Las empresas europeas ya preparan su regreso a Rusia pese a las sanciones
Las multinacionales comparan los potenciales beneficios con la inseguridad jurídica y la falta de mano de obra

Vladimir Putin y Donald Trump.
A pesar de las sanciones impuestas por la Unión Europea y otros países occidentales tras la invasión de Ucrania, diversas empresas europeas están considerando reanudar sus operaciones en Rusia. Esta tendencia coincide con el 40 aniversario de la perestroika, el conjunto de reformas aplicadas por Mijaíl Gorbachov en 1985 que buscaban modernizar la economía soviética y abrirla al mundo.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha dicho que el Kremlin está en negociaciones con empresas extranjeras interesadas en regresar al mercado ruso. No obstante, ha subrayado que estas compañías no recibirán preferencias especiales y que, si sus nichos de mercado han sido ocupados por empresas locales o de países que no impusieron sanciones, deberán adaptarse a la nueva realidad. En la misma línea, el ministro de Economía, Maxim Reshétnikov, ha declarado que «la economía rusa ha cambiado» y que habrá «otras» exigencias nuevas para las corporaciones extranjeras.
Según las estimaciones de la Kiev School of Economics, cerca de dos millares de multinacionales se han retirado del mercado ruso o han reducido sus operaciones allí desde el inicio de la guerra, y eso ha costado unos 40.000 millones de euros a las firmas estadounidenses. Volver es una opción interesante para numerosas compañías, especialmente en aquellas industrias en las que el mercado ruso es lucrativo, pero puede suponer una apuesta arriesgada por la mayor inseguridad jurídica desde que abandonaron el país, que ha aumentado su control sobre algunos sectores.
Ante esta nueva situación, una posible solución es la de aliarse con socios locales, una fórmula que suele hacer más cómodas para las empresas sus inversiones en países de mayor incertidumbre y que, a su vez, podría ser vista con mejores ojos por Moscú. El retorno de multinacionales es muy interesante para Rusia, ya que, más allá del valor de marca, los sustitutos locales no tienen en muchos casos la misma capacidad logística. Además, incrementar la competencia puede ayudar a aplacar la elevada inflación que ha vivido la nación eslava desde que su modelo evolucionó hacia la economía de guerra.
Son muchas las firmas europeas y estadounidenses que preparan una posible reentrada en este mercado euroasiático. Según Novaya Gazeta, Inditex, Uniqlo y H&M han iniciado, a través de emisarios o representantes de su confianza, conversaciones discretas, privadas y no oficiales con empresarios locales para sondear la posibilidad de volver al territorio ruso. Pavel Lyulin, el jefe de la patronal rusa de centros comerciales, ha admitido en declaraciones a la agencia Tass que «el retorno puede ser difícil», aunque «las marcas de Inditex están en la posición más ventajosa, porque pueden volver a los puntos de sus sucesores en los centros comerciales». Su organización reconoce que «no todas» las marcas blancas rusas que han sustituido las retiradas han sido exitosas, de modo que la mayoría de los centros comerciales desea el regreso de las multinacionales.
Al ser consultados por estas negociaciones, los portavoces del gigante textil fundado por Amancio Ortega han indicado a THE OBJECTIVE que «la última comunicación oficial sobre la venta de nuestro negocio en la Federación Rusa -después de haber suspendido nuestras operaciones en la Federación Rusa el 5 de marzo de 2022- había sido realizada a la Comisión Nacional del Mercado de Valores en España (CNMV) el 25 de octubre de 2022». «Desde entonces, no hemos realizado ninguna comunicación adicional», remachan desde la cotizada, que llegó a tener medio millar de tiendas y 9.000 empleados en el país eslavo.
Coca-Cola ya está preparando este regreso, McDonald’s está moviendo hilos para recuperar su red local, Boeing tiene interés en volver y Rusia está dispuesta a volver a venderle titanio, según El Economista. Varios cargos del Kremlin han comentado, además, que si bien es todavía precipitado hablar de la recuperación de Visa y MasterCard, de confirmarse, serían bienvenidas. Al ser consultadas por el medio independiente ruso The Bell, Bosch, Otis y Baker Hughes han señalado que están monitoreando la situación en Rusia. Decathlon, Nissan, Henkel, Nokian Tyres, Veon e Ingka, en cambio, han asegurado que no piensan volver, mientras que Carlsberg, Scania, tetra Pack y OBI han declinado manifestar sus intenciones y Apple, Microsoft, Uniqlo, Starbucks, Ford, Visa o Mastercard no han respondido al requerimiento. Ninguna de las empresas ha manifestado abiertamente una decisión definitiva de volver al ser preguntadas.
Las firmas que por diferentes motivos han continuado sus negocios en el país pueden tener más fácil una expansión de sus operaciones en el futuro que las que se retiraron por completo. Por ejemplo, Naturgy decidió no iniciar nuevas inversiones en Rusia tras la inversión, pero sí mantuvo su presencia debido a obligaciones contractuales preexistentes. El sector energético es el principal y más controlado por el Kremlin. El socio ruso de la eléctrica española, Novatek, ha estado inmerso en luchas de poder internas desde la invasión.
De hecho, uno de los oligarcas y multimillonarios rusos fallecidos de manera inesperada desde 2022 fue el exjefe de contabilidad de la que es la segunda productora de gas natural de Rusia: apareció muerto junto a su familia en extrañas circunstancias en Lloret de Mar, Gerona. Todo ello añade incertidumbre a cualquier plan de crecimiento conjunto. El embajador ruso en España ha reclamado que se cumplan las obligaciones y que el acuerdo no se revise. La importación de gas natural licuado ruso a nuestro país se ha disparado, pero no porque Naturgy haya comprado más -no ha adquirido nada más allá de lo pactado-, sino por el aumento de precios, que no formaban parte de las condiciones estipuladas.
Javier Díaz, del IESE, considera que «las sanciones no han funcionado muy bien y ha habido todo tipo de redistribución comercial», ya que «Rusia ha seguido vendiendo a Europa, no directamente sino por vías alternativas y más caras». «Ahora al menos se está hablando de un alto al fuego, un paso previo gracias a Trump, cosa que Europa no ha hecho en tres años cuando podía haberlo hecho». En este contexto, «las empresas europeas con intereses en Rusia tienen oportunidades de negocio y las van a buscar y encontrar, disimulando con socios locales y con permiso del régimen», y «más abiertamente cuando lo permitan las sanciones y las circunstancias».
El doctor en Economía por la Universidad de Minnesota destaca que «muchas empresas se están centrando en la reconstrucción de Ucrania y la vuelta a Rusia», algo que ve «parte de la lógica capitalista». En caso de levantarse las sanciones, «la vuelta sería más rápida y menos complicada logísticamente». En cualquier caso, se trata de una inversión de mayor riesgo, pero puede ser rentable: «Es como si haces negocios en Argentina o Venezuela, tienes una prima de riesgo y puede ser parte de las operaciones», explica el docente, que cita el ejemplo de China, con empresas mixtas entre multinacionales occidentales y locales compartiendo beneficios para sortear la inseguridad jurídica.
«El crecimiento de la economía rusa está basado hoy en día en el sector militar», subraya Eszter Wirth, profesora de Economía Internacional de la Universidad Pontificia Comillas, que ve «poco probable que las autoridades rusas dejen a empresas norteamericanas operar en el sector militar ruso por cuestiones de seguridad nacional». «El retorno sería más fácil para empresas que operen en mercados con poco contenido tecnológico y más enfocados al consumidor civil, como los de hostelería o de bienes de consumo de masas (firmas de comida, bebida)», añade. Las multinacionales pueden invertir, pero «si los demócratas retornan a la Casa Blanca dentro de cuatro años, podrían reponer las sanciones, por lo que las empresas estadounidenses volverían a perder dinero de nuevo». La experta recuerda que «incluso las empresas chinas han mostrado desconfianza hacia el mercado ruso por la corrupción, el amiguismo y la falta del estado de derecho» y «prefieren intensificar lazos comerciales en vez de las inversiones directas».
Rafael Martínez, catedrático de Ciencia Política de la UB, plantea que «la economía no suele entender de fronteras y lo que busca la empresa es subsistir». «Rusia no tiene prácticamente industria, su maquinaria de guerra tiene agujeros enormes, la corrupción hace que le falten piezas y gasolina», asegura. Por ello, estima posible que se vea con buenos ojos en Moscú la entrada de empresas europeas. «Es otra manera de introducir grietas en la unidad europea», concluye.
Josep Puigsech, profesor de Historia Moderna y Contemporánea de la UAB, alerta del «suicidio económico» que cometerá la Unión Europea «si decide autobloquear su participación en la red económica mundial», un escenario que condenaría a Europa a estar «subordinada a EEUU». Por otro lado, hace hincapié en que la economía rusa ha cambiado durante la guerra. Incide en que «los oligarcas han aceptado que si están dónde están es gracias a Putin» y en que «la influencia directa de la guerra ha generado una política de unidad nacional y de recursos al servicio del Estado».
«Aunque se ha dicho que se ha dejado de comprar productos rusos, en realidad hemos importado 8.900 millones de euros de gas natural licuado», apunta Cristian Castillo, profesor de logística de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). Para él, las empresas ven «oportunidades» aunque los países de origen estén en guerra o no sean democráticos, como ocurre con la energía o la tecnología. «Si existen compras de materias primas y seguimos comprando a nivel de país, ¿por qué no a nivel empresa?», se pregunta el docente. «Empresas como Inditex están operando en China», ilustra Castillo, que no imagina un estado más intervencionista que el de Pekín.
Las fuentes consultadas también abordan el asunto de la escasez de mano de obra: la crisis demográfica rusa, el reclutamiento masivo de tropas y la restricción de la inmigración tensionarán el mercado laboral y las empresas que aterricen en el país pueden tener dificultades para cubrir sus vacantes, algo que puede empujar los salarios al alza y provocar una subida de costes laborales. Según Le Monde Diplomatique, el terrorismo islámico y la retórica nacionalista del Kremlin han llevado a restringir la entrada de inmigrantes, hasta el punto de lastrar la economía de guerra por falta de mano de obra. Un factor más a tener en cuenta en los complejos planes de negocio de quienes se plantean volver a Rusia.