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Internacional

La política exterior de Pedro Sánchez tensiona las relaciones con medio mundo

Acumula en ocho años de mandato más crisis diplomáticas que ninguno de los presidentes anteriores

La política exterior de Pedro Sánchez tensiona las relaciones con medio mundo

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el primer ministro belga, Alexander De Croo, fotografiados durante una visita al kibutz Be'eri, en el sur de Israel, uno de los lugares de los ataques de Hamás. | Belga Press

España atraviesa uno de los momentos más delicados en su proyección internacional desde la Transición. La acumulación de crisis diplomáticas con Israel, Argentina, Argelia, Marruecos, Venezuela, México, Nicaragua y Guinea Ecuatorial refleja una estrategia exterior que ha roto consensos tradicionales y ha situado al Gobierno de Pedro Sánchez en el centro de múltiples fricciones.

El pasado fin de semana, durante la final de Eurovisión, se vivió un episodio revelador: mientras RTVE abría la gala con un mensaje institucional en favor de Palestina –«Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y justicia para Palestina»–, el televoto español otorgaba sus 12 puntos a Israel, representada por Yuval Raphel, superviviente del ataque de Hamás del 7 de octubre.

El contraste entre la línea oficial del Gobierno y la voluntad ciudadana provocó malestar en la televisión israelí y amenazas de sanción por parte de los organizadores del festival. La fractura entre el relato gubernamental y el sentir popular se convirtió en símbolo de una política exterior marcada por decisiones polémicas.

La relación con Israel atraviesa su peor momento desde 1986. La reciente declaración de Pedro Sánchez en el Congreso –«España no comercia con un Estado genocida»– encendió todas las alarmas en Tel Aviv. El Ministerio de Exteriores israelí convocó a la embajadora española para una reprimenda formal, la enésima de la lista.

Poco antes, RTVE había pedido la exclusión de Israel del Festival de Eurovisión 2025. Aunque la petición fue ignorada por la organización, en Jerusalén se interpretó como un gesto de hostilidad política.

A todo ello se suma el reconocimiento oficial del Estado palestino por parte de España en mayo de 2024, junto a Irlanda y Noruega. Israel retiró a su embajadora y acusó a Sánchez de dar cobertura diplomática a Hamás. Desde entonces, las relaciones están marchitas.

Las tensiones no son nuevas. En 2022, el escándalo del uso del software Pegasus por parte de los servicios de inteligencia españoles para espiar a líderes independentistas –con tecnología israelí– deterioró la confianza bilateral. La situación empeoró con el viaje de Sánchez a Israel, Ramala y la frontera con Gaza en noviembre de 2023, tras el atentado de Hamás. La ausencia de una condena explícita al terrorismo y la escasa atención a los españoles asesinados fue duramente criticada por el Gobierno de Netanyahu.

Además, la sintonía ideológica con Al Fatah y el liderazgo de Sánchez en la Internacional Socialista, donde comparte espacio con Mahmud Abás, alimentan la percepción israelí de que España ya no es un interlocutor neutral.

Magreb y Guinea Ecuatorial

La política exterior en el norte de África también ha dado bandazos. En 2021, la acogida médica al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, tensó las relaciones con Marruecos, que respondió con la retirada de su embajadora y una crisis migratoria histórica en Ceuta.

Para superar el desencuentro, Sánchez rompió con la posición tradicional de España sobre el Sáhara y apoyó el plan de autonomía propuesto por Rabat. El gesto calmó las aguas con Marruecos, pero provocó la ira de Argelia, aliada histórica del Frente Polisario y principal proveedor de gas a España.

El Gobierno argelino retiró a su embajador, suspendió el Tratado de Amistad y congeló las relaciones comerciales. La normalización no llegó hasta febrero de 2025, tras 19 meses de ruptura diplomática.

En marzo del año pasado, Guinea Ecuatorial también llamó a consultas a su embajador en Madrid en protesta por lo que consideraba una persecución judicial contra miembros del régimen de Teodoro Obiang. Este gesto evidenció otro deterioro más en las relaciones bilaterales.

América Latina: de Milei a López Obrador

En mayo de 2024, el conflicto con Javier Milei estalló tras una cadena de reproches con ministros del Gobierno español. El presidente argentino llamó «corrupta» a la esposa de Pedro Sánchez durante un acto de Vox en Madrid. En respuesta, el ministro José Manuel Albares retiró a la embajadora en Buenos Aires y exigió disculpas. Aunque España nombró a un nuevo embajador en octubre, Argentina aún no ha hecho lo propio.

También Venezuela llamó a consultas en 2024 a su embajadora en Madrid tras unas declaraciones de Margarita Robles, quien tildó al régimen de Maduro de «dictadura corrupta». A pesar de ello, el Gobierno español decidió no retirar a su embajador en Caracas, desoyendo las críticas de la oposición.

En el caso de Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega retiró a su embajador durante nueve meses en 2022, acusando a España de injerencia y presiones. Las críticas del Ejecutivo español al giro autoritario de Ortega han deteriorado una relación que sigue marcada por la desconfianza.

En México, las tensiones también se arrastran desde 2019, cuando Andrés Manuel López Obrador envió una carta al rey Felipe VI pidiendo un reconocimiento oficial por los abusos de la conquista española. La carta no fue respondida directamente y, años después, AMLO propuso una «pausa» en las relaciones, acusando a empresas españolas de comportarse como en una «tierra de conquista». La no invitación del Rey a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum confirmó el distanciamiento.

Una estrategia exterior que acumula costes

Nunca en democracia España había tenido tantas crisis diplomáticas abiertas de forma simultánea. La llamada a consultas de embajadores, símbolo claro de ruptura, se ha convertido en un gesto repetido en la actual legislatura.

Pedro Sánchez defiende su enfoque afirmando que «la diplomacia no consiste en no molestar, sino en defender nuestros valores». Pero la pregunta que crece en los círculos diplomáticos es si esta defensa está sirviendo a los intereses estratégicos del país, o si está dejando a España más aislada en el tablero internacional. Lo que resulta evidente es que la política exterior actual, marcada por gestos ideológicos, choques simbólicos y frentes abiertos en medio mundo, ha convertido a España en un actor incómodo en muchos escenarios internacionales.

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