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Internacional

De lo que no hemos hablado en 2024

El mundo no va a peor, pero hay decenas de conflictos y situaciones extremas a las que nunca prestamos atención

De lo que no hemos hablado en 2024

Refugiados sudaneses cruzan a Chad | Adrien Vautier / Zuma Press / ContactoPhoto

2024 ha sido intenso en la escena internacional. Ha sido el año del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, esta vez respaldado por el voto popular además de la victoria en el Colegio Electoral y el triunfo en ambas Cámaras. Todo el poder para el 47º presidente de EEUU.

Ha sido el año de la caída del dictador sirio Bashar al Assad, el fin de una dinastía de padre e hijo que machacó al país durante más de medio siglo. El empujón final tras la guerra civil de una década tuvo mucho que ver con la agitación en Oriente Medio: los fracasos de Irán y sus socios en Gaza –Hamás- y en el Líbano -Hezbolá- en el hostigamiento destinado a destruir a Israel han sido las fichas de dominó caídas que culminaron en el derribo de las estatuas de los Assad.

2024 encarnó el tercer año de la guerra cruel e inútil de Rusia contra Ucrania tras la invasión del 24 de febrero de 2022. Con un desastre de economía y un país amordazado, Putin ha elegido precisamente el día de Navidad para lanzar más de 70 misiles y un centenar de drones contra centros energéticos ucranianos. Como si pudiéramos olvidarnos por un momento de quién es el líder del Kremlin y a qué se dedica después de más de mil días de guerra.

En 2024, Francia y Alemania, los países centrales de la Unión Europea, llegaron a diciembre con sus economías estancadas y sus políticas agitadas. El presidente Macron lidera un centro de circunstancias que intenta navegar entre la extrema derecha de Marine Le Pen y la extrema izquierda del Nuevo Frente Popular. El canciller Olaf Scholz acaba de perder un voto de confianza y el país va a unas elecciones anticipadas el 23 de febrero de 2025 con los conservadores y la extrema derecha al alza en las encuestas.

Hemos hablado mucho de Trump y de lo que va a pasar ahora con los aranceles, los inmigrantes ilegales, China, la guerra de Ucrania y la OTAN. Hemos hablado de lo que ocurrirá en Siria tras la victoria liderada por un antiguo dirigente de Al Qaeda, y de cuánto falta para que haya algo de racionalidad en la zona y los palestinos se liberen de sus desgracias. Hemos hablado de nuestra Europa a la busca de equilibrio y autonomía, con EEUU cada vez más lejos, China cada vez más presente y Rusia cada vez más cerca. Son asuntos importantes incluso para España, donde la particular degradación institucional, el enfrentamiento como estilo de gobierno y el vuelo bajo de la clase política no permite muchas distracciones geopolíticas.

Hemos hablado menos, o casi nada, del resto del mundo.

Hablemos de África

De Sudán, por ejemplo, que lleva tres años de guerra civil sin que nadie sepa muy bien si los muertos son 60.000 o 120.000; en donde hay millones de niños huyendo de un lado para otro en la que es seguramente la peor crisis humanitaria del planeta, con hambre extrema y violencia cruel como realidades diarias y constantes.

En realidad, hemos hablado poco de toda África. Lo hace diariamente, y muy bien, Alfonso Masoliver, corresponsal de La Razón y Onda Cero en el continente , que elaboró hace poco un hilo en el que detallaba las diez crisis africanas que deberíamos conocer. Desde Sudán hasta el Sáhara Occidental, abandonado a su suerte en marzo de 2022, cuando el Gobierno de Pedro Sánchez interrumpió una posición diplomática de Estado de casi medio siglo en beneficio de Marruecos. Desde la conflictividad eterna de la República Democrática del Congo hasta el yihadismo y los golpes de Estado del Sahel, las actividades armadas en Etiopía y Nigeria, el narcoestado de Guinea Bissau, la autocracia empobrecedora del FRELIMO en Mozambique y la pesadilla de países tan fallidos como Libia y Somalia.

Hay más lugares con problemas, en América -añejas dictaduras que no acaban nunca la tarea de arruinar la vida de sus ciudadanos, como Cuba, y autocracias aprendices como Nicaragua y Venezuela, pero también México, donde no cesa la violencia-, en Asia, en Oriente Medio. Se puede seguir la pista -desde la perspectiva de EEUU- a través de la guía interactiva del Centro de Acción Preventiva del Consejo de Relaciones Exteriores.  

También la Academia de Ginebra ofrece una información detallada de los conflictos armados desde el punto de vista del derecho internacional humanitario y hace el seguimiento de más de 110 conflictos armados, tanto los conocidos y actuales como los que llevan larvados más de medio siglo. Y el CrisisWatch del Grupo Internacional de Crisis tiene otro rastreador mundial de conflictos en el que actualiza datos, identifica tendencias y sigue las situaciones de conflicto en el mundo. Solo solo algunos ejemplos.

No es que vayamos a peor. Es cierto que las democracias de primera categoría han retrocedido en el mundo: según el último Índice de Democracias de The Economist, solo 24 países son calificados como democracias plenas, frente a 48 democracias imperfectas, 36 sistemas híbridos y 59 regímenes autoritarios. Son los peores datos en cuanto a deterioro de calidad democrática desde 2006, cuando empezó a publicarse el Índice. Freedom House hace un balance no muy distinto. No son datos para el optimismo, ni los del aumento de los sistemas autoritarios ni los que se refieren al deterioro de los países democráticos en cuanto a libertad de expresión, cerco a los jueces, corrupción, abusos de poder, desigualdad…

Pero no vamos a peor en perspectiva histórica. Lo demostró en 2011 el psicólogo de Harvard, además de escritor y lingüista, Steven Pinker, con su libro Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones. Sus conclusiones siguen valiendo. La violencia ha descendido. Nos matamos menos que en cualquier época anterior. La pobreza, el hambre, la mortalidad infantil, el analfabetismo y las desigualdades están en mínimos históricos, escribió Pinker. La historia de la humanidad ha evolucionado positivamente, a pesar del terrorismo y las injusticias nuevas y antiguas. No hace falta irse mucho más lejos que el siglo XX para entenderlo.

La violencia disminuye en términos globales, aunque también se transforma, y no nos damos cuenta en muchas ocasiones. En todo caso, nuestra atención hacia los conflictos es muy irregular. Los medios de comunicación y las redes sociales no siempre contribuyen a aclarar el panorama. Por eso conviene, aunque sea una vez al año, recordar que hay más agujeros negros en el planeta que conspiran contra la humanidad de los que habitualmente hablamos.

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