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Draghi se impacienta con Europa

Los 27 no se mueven y el expresidente del BCE estalla: “Un camino diferente exige una nueva velocidad”

Draghi se impacienta con Europa

El expresidente del BCE Mario Draghi. | Zuma Press

Hace algo más de un año, el 9 de septiembre de 2024, Mario Draghi presentó un informe sobre el futuro de la competitividad europea. Se lo había pedido Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. El expresidente de Italia y del Banco Central Europeo dijo en su informe que la UE tenía que cerrar la brecha de innovación que le separa de EEUU y de China; que necesitaba un plan de descarbonización coherente con unos objetivos climáticos ambiciosos, y que su objetivo tenía que ser la reducción de las dependencias de otros países y el incremento de la seguridad europea.

Para todo ello había que tomar diversas medidas, desde completar la Unión del Mercado de Capitales hasta financiar la inversión necesaria -que Draghi estimaba en 800.000 millones de euros-, además de garantizar las decisiones políticas relacionadas con el aumento de la productividad.

El plan sonaba bien. Pero en un año han pasado unas cuantas cosas importantes para Europa, entre ellas la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses y, como consecuencia, el distanciamiento entre las dos orillas del Atlántico, con la guerra arancelaria intermitente y las tensiones sobre Ucrania en el primer plano de las relaciones entre Washington y Bruselas. Sea por lo que fuere, un año después, casi nada se ha llevado a la práctica. Solo poco más del 10% de sus recomendaciones están en marcha. Y los 27 debaten destinar casi la mitad del dinero sugerido en el informe al gran objetivo de la competitividad: 450.000 millones para innovación, energía y defensa.

El propio Mario Draghi acaba de recordar a los líderes europeos que aplaudieron hace un año su informe sobre la competitividad que no están haciendo lo que dijeron que iban a hacer para evitar «la lenta agonía del declive». Menos aplausos y más reformas en la economía, la energía, la financiación tecnológica y la defensa, les ha dicho la semana pasada. No podemos quedarnos paralizados por las dificultades: hay que hacer las cosas, insiste, «no cuando las circunstancias se hayan vuelto insostenibles, sino ahora, cuando aún tenemos el poder de moldear nuestro futuro».

La claridad del político italiano rompió la autocomplacencia de Von der Leyen, que una semana antes había puesto el énfasis en la -necesaria- unidad europea en torno a Ucrania y la defensa, y que había hablado también de mercado interior y competitividad como si no hubieran pasado doce meses casi en blanco. Y Draghi, frustrado e impaciente por la lentitud de la desregularización y los problemas pendientes, no se calló: criticó el sistema dominado por la burocracia de Bruselas y dijo que, si no nos sacudimos la inercia, nos quedaremos atrás: «Un camino diferente exige una nueva velocidad, escala e intensidad […]. Significa concentrar los recursos donde el impacto sea mayor. Y obtener resultados en cuestión de meses, no de años». Sus críticas se extendieron a la relación con EEUU por «aceptar un acuerdo comercial dictado en gran medida por las condiciones norteamericanas».

En definitiva, ha pasado un año y la UE no ha asumido la urgencia de los cambios necesarios ni ha modificado el ritmo al que se acostumbran a hacer las cosas. Mientras tanto, EEUU y China aceleran en innovación y tecnología, Washington impone aranceles y el superávit comercial de Pekín con respecto a la UE ha aumentado un 20% en el último año. Los compromisos asumidos en seguridad y defensa van a necesitar todavía más financiación que la que hace falta para el reto de la competitividad, y la guerra de Ucrania, además de la relación con Rusia y las incertidumbres que provoca Trump, oscurecen el panorama.

Como dijo Draghi, «un año después, Europa se encuentra en una situación aún más difícil». Los desafíos que implican afianzar la competitividad, reforzar la seguridad y la defensa, garantizar energía asequible, proteger el campo y modernizar la industria son enormes.

Hacer de Europa un espacio de confianza, de prosperidad y de futuro compartido necesita menos discursos y más fechas y objetivos concretos; menos complacencia y más ambición y esfuerzo. Más visión y menos nacionalismo estrecho. Y estar dispuestos, como concluyó Draghi sus palabras, «a hacer frente a circunstancias excepcionales con medidas excepcionales».

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