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Trump programa el caos

Sacudir todos los tableros, declarar guerras comerciales a los aliados y hacer a Rusia grande de nuevo. Este es el plan

Trump programa el caos

El presidente de EEUU, Donald Trump, en el Congreso este martes. | Reuters

No hay ocasión más solemne en la política estadounidense que el discurso anual sobre el estado de la Unión. La Constitución establece que «el presidente deberá periódicamente dar al Congreso información del estado de la Unión y recomendará para su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes». La tradición había asentado hasta hace no muchos años actos majestuosos en los que las dos cámaras del poder legislativo y la representación del poder judicial escuchaban -y aplaudían, o respetaban, al menos- la exposición de los planes del líder del poder ejecutivo.

Esa tradición ya no existe. Los discursos recientes han sido cada vez más beligerantes, con gestos -o ausencias- para llamar la atención y destrozar el espíritu bipartidista que solía dominar las sesiones. Ahora que se consolida la polarización, Trump rebaja el listón a la altura que acostumbra, y envía un mensaje claro: «No hemos hecho nada más que empezar».

En su primer discurso de esta segunda etapa en la Casa Blanca, el presidente reivindicó en el Capitolio su agresiva avalancha de disrupciones del último mes y medio en la política nacional e internacional y programó el caos para el futuro a corto y medio plazo. Con ese estilo que sus seguidores dentro y fuera del país aplauden, se autoproclamó como el más grande de los presidentes del país, dejando a George Washington el segundo lugar.

George Washington se despidió de la política en su octavo discurso del estado de la Unión, el 19 de septiembre de 1796, con súplicas «al Supremo Gobernante del Universo y Soberano Árbitro de las Naciones para que su Providencial cuidado se extienda aún a los Estados Unidos; para que la virtud y la felicidad del Pueblo sean preservadas; y para que el Gobierno que han instituido, para la protección de sus libertades, sea perpetuo». Igualito que Trump, que alentó y dirigió el asalto de las turbas contra este mismo Capitolio, la sede de la soberanía popular, el 6 de enero de 2020, con la fantasía de que su derrota electoral había sido fraudulenta.

El presidente más grandequizá por haber sido declarado culpable de 34 delitos, aunque sin condena por la inmunidad que le regaló el Supremo– redobló de nuevo los tambores de guerra comercial y recordó que el 2 de abril habrá aranceles contra las importaciones de productos agrarios de la Unión Europea, India, Brasil y Corea del Sur, además de las tarifas anunciadas contra China, Canadá y México. Nada como una buena guerra comercial –aunque nunca se sabe si de un día para otro esos aranceles van a desaparecer, o se van a aplazar– para contribuir a las desastrosas noticias económicas sobre el primer trimestre en EEUU: la estimación del GDPNow de la Fed de Atlanta dice que el crecimiento va a ser del -2,8%, frente al +3,9% de hace un mes.

Los despidos de decenas de miles de empleados públicos, los sobresaltos en Wall Street -como el de este lunes, debido a los aranceles- y la inflación, que no solo no desciende, sino que aumenta, marcan el horizonte inmediato. En su discurso, Trump aseguró que iba a «equilibrar el presupuesto federal», al tiempo que prometía más recortes de impuestos. No dio detalles sobre cómo hacer todo esto. Sí dijo que la culpa de que el precio de los huevos esté por las nubes es de Joe Biden. Menos mal que no llegó a recomendar -como sí ha hecho su secretaria de Agricultura, Brooke Rollins,- que la gente tenga sus propias gallinas en el patio de atrás de las casas, como ella misma ha hecho.

En su larguísimo y bronco discurso, ninguna mención a uno de los principales problemas de los estadounidenses, el pago de los seguros médicos; ninguna mención a los veteranos (tampoco les insultó esta vez, algo es algo); en cambio, habló dos veces del Golfo de América y tres de Groenlandia («nos haremos con ella»), además de elogiar en cinco ocasiones a Elon Musk, el hombre de la motosierra.

Pocas palabras sobre Ucrania después del espectáculo del pasado viernes en la Casa Blanca. Trump se limitó a agradecer al presidente Zelenski que le haya enviado una carta en la que «lamenta» la reunión y se muestra dispuesto a la negociación: «Aprecio que haya enviado esa carta», dijo, para volver a actuar como el mejor aliado de Putin al afirmar que Rusia ha enviado «poderosas señales de que están listos para la paz». «¿No sería hermoso?», se preguntó, literalmente. No hubo más detalles. Afortunadamente, no repitió la mentira de que Ucrania empezó la guerra con Rusia. Lo más grave -no en el discurso, sino en una información del Financial Times confirmada luego por el director de la CIA- es que Washington ha cortado el intercambio de información de inteligencia con Ucrania. ¿Lo próximo será bombardear a los ucranianos para evitar la molestia y el gasto a los rusos?

Así que sigue la fiesta. Sacudir todos los tableros, ignorar los problemas reales de la gente, enfrentarse a los vecinos y los aliados, declarar guerras comerciales, humillar a Ucrania, justificar a Putin y hacer a Rusia grande de nuevo, al tiempo que empequeñece a EEUU. Este es el plan de Trump. ¿Hasta cuándo?

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