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China baja el perfil mientras el mundo mira a Trump

Pekín rememora el ‘Big Stick’ de Theodore Roosevelt: «Habla suavemente, pero con un gran garrote listo para usarse»

China baja el perfil mientras el mundo mira a Trump

El presidente chino, Xi Jinping, y otros líderes, asistieron a la clausura de la tercera sesión del 14º Congreso Nacional del Pueblo (CNP) | Li Xueren (Xinhua News)

Mientras el planeta sigue con expectación cada movimiento de Donald Trump —sus políticas arancelarias, sus tensas negociaciones con Ucrania o sus intentos de reordenar el tablero geopolítico— China ha optado por una táctica diferente: el sigilo estratégico. En lugar de los gestos desafiantes de antaño, Pekín ha bajado el perfil y se dedica a consolidar su influencia sin grandes alardes.

Ya no es el epicentro del huracán informativo como lo fue durante la pandemia, con las tensiones con Taiwán o la coronación de Xi Jinping como líder supremo del Partido Comunista en 2022. Hoy, China prefiere moverse con cautela, apostando por tres pilares clave: reforzar su músculo tecnológico, expandir su dominio en Asia y África y afianzar su poder geopolítico mientras Occidente sigue distraído con el torbellino Trump.

El reciente Congreso Nacional del Partido Comunista, conocido como las dos sesiones y concluido el martes pasado, dejó un mensaje claro a Washington: el ascenso chino es imparable. El primer ministro, Li Qiang, ratificó un crecimiento económico del 5 % para 2025, un objetivo ambicioso pese a la guerra comercial desatada por Trump.

Con su habitual retórica desafiante, un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores lanzó un mensaje directo: si EEUU insiste en su guerra comercial, «China luchará hasta el final». Sin embargo, lejos de la confrontación directa, la estrategia china se centra en proyectar estabilidad. Mientras Trump dinamita alianzas históricas, Pekín se presenta como un actor fiable en el tablero internacional, una imagen crucial para atraer inversión extranjera y afianzar la confianza del mercado interno.

El largo juego de China: paciencia y cálculo

Pekín ha aprendido de los encontronazos comerciales con Trump en su primer mandato (2017-2021) y, en lugar de una reacción impulsiva, ha optado por una estrategia más calculada. En 2018, la respuesta china a los aranceles estadounidenses fue agresiva; hoy, la actitud es distinta. Analistas como Ja Ian Chong, de la Universidad Nacional de Singapur, señalan que China está «esperando y evaluando» antes de dar el siguiente paso.

Sin embargo, la reciente declaración de Trump ante el Congreso, donde prometió imponer aranceles recíprocos a todos los países a partir del próximo 2 de abril, podría cambiar las reglas del juego. Si la presión comercial se intensifica, Pekín podría verse obligado a responder con mayor contundencia.

Mientras tanto, el gigante asiático redobla su apuesta por la autosuficiencia tecnológica. Xi Jinping ha reunido a los principales líderes del sector tecnológico para exigirles resultados, un cambio de actitud respecto a las estrictas regulaciones que apabullaron a las big tech chinas hace cuatro años. La estrategia ya está dando frutos: Huawei ha avanzado en la fabricación de semiconductores sin tecnología occidental, y la plataforma de inteligencia artificial DeepSeek ha sorprendido a Silicon Valley. Todo esto ha impulsado los mercados de Shanghái y Hong Kong, enviando una señal de fortaleza.

El factor Trump y el tablero geopolítico

Más allá de la guerra comercial, China sigue con atención la dinámica entre EEUU y Rusia, consciente de que Trump podría estar intentando una jugada geopolítica inspirada en la Guerra Fría: atraer a Putin y distanciarlo de Pekín. Algunos analistas han bautizado esta estrategia como el Nixon a la inversa, en referencia a la histórica maniobra de Richard Nixon en los años 70, cuando normalizó relaciones con China para aislar a la Unión Soviética y debilitar el bloque comunista.

Sin embargo, las circunstancias actuales son muy distintas. En los años 70, la URSS y China atravesaban un profundo enfrentamiento ideológico y militar. La fractura entre ambos países se había intensificado desde finales de los años 50 y culminó en 1969 con una serie de enfrentamientos armados en la frontera del río Ussuri. Esta hostilidad hizo que Mao Zedong estuviera dispuesto a aceptar un acercamiento con Washington como contrapeso a Moscú, una oportunidad que Nixon y su asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger supieron aprovechar.

Hoy, en cambio, Rusia y China mantienen una relación más sólida que nunca. Lejos de cualquier enfrentamiento, han estrechado lazos en el ámbito militar, económico y estratégico. La guerra en Ucrania ha reforzado la dependencia de Moscú hacia Pekín, que se ha convertido en su principal socio comercial y fuente clave de tecnología y financiación ante las sanciones occidentales.

Trump, por su parte, ha mostrado señales de querer mejorar las relaciones con Rusia, presionando a Ucrania para aceptar un alto el fuego e incluso sugiriendo el regreso de Moscú al G7. Desde su administración, figuras como Keith Kellogg han señalado que la Casa Blanca busca romper la alianza entre Rusia, China y Corea del Norte. Sin embargo, para Pekín, este intento es poco realista. A diferencia del contexto de la Guerra Fría, en el que la hostilidad chino-soviética puedo ser explotada por Washington, hoy Rusia y China se necesitan mutuamente y comparten una visión común contra la influencia occidental.

Más que preocuparle, a China la estrategia de Trump podría incluso beneficiarle. La falta de un compromiso claro de Washington con Ucrania refuerza la idea que quiere alimentar: EEUU no es un aliado fiable a largo plazo, lo que podría debilitar la confianza de sus socios en Asia. Además, el creciente distanciamiento de Washington con Europa, marcado por nuevas tensiones comerciales, podría abrir más espacios para que Pekín se presente como un actor estable y pragmático en la diplomacia global. Por todo ello, el liderazgo chino apuesta a que la administración Trump erosionará la imagen global de EEUU, dejando vacíos de poder que Pekín está listo para llenar.

Zhou Bo, ex oficial del Ejército Popular de Liberación y analista de la Universidad de Tsinghua, es tajante: «Para el final del segundo mandato de Trump, la imagen de EEUU como líder global se habrá deteriorado, y China será vista como una alternativa más estable».

Mientras Trump sube el tono, China mantiene su estrategia de resistencia silenciosa. El ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, dejó un mensaje claro: «Un gran país debe asumir sus responsabilidades internacionales, no poner sus intereses por encima de los principios». Las dos sesiones dejaron claro que China no cambiará de rumbo. Enfrentará los desafíos económicos internos, resistirá la presión de Washington y seguirá fortaleciendo su posición como potencia global.

El mensaje de Xi Jinping también fue firme: no importa cuántos obstáculos imponga Occidente, el ascenso de China continuará. Y mientras Trump enfrenta turbulencias internas y una creciente desconfianza global, Pekín se consolida como el actor que juega el ajedrez del siglo XXI con paciencia y precisión, rememorando el principio del Big Stick de Theodore Roosevelt «habla suavemente y lleva un gran garrote»— encapsulando la estrategia de poder que definió el ascenso de Estados Unidos como potencia mundial a principios del siglo XX y adoptando una versión moderna de esta doctrina: avanza con cautela en la diplomacia, pero deja claro que tienes un gran garrote listo para ser usado si es necesario.

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