Un posible fraude migratorio de Elon Musk enerva a los halcones de Donald Trump
Steve Bannon agita las bases del trumpismo acusando a Musk de alinearse además con el Partido Comunista chino

Elon Musk y Donald Trump, en el día de la despedida del primero el pasado 30 de mayo. | Zuma Press
La ruptura entre Donald Trump y Elon Musk ha alcanzado cotas de hostilidad inéditas. Lo que empezó como una colaboración privilegiada entre el expresidente y el empresario sudafricano se ha convertido en un enfrentamiento visceral que amenaza con desencadenar consecuencias legales graves. En el centro de la tormenta no solo están las acusaciones de traición, manipulación fiscal o consumo de drogas. Ahora, el eje del conflicto gira en torno a una bomba política y jurídica: el estatus migratorio de Musk y la posibilidad de que haya cometido un fraude en su proceso de naturalización como ciudadano estadounidense.
El encargado de encender esta mecha ha sido Steve Bannon, el ideólogo más radical del trumpismo y el halcón más temido del universo MAGA. En su programa War Room y en entrevistas posteriores, Bannon ha exigido abiertamente una investigación formal sobre los orígenes migratorios de Musk, afirmando que el magnate «mintió en sus formularios de inmigración» y que, si se confirma, «debe ser deportado inmediatamente».
La acusación del «fraude migratorio»
«No se puede hablar de deportar a millones de inmigrantes ilegales mientras un multimillonario que ha falseado su visado y se ha beneficiado del sistema sigue en el país impune», ha declarado Bannon en tono incendiario. Asegura tener la «firme convicción» de que Musk excedió el límite de uno de sus visados y obtuvo la ciudadanía por medios irregulares. Aunque Musk posee la ciudadanía estadounidense desde hace más de dos décadas, Bannon ha puesto en duda la legalidad del proceso que lo llevó hasta allí.
Sus palabras no son una mera provocación: han venido acompañadas de un llamamiento a suspender su habilitación de seguridad, iniciar una investigación y, en caso de confirmarse el fraude, proceder a su expulsión. «No puede haber una doble vara de medir», reiteró. «Musk no está por encima de la ley».
Un halcón en pie de guerra
Steve Bannon ha capitalizado el deterioro de la relación entre Trump y Musk para recuperar protagonismo político y agitar el núcleo duro del movimiento populista-conservador. Lo que antes fue una alianza estratégica –Musk como símbolo del ingenio empresarial y Trump como líder del nuevo nacionalismo estadounidense– se ha quebrado, y Bannon no ha dudado en erigirse como fiscal y verdugo de esa traición.
Desde su posición como altavoz del trumpismo más ortodoxo, Bannon ha tejido una narrativa en la que Musk es presentado como un riesgo para la seguridad nacional: «un adicto con acceso a información clasificada del Pentágono», «posible agente de influencia de potencias extranjeras», y ahora también, «un inmigrante que engañó al sistema para obtener su estatus legal».
El nexo con el Partido Comunista Chino
Uno de los aspectos más controvertidos de las declaraciones de Bannon es su acusación de que Musk actúa en sintonía con los intereses del Partido Comunista Chino. Según Bannon, el empresario ha mostrado de forma reiterada «una actitud servil hacia Pekín», lo que incluiría, entre otras cosas, declaraciones favorables a Xi Jinping, concesiones empresariales en el mercado chino y una supuesta intromisión en reuniones del Pentágono para acceder a información reservada sobre los planes militares de EEUU en Asia.
«¿Por qué querría un empresario privado como Musk acceder a los planes estratégicos sobre Taiwán, si no es para compartirlos con sus socios del régimen chino?», se pregunta en voz alta Bannon. Aunque no existen pruebas públicas que respalden esa conexión directa, la mera insinuación ha encendido las alarmas en sectores del trumpismo más radical, que ven en Musk una potencial amenaza de infiltración extranjera al más alto nivel.
¿De héroe a ilegal?
El origen sudafricano de Elon Musk es bien conocido. Tras pasar por Canadá, se instaló en EEUU en los años 90 y obtuvo la ciudadanía en 2002. Sin embargo, según Bannon y otros miembros del círculo republicano, existen lagunas en ese proceso como posibles caducidades de visado, mentiras en los formularios y el aprovechamiento de vínculos empresariales para acelerar su proceso de nacionalización.
La tesis de Bannon ha calado entre sectores del movimiento MAGA que ven en Musk no solo a un traidor político, sino a un símbolo de las élites globalistas que manipulan las normas a su antojo. En redes sociales afines al trumpismo, etiquetas como #DeportElon o #FraudulentCitizen han comenzado a circular con fuerza.
Para Bannon y los llamados «halcones» del trumpismo, permitir que un millonario presuntamente nacionalizado de forma irregular permanezca en EEUU mientras se tramitan deportaciones masivas de inmigrantes sin papeles sería una traición al espíritu mismo del movimiento. En palabras del propio Bannon, «si deportas a un joven hondureño que cruzó la frontera buscando una vida mejor, pero dejas que Elon Musk se quede habiendo mentido al Estado, estás diciendo que la justicia solo se aplica a los pobres».
¿Venganza política o cruzada ideológica?
Aunque por ahora no existen investigaciones oficiales abiertas sobre el estatus migratorio de Musk, las presiones desde el ala dura republicana están calando. La narrativa del fraude ya está instalada en el ecosistema mediático conservador, y no se trata únicamente de legalidad, es una cuestión simbólica. Musk, que hasta hace poco era el niño mimado del nacionalismo tecnológico, se ha convertido en una figura incómoda, cargada de sospechas y resentimiento.
Bannon ha aprovechado esta coyuntura para presentarse como guardián de la coherencia trumpista. Si el trumpismo se construyó sobre el rechazo al establishment y la defensa de los «olvidados de América», permitir que Musk –extranjero, millonario y desleal– siga siendo parte del sistema sería una rendición ideológica.
La pregunta ya no es si Elon Musk será deportado. La pregunta es si logrará sobrevivir políticamente a la etiqueta de «fraude migratorio», una acusación que en el entorno MAGA no necesita pruebas judiciales para surtir efecto, del mismo modo del convencimiento existente acerca del nunca probado pucherazo electoral que llevó a la derrota a Trump en 2020. Porque si algo ha demostrado el trumpismo, es que sus victorias más efectivas no se libran en los tribunales, sino en la guerra cultural y mediática.