The Objective
Internacional

Liubé, la banda pop favorita de Putin que suena tanto en el Kremlin como en las salas de tortura

El grupo, sancionado por la UE, es la banda sonora del patriotismo ruso en su versión más propagandística

Liubé, la banda pop favorita de Putin que suena tanto en el Kremlin como en las salas de tortura

El líder de Liubé, Nikolái Rastorgúyev, es amigo y diputado del partido del presidente ruso.

Cuando no está haciendo un seguimiento de la guerra en Ucrania, Vladímir Putin se refugia en un repertorio muy particular. No es la música clásica de Prokofiev, Shostakovich o Tchaikovsky lo que suena en su despacho del Kremlin, sino Liubé, una banda de pop nacionalista ruso cuya música —según varios testimonios— se utiliza también en las prisiones del régimen durante los interrogatorios.

Liubé, surgido en 1989, es mucho más que un grupo musical. Es la banda sonora del patriotismo ruso en su versión más propagandística, mezcla de melodías populares y marchas castrenses que exaltan el sacrificio, la lealtad y la identidad eslava. Su líder, Nikolái Rastorgúyev, no es solo un cantante célebre: es también diputado de Rusia Unida, el partido que sostiene a Putin. Durante los primeros dieciséis meses de la invasión de Ucrania, el grupo recaudó más de 560.000 euros en conciertos promovidos por el Kremlin, según el medio ruso Agentstvo.

Además, cuenta con el pedigrí en Rusia de haber sido objeto de las sanciones de la Unión Europea y de las plataformas musicales occidentales. Desde 2022, al poco de iniciarse la invasión de Ucrania, este grupo originario de la ciudad de Liúbertsi, fue objeto de las medidas de castigo junto a cantantes muy famosos como Grigory Leps, Oleg Gazmanov, Shaman y Polina Gagarina. A los dos años, el veto alcanzó a plataformas de streaming como Spotify o YouTube.

A ojos del régimen, la cultura no es un espacio de libertad, sino una herramienta más de disciplina. Liubé pone ritmo al relato de una Rusia heroica y asediada por Occidente, la misma narrativa que justifica la censura, la persecución y la guerra. Lo que para Putin es música patriótica, para muchos opositores es simplemente el sonido del miedo.

Música en procesos de tortura

La ONG Media Initiative for Human Rights (MIPL) ha llegado a documentar el uso de música a alto volumen —incluido el himno nacional ruso— como método de presión psicológica en centros de detención controlados por Rusia, especialmente en las zonas ocupadas de Ucrania. Los informes de la organización describen cómo las autoridades penitenciarias reproducen melodías patrióticas durante horas para romper la resistencia de los prisioneros o impedir su descanso.

La práctica no es ajena a la propia Federación Rusa. En 2016, el medio independiente Mediazone publicó un extenso reportaje titulado La música como instrumento de tortura, en el que antiguos reclusos de prisiones rusas describen la reproducción constante de canciones patrióticas a volumen extremo, entre ellas temas del grupo Liubé. El reportaje, basado en testimonios de presos de distintas regiones, ofrecía una visión precisa de cómo la música se ha usado durante años como parte del régimen disciplinario carcelario ruso. El patrón coincide con lo descrito en múltiples informes sobre torturas acústicas, donde el ruido constante sustituye a la violencia física para quebrar la voluntad del detenido.

Así, se hacía referencia a los sucesos de la prisión IK-7 de Segezha, en la república de Karelia, donde —según los testimonios— las palizas en las celdas de aislamiento comenzaban bajo los acordes de Liubé o de otros temas militar-patrióticos. «Allí la música suena desde la mañana hasta la noche, muy fuerte, te golpea los oídos. Llevan años poniendo las mismas canciones. En mis quince días de aislamiento estuve a punto de volverme loco», relataba uno de los presos, identificado con el nombre ficticio de Valeri Petróv.

El abogado y activista Pavel Chíkov, miembro del Consejo Presidencial de Derechos Humanos que visitó la prisión, corroboró esas descripciones: «Los reclusos confirman las palabras sobre las torturas. También hablan de la música a todo volumen; allí Liubé suena constantemente. A las ocho de la mañana ponen al máximo su tema Prorvemsya, ópera, y así hasta el toque de queda».

El uso del repertorio de Liubé también se ha trasladado en cierta forma a la vida civil. Algunos medios reportaron de un episodio ocurrido en Moscú hace dos años en el que agentes de seguridad obligaron a los clientes de un bar a cantar canciones del grupo como castigo por negarse a cumplir una orden policial. El incidente revelaba el carácter simbólico que ha adquirido la música del grupo en el ecosistema represivo ruso.

Por su parte, la Oficina del Representante de la Presidencia de Ucrania para Crimea (PPU) ha denunciado que la administración de ocupación rusa impone listas de música «patriótica» en los espacios públicos de las zonas anexionadas, citando expresamente a Liubé entre los artistas promovidos. Estas órdenes, difundidas a bares y cafeterías de Crimea, forman parte de una política de «reeducación cultural» que busca reemplazar la identidad ucraniana por un nacionalismo emocional de estética soviética.

No solo en Rusia

El uso de la música como herramienta de coerción no es exclusivo del Kremlin. En guerras recientes, desde Afganistán hasta Irak o Guantánamo, se han recogido pruebas de prácticas similares con canciones comerciales reproducidas de forma repetitiva a alto volumen. La diferencia es que en el caso ruso la música de propaganda patriótica cumple la doble función de castigar y adoctrinar.

El presidente ruso, sin embargo, parece haber decidido ampliar sus horizontes sonoros. En un acto celebrado en Moscú esta pasada semana, se le presentó un álbum doble titulado El sonido de Eurasia, que recoge temas de minorías étnicas como los calmucos, los evenk y los tuvinos, con influencias que van desde el folclore budista hasta el electro-punk. La propuesta sorprendió incluso a los presentes, acostumbrados a los himnos patrióticos del grupo favorito de Putin. Margarita Lyangue, miembro del Consejo de Relaciones Interétnicas del Kremlin, entregó el disco al mandatario asegurando que representaba «lo mejor de las canciones de los grupos étnicos de Rusia en estilos completamente modernos».

«Muchas gracias», respondió Putin, sin ocultar su sorpresa ante un proyecto que incluye, por primera vez, la palabra electro-punk en el corazón del poder ruso. El álbum, lanzado con apoyo estatal, pretende mostrar la diversidad cultural del país, aunque en la práctica esas mismas regiones —como Tuvá o Buriatia— han aportado un número ingente de soldados a la guerra contra Ucrania.

Publicidad