quedarse pobre, muy lejos del país que en el pasado tuvo el mayor ingreso per cápita de América Latina.

Hoy Venezuela está compartiendo el podio de la pobreza americana con Honduras, Nicaragua, Cuba y Haití.

En vez de negociaciones, se espera más bien una ola de demandas de acreedores que irán contra los escasos activos que le quedan a Venezuela en el exterior, lo que potencialmente incluye además de la petrolera Citgo –ya en proceso de remate en EEUU- hasta a los aviones y barcos de bandera nacional, explica García.

«Toda esta descomunal deuda se contrajo antes de 2017, es decir antes de la primera sanción internacional», prueban los expertos en el informe.

La cifra total supera en una vez y media el tamaño de la economía venezolana. Incluye 90.200 millones de dólares (86.580 millones de euros) en deuda financiera, inclusive bonos que hoy valen basura. Hay deudas con bancos multilaterales; con otros países y con compañías multinacionales que operaban en Venezuela, pero cuyos activos fueron expropiados o confiscados y terminaron demandando al país en tribunales internacionales.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D