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Cómo el petróleo en Guyana agita las aguas del Caribe

«El asunto de Esequibo es uno de los conflictos geopolíticos potenciales en el hemisferio occidental»

Cómo el petróleo en Guyana agita las aguas del Caribe

Nicolás Maduro enfrenta a Guyana.

Una controversia histórica heredada de tiempos coloniales resurge hoy con cierta fuerza entre Venezuela y Guyana, para agregarle más tensión al mundo, caldeada por ricos yacimientos de petróleo en aguas del océano Atlántico aún por delimitar. Aunque todavía anda a escala de la confrontación retórica, el asunto de Esequibo puede pasar a mayores y es uno de los conflictos geopolíticos potenciales en el hemisferio occidental.

Para la mayoría de los venezolanos de varias generaciones, el territorio Esequibo era un cacho incógnito del mapa, en el este de Venezuela, pintado con rayas diagonales y la palabra «Zona en Reclamación». Hasta que desató la ola migratoria inversa, muy pocos habían pisado ese deslumbrante territorio de selvas, ríos y sabanas que tiene un área de 149.500 kilómetros cuadrados (la mitad de un país como Italia y una vez y media del tamaño de Portugal).

Pero desde hace pocos años, la «Guayana Esequiba» se ha convertido en el asunto más importante de política exterior y de seguridad nacional para el régimen nacionalista socialista que encabeza Nicolás Maduro. Lo sometió a un referendo en diciembre de 2023 para endosarse el apoyo colectivo a la reivindicación histórica, y terminó anexando el territorio, al menos en el papel de los mapas, al resto de Venezuela.

Pero este asunto va muchos más allá de las fibras nacionalistas, de las arengas a la patria, de las denuncias a las injusticias coloniales, de las fronteras y de los intentos de galvanizar el apoyo de los habitantes del país en torno al impopular gobierno chavista. Como ha ocurrido con casi todos los asuntos geopolíticos que adquieren importancia en la historia mundial, el cochino dinero está detrás de todo este rollo.

Viejos y nuevos problemas 

Esta controversia tuvo su punto de quiebre en el Laudo Arbitral de París, en 1899, cuando las potencias de la época se confabularon para arrebatar a Venezuela, a favor de Inglaterra, el territorio al este del río Esequibo que había pertenecido a la Capitanía General de Venezuela, creada por el rey Carlos III de España en 1777.  

Venezuela nunca reconoció ese laudo y cuando en 1966 Reino Unido accedió a la independencia de la República Cooperativa de Guyana, ésta heredó una controversia que afecta a dos tercios de su territorio total reconocido en los mapas del mundo. El asunto quedó en manos de la ONU, a través de un inútil Acuerdo de Ginebra que nunca avanzó ni un pelo, aletargado en la burocracia y «los buenos oficios».

Caracas tampoco nunca hizo gran cosa para recuperar ese territorio, no ejerció mayor presión diplomática, nunca otorgó ciudadanía a los guayaneses del Esequibo y ni siquiera apoyó la «revuelta del Rupununi», un alzamiento en enero de 1969 de hacendados y sus peones indígenas que querían separarse de Guyana y anexarse a Venezuela.

Años después, el protagonista de la nueva temporada de la historia de Venezuela, Hugo Chávez, dijo en Georgetown, en febrero de 2004, en una rueda de prensa conjunta con su colega Bharrat Jagdeo: «Hemos venido hoy con toda la voluntad, con la máxima voluntad de avanzar en la integración. El Gobierno de Venezuela no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área».

Los líderes de Guyana le tomaron la palabra. Fue así como una exitosa campaña exploratoria llevó a la trasnacional Exxon Mobil, en consorcio con la estatal china CNOOC y la canadiense Hess, a anunciar en 2015 que había descubierto enormes yacimientos de crudo de alto valor comercial en bloques off shore (en alta mar) oportunamente asignados por Georgetown.

Hoy, ExxonMobil y sus socios producen para Guyana, en uno solo de esos bloques, 650.000 barriles por día (bpd) de crudo que exporta a Estados Unidos y a Europa. Incorpora más buques-plataformas, de extracción y almacenamiento, para elevar la producción a 900.000 bpd a finales de este año y a 1,3 millones de bpd en 2027.

La temperatura sube

«Es absolutamente ilegal, y Venezuela lo denuncia. Tomaremos todas las acciones para detener la acción ilegal de la ExxonMobil y del Gobierno entreguista de Guyana», dijo Maduro esta semana.

Con enormes inversiones en marcha, Guyana atrae el interés de varias otras empresas transnacionales, lo que involucra intereses geopolíticos de varios gobiernos, desde EEUU, Francia, Reino Unido, China, Brasil hasta esas pequeñas naciones insulares del Caribe con las que tanto coqueteó Hugo Chávez en busca de apoyo en foros internacionales.  

Uno de los proyectos de ExxonMobil y sus socios incluye inversiones por $1.800 millones en un gasoducto submarino de 225 kilómetros desde el campo de Liza y en una planta de compresión de gas natural en tierra firme. La gigante de ingeniería energética TechnipFMC (NYSE:FTI) acaba de ganar el contrato de construcción.

Ese pequeño país de 850.000 habitantes es hoy un cantero de obras en petróleo, gas, minería, electricidad, infraestructura, servicios, saneamiento, construcción civil y transporte, hotelería, colegios, hospitales, agricultura y ganadería. Se abrió el compás más allá de los negocios tradicionales en oro, madera, arroz, caña de azúcar y turismo ecológico.

Guyana tiene tratados bilaterales de inversión con el Reino Unido, Alemania, Cuba, China, Suiza, Corea del Sur e Indonesia, y de doble tributación con Canadá (1987), Reino Unido (1992) y, desde 1995, con sus socios del CARICOM (Comunidad de Estados del Caribe, de la que Guyana es miembro muy activo). Todo un mapa de interesados.

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