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Están locos estos alemanes

Conservadores y socialdemócratas llegan a un acuerdo de gobierno apremiados por las incertidumbres globales

Están locos estos alemanes

El líder conservador alemán Friedrich Merz. | Reuters / Liesa Johannssen

Seis semanas después de la celebración de las elecciones generales, los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana -ganadores de los comicios- y los socialdemócratas del SPD -terceros, con su peor resultado histórico, un 16,4%- han llegado a un acuerdo de gobierno. Y han tardado este tiempo porque han sido conversaciones «largas y difíciles». Trump ha ayudado a acelerar los tiempos: algo bueno tenía que tener.

Están locos estos alemanes: pudiendo levantar muros entre izquierda y derecha, van y hacen coaliciones. Pudiendo depender de los extremos, van y buscan el centro.

Qué envidia.

Los conservadores ganaron el 23 de febrero la convocatoria de elecciones anticipadas tras las discrepancias en la coalición semáforo de socialdemócratas, verdes y liberales. Pero la CDU no llegó al 30% y en segundo lugar quedaron los populistas radicales de Alternativa para Alemania (AfD), que superaron el 20%. Así que ha ocurrido lo que otras veces en Alemania: los partidos centrales, a derecha e izquierda, pactan gobiernos de coalición en lugar de aliarse con los extremos correspondientes, AfD en el caso de los conservadores y Die Linke en el caso de los socialdemócratas.

Para el PSD no había duda: los números no le daban para otra cosa, porque la coalición semáforo que formaba el anterior gobierno salió muy tocada de las elecciones. Pero la CDU sí habría podido pactar con AfD. ¿Por qué no lo ha hecho? El nuevo líder conservador y próximo canciller, Friedrich Merz, se lo dijo con muy pocas palabras a la dirigente de la Alternativa, Alice Weidel: «Quieres lo contrario de lo que yo quiero. Por eso no habrá cooperación«.

Aunque los populismos radicales izquierdista (la Alianza Sahra Wagenknecht, BSW, una escisión de Die Linke) y derechista (AfD) han ganado posiciones y las coaliciones son cada vez más complicadas, en Alemania no hay fuerzas nacionalistas que puedan pactar interesadamente con los partidos centrales cuando estos se quedan cortos; no hay siete votos de Junts para formar un gobierno que no gobierne y cuyas decisiones pendan siempre de un hilo. Y si los radicales -trumpistas, para colmo- tienen ideas que los conservadores entienden que son malas para el país, no se pacta con ellos, por mucho que hayan conquistado la segunda posición electoral y los sondeos les sonrían.

Es una suerte para los alemanes que esta lógica domine, porque necesitan un gobierno capaz de reanimar la estancada economía y atender al este del país, que ha votado con entusiasmo a la AfD. Pero es una suerte también para todos los europeos, porque Berlín -y París- tienen que liderar a toda la UE en la guerra de los aranceles y el rearme de Europa después de las demenciales medidas que está tomando el presidente Donald Trump. «Europa puede contar con Alemania», fue este miércoles el mensaje de Merz.

Las negociaciones para esta nueva grosse koalition han sido complicadas. Los impuestos -el SPD quería subirlos a las rentas más elevadas- y la emigración han estado en el centro de las discrepancias. Pero ha podido más la presión: los mercados financieros están en permanente estado de agitación por las sacudidas eléctricas que llegan desde Washington, con una escalada que podría desembocar en guerra comercial por los aranceles y con un horizonte de recesión global. Como ocurre con los conservadores normales, a Friedrich Merz no le gusta nada Donald Trump: lo considera poco fiable, igual que considera hostil para Europa a la Rusia de Putin.

Su trabajo va a ser arduo: además de las inéditas complicaciones internacionales, las predicciones de crecimiento económico para 2025 no son optimistas. Alemania depende de las exportaciones, y una guerra arancelaria es un pésimo terreno de juego.

Los puntos complicados en las negociaciones, decíamos, tenían que ver con la emigración y los impuestos. El futuro canciller ha anunciado controles en las fronteras nacionales, más repatriaciones y más declaraciones de países de origen seguros; se endurece la política migratoria. A pesar de ello, Klingbeil ha asegurado que Alemania sigue siendo un país de inmigración. En cuanto a los nuevos impuestos para las rentas muy altas, nada por ahora; será más tarde y se aplicarán de manera más uniforme. Se impulsará la digitalización y habrá enormes inversiones en medio ambiente, defensa e infraestructuras. Todo ello gracias al cambio histórico -votado por la cámara saliente el pasado 18 de marzo- de una enmienda a la Constitución para relajar los límites al endeudamiento, un tabú para los conservadores. El pacto del nuevo Gobierno incluye reducir el impuesto sobre la electricidad y las tarifas de red, recuperar las rebajas fiscales para el gasóleo agrario e impulsar nuevos incentivos para comprar coches eléctricos. Se anuncian además recortes en el impuesto de sociedades.

El nuevo canciller Merz asumirá su cargo probablemente a primeros de mayo, después de que el acuerdo de coalición sea debatido -y en principio aprobado, aunque nunca se sabe- tanto en la convención de su CDU como por una votación de los socialdemócratas. El nuevo líder del SPD, Lars Klingbeil, será vicecanciller y muy probablemente ministro de Finanzas. Mucho trabajo para el gobierno de coalición: problemas serios en Alemania, en la Unión Europea y en el mundo.

Mientras tanto, interesantes todas estas costumbres de los políticos alemanes: someten a votación interna los acuerdos, no se sacan conejos de la chistera para pillar unos cuantos votos subastando concesiones, no dicen una cosa antes de las elecciones y la contraria después, el primer ministro que pierde se va a su casa y es sustituido en la dirección de su partido, solo habrá 16 carteras en el Gobierno, alivian fiscalmente a los ciudadanos, rebajan los impuestos sobre la luz, aumentan el gasto en defensa…

Un gobierno de coalición para abordar una etapa nacional e internacional difícil y unos objetivos que tienen en cuenta los nuevos tiempos y los intereses y problemas de los ciudadanos. Definitivamente están locos estos alemanes.

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