The Objective
Enfoque global

¿Qué ha sido de la defensa?

«Es necesario que España cuente con una estrategia nacional de defensa centrada en la protección de su soberanía»

¿Qué ha sido de la defensa?

Un Airbus A-400 lanzando bengalas CHAF, diseñadas para desviar misiles de búsqueda térmica.

La Unión Europea se enfrenta a un panorama global y regional cada vez más volátil. Europa ya no opera en un mundo que respalde sus premisas fundacionales. La situación no es algo ocasional, es un punto de inflexión, parte de un proceso estructural evolutivo. A medida que el orden global se fragmenta y Estados Unidos reorienta su política exterior, la UE se ve obligada a reconsiderar su identidad, capacidades y trayectoria de futuro. La situación presenta un dilema fundamental: ¿puede la UE preservar sus valores normativos y, al mismo tiempo, convertirse en un actor estratégico en un mundo posliberal?

Es un hecho que la integración europea ha venido condicionada por sucesivas crisis. La evolución más reciente de la UE está marcada por hechos extremos, como la guerra de Ucrania, que lo mismo han profundizado la cooperación como han puesto de manifiesto sus límites. Pero los problemas actuales van más allá de lo episódico. Representan lo que se ha venido a denominar «policrisis»: presiones políticas, económicas y normativas que se superponen y se refuerzan mutuamente y que transforman la cohesión interna y el entorno externo de la Unión.

Coyuntura critica

La UE está situada en lo que se conoce como coyuntura critica; una situación en la que se alteran las actuaciones habituales y se habilitan nuevos modos de actuación. El resultado no está predeterminado, y existen diversas opciones posibles, entre ellas: la adaptación, la transformación y la fragmentación. En esta situación, España se encuentra en una difícil encrucijada. Los límites, antes claros, entre la prosperidad económica y la seguridad nacional se han distorsionado. Un ambiente internacional tensionado por la colisión de graves problemas geoeconómicos, con la escalada de las tensiones militares y el rápido y difuso avance tecnológico, exige acciones oportunas y atrevidas.

La principal amenaza geoeconómica es la intensificación de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, disputa desde la que se puede dar paso a la guerra. La situación de la membrecía de España en la Alianza Atlántica, para su seguridad nacional, es más frágil. Los cambios de política exterior de la administración Trump han sacudido los cimientos atlantistas y afectado a la confianza nacional de España en Estados Unidos. La coacción económica se ha convertido en una herramienta implacable del Estado, vinculando directamente las debilidades económicas con las amenazas a la Seguridad Nacional. 

Para gestionar la situación en la que se encuentra, es necesario que España cuente con una estrategia nacional de defensa, centrada en la protección de su soberanía y el desarrollo de su independencia económica. Todo ello implicará diversificar su actividad económica, forjar nuevas alianzas y fortalecer las existentes, para a su vez poder contar con unas Fuerzas Armadas capaces de garantizar la soberanía nacional y aportar capacidad a la Alianza y coaliciones ocasionales. Para ello deben adoptarse las medidas que permitan potenciar su resiliencia ante las crisis, asegurar las cadenas de suministro y mejorar su autonomía. 

La resiliencia estratégica se define como la capacidad de una organización para anticipar, prepararse, responder y recuperarse de las disrupciones, manteniendo al mismo tiempo la continuidad de las actividades. Esta estrategia se centra en desarrollar capacidades orgánicas para resistir y adaptarse a eventos adversos, como crisis económicas, conflictos bélicos, desastres naturales y disrupciones tecnológicas. La resiliencia estratégica es esencial para la sostenibilidad y el éxito a largo plazo. 

Para gestionar el entorno estratégico radicalmente dinámico, efecto de una gran competición geopolítica, que entraña un conflicto de alta intensidad, se establece la defensa como un resultado de la adopción de un enfoque integral nacional, que se adecue con el imperativo estratégico. Esta capacidad integral tiene su reflejo a nivel mundial ya que las potencias reorientan la resiliencia y la capacidad industrial de sus defensas, potenciando la logística transfronteriza y enfatizando la necesidad de apoyo social para sostener a la Fuerza en un conflicto prolongado. 

Ante un potencial conflicto, tres factores principales determinan la importancia de la aportación nacional a la defensa:

  • Movilización. La capacidad de ampliar el esfuerzo nacional, dotar de «nacionalidad», a la preparación nacional es fundamental. Incluye la capacidad de respuesta de la Base Industrial de Defensa para producir o reparar rápidamente equipos, así como la capacidad de adaptar las industrias y las capacidades civiles para apoyar el esfuerzo bélico. Requiere la planificación de acuerdos cívico-militares, incluyendo simulaciones de actuación, un concepto que históricamente ha sido obviado en España. 
  • Sostenimiento de la fuerza. En conflictos de alta intensidad, las Fuerzas Armadas españolas requerirán acceso rápido y sostenido a material, energía, suministros médicos e infraestructura crítica. La mayoría de estas capacidades residen en el sector civil: incluidos puertos, aeródromos y redes de transporte. Una fuerza de fefensa que, en su caso, no pueda ser abastecida, mantenida, ni reforzada, está destinada al fracaso, independientemente de su capacidad de combate.
  • Resiliencia y defensa. Con una alerta estratégica reducida, el territorio nacional, será la Base de Operaciones y, por lo tanto, un objetivo potencial. El apoyo nacional garantiza que las capacidades críticas puedan continuar bajo presión; como la energía, las telecomunicaciones, la alimentación y la gobernanza. Lo que requiere una sólida planificación civil de crisis y una comunicación pública fiable para mantener la cohesión social durante una crisis.

Establecida la necesidad estratégica, la implementación del apoyo nacional a la defensa se enfrenta a varios desafíos sistémicos importantes.

Estrategia

España carece de una estrategia clara y global que, cuando se establezca, vincule formalmente los elementos de la Estrategia Nacional de defensa con las iniciativas de todas las demás carteras gubernamentales, incluidos los departamentos de Infraestructura, Sanidad e Industria, por ejemplo. Habrá que tener en cuenta que las iniciativas nacionales a menudo no son claras en cuanto a su financiación, compromiso y rendición de cuentas en las agencias gubernamentales no relacionadas con la defensa, lo que obscurece un concepto de defensa Nacional verdaderamente integral.

Los procedimientos legales y operativos actuales para dirigir o aprovechar rápidamente los recursos civiles en una crisis, están obsoletos, carecen de suficiente detalle o no han sido probados políticamente intencionadamente. Valga de ejemplo cuando los inversores evalúan las propuestas de startups, se basan en directorios y bases de datos de empresas para comprender qué está surgiendo y su ritmo de maduración, y para decidir dónde centrar su atención. El sector de defensa carece de un sistema de evaluación equivalente.

Además, la industria de defensa española carece de la profundidad y la escala necesarias para un conflicto sostenido y de alta intensidad. Años de priorizar la logística puntual y la eficiencia comercial por encima de la resiliencia y la redundancia han dejado a la base nacional de apoyo vulnerable a las interrupciones. Aumentar rápidamente la producción de artículos clave y mantener el exceso de capacidad para responder a las crisis, en áreas como el armamento y municionamiento guiado, se antoja una tarea enorme y en muchos casos indeseable políticamente.

Superar décadas de bloques burocráticos y mentalidad de tiempos de paz es difícil, lo que genera inercia en la cultura y la gobernanza. Un enfoque coordinado de todo el Gobierno y de toda la nación requiere romper las barreras departamentales tradicionales y establecer bases digitales comunes y datos compartidos, algo que la actual dispersión administrativa de competencias no favorece. Para establecer la preparación nacional se requiere una comunicación clara y creíble, así como la confianza pública en la narrativa de seguridad del Gobierno. Sin ello, los esfuerzos por movilizar a la sociedad podrían verse socavados por la desinformación o el cinismo público respecto a la urgencia y la necesidad de las medidas.

El desafío más urgente de España es transformar el concepto de Apoyo Nacional a la Defensa, desde un objetivo político abstracto a un programa nacional concreto, financiado y con respaldo legal. Este esfuerzo de toda la nación no sólo es deseable, sino que es el requisito fundamental para una disuasión eficaz y la única manera de garantizar que las Fuerzas de Armadas españolas puedan ejercer la defensa. 

Pero la industria de defensa aún carece de una forma de prever el futuro: mapear tecnologías, alianzas y líneas de investigación antes de que lleguen a su destino. Esto incluye programas financiados por el Gobierno, así como inversiones oficiales en tecnología cuántica, inteligencia artificial, manufactura avanzada y espacio. Estos esfuerzos configuran la línea inicial de capacidades de doble uso y rara vez se integran con la visión estratégica de defensa. La innovación es más rápida y está más distribuida de lo que los procesos de defensa pueden absorber. El resultado es una discontinuidad cada vez mayor entre la investigación y la preparación, que es peligroso ignorar.

Cerrar esa brecha requiere una mayor conciencia de la realidad nacional. La defensa necesita visibilidad no solo de quién está contribuyendo al sistema, sino también de quién está operando fuera de él. Esto incluye investigadores de disciplinas singulares y países adyacentes, más allá de las colaboraciones tradicionales. Un bioquímico que desarrolla una terapia a base de plantas podría, deliberadamente o no, estar desvelando el precursor de una novedosa arma química. Un investigador de sensores para la vida silvestre podría estar sentando las bases para tecnologías de inteligencia, vigilancia y reconocimiento de próxima generación. La línea entre avance y amenaza se está difuminando. El uso dual ya no significa militar contra civil. Depende de quién lo use y cómo.

La Semana de Geoeconomía de Helsinki 2025, celebrada del 11 al 15 de agosto, confirmó una realidad insoslayable: el poder económico está ahora inextricablemente ligado a la Seguridad Nacional y la competición estratégica. Los fundamentos cambiantes de la geopolítica erosionan las certezas tradicionales. La necesidad de movilización industrial para el apoyo nacional a la defensa constituye ahora un desafío estratégico crucial. 

Los conflictos recientes han expuesto brutalmente la falacia de confiar en la pura eficiencia. La estrategia y las operaciones se han definido no por los objetivos bélicos, sino por la capacidad industrial de la base nacional de apoyo. La base industrial de defensa no es un mercado normal, tiene un único comprador dominante y, sin embargo, durante décadas, se ha gestionado con una fe perversa en la competencia comercial y el proceso, por encima de la entrega puntual y la resiliencia estratégica. 

Desde hace unas décadas la base industrial de la defensa dejó al margen al usuario final de los productos: las Fuerzas Armadas; para descargar toda su actividad en el cumplimiento del compromiso administrativo que cubriera los requisitos pasados, en muchas ocasiones alejados de las innovaciones que se produjeron en el modo de combatir que reclama la Fuerza hoy.

La HGW 2025 subrayó el creciente consenso de que el orden global se está fragmentando y que la política económica, incluyendo el uso agresivo de la política industrial, ha regresado como una herramienta fundamental de poder. 

La movilización industrial no consiste en la mano dura del gobierno nacionalizando la producción. Se trata, más bien, de formar alianzas público-privadas genuinas y maduras que distribuyan el riesgo, compartan conocimientos y alineen las capacidades soberanas con la estrategia nacional. La Junta de Negocios de defensa de Estados Unidos ha destacado la importancia de las alianzas industriales que permiten ampliar rápidamente la capacidad bajo demanda en una crisis. 

La movilización industrial es la prueba definitiva de la resiliencia nacional. Reconoce que el soporte de la economía de una nación es, en casos extremos, el sustento de sus Fuerzas Armadas. Se preconiza que la previsión estratégica, la planificación industrial deliberada y las auténticas alianzas público-privadas son requisitos indispensables para la seguridad en el siglo XXI. 

La logística, junto con la estrategia y la táctica constituye el tríptico inviolable del arte de la guerra. Como la industria, junto a la política y la acción militar constituyen la manifestación de ese arte.

 Enrique Fojón, analista del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria.

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