¿La crisis más grave de la BBC?
La corporación británica ha cometido errores. Sus dirigentes lo reconocen y dimiten. Qué envidia.

Sede de la BBC en el centro de Londres. | Vuk Valcic (EP)
No ha sido una novedad para unos cuantos, pero el estrépito de la explosión ha sobrepasado todos los límites. La dimisión, este domingo por la noche, del director general de la BBC, Tim Davie, y de la directora de informativos, Deborah Turness, ha desencadenado un terremoto tan global como la audiencia de la veterana British Broadcasting Corporation. Es seguramente la crisis más grave en la historia de unas siglas que son una institución, más que un medio.
Ha sido otro medio de comunicación británico, The Daily Telegraph, el que ha tirado de la manta. El diario publicó la semana pasada un informe interno de Michael Prescott, contratado por la BBC en 2022 para llevar a cabo una revisión de los contenidos de la cadena (las sospechas y protestas sobre su parcialidad vienen de lejos). Prescott dejó su cargo en junio, después de tres años, y elaboró un informe para la corporación al que The Telegraph tuvo acceso y que ha provocado la crisis.
En su memorando, Prescott reveló en particular tres bombas: la edición de un discurso del presidente norteamericano, Donald Trump, que llevaba a la conclusión de que había llamado directamente a la toma violenta del Capitolio del 20 de enero de 2021, la cobertura reiteradamente parcial de los asuntos transgénero y el repetido sesgo anti-Israel en el servicio árabe de la BBC.
Haya hecho lo que haya hecho —y ahora vamos con ello—, la BBC todavía funciona, por muchas críticas que merezca. De ahí la dimisión del director general y de la directora de informativos y el gran debate público que se ha abierto. ¿Hace falta establecer comparaciones con RTVE? Casi mejor no.
La edición del discurso de Trump —dentro de un programa de una productora independiente que la BBC había comprado— daba a entender que había incitado directamente al asalto al Capitolio en 2021. Lo que se ponía en boca del presidente en la versión editada era esto: «Vamos a marchar hacia el Capitolio y yo iré con ustedes, y luchamos. Luchamos con todas nuestras fuerzas, y si no luchan con todas sus fuerzas, ya no tendrán país». Lo que Trump dijo realmente fue esto: «Sé que todos los que están aquí pronto marcharán hacia el edificio del Capitolio para hacer oír sus voces de forma pacífica y patriótica». La expresión «luchamos con todas nuestras fuerzas» la había pronunciado al final del discurso y no estaba vinculada con el Capitolio.
Manipular es una barbaridad, es pura corrupción. En este caso, además, es una estupidez: pues claro que Trump estaba a favor de aquella turba que cometió la barbaridad del asalto al Capitolio, con muertos incluidos. El propio Congreso de EEUU llegó a una conclusión muy similar hace tres años. Pero Trump dijo lo que dijo, no lo que el programa dijo que había dicho. Resultado: ahora es sencillo acusar a la cadena de que manipula; Trump, encantado, se reivindica… ¡y encima les amenaza con una demanda de mil millones de dólares por difamación si la BBC no se retracta públicamente! La cadena ya se ha disculpado a través de su presidente, pero está por ver que la Casa Blanca se dé por satisfecha.
En cuanto a la información sobre asuntos trans, el informe asegura que la cobertura habitual «está censurada por los propios reporteros» y que la BBC está dominada por un punto de vista favorable en todas sus informaciones. En el caso de la guerra de Gaza, se llama la atención sobre el sesgo habitual en contra de Israel. Como uno de los ejemplos, se habla de un documental cuyo narrador era hijo de un líder de Hamás al que no se identificaba como tal. El documental fue retirado hace meses de la oferta de la BBC, que, en todo caso, se ha visto obligada a hacer correcciones en las informaciones sobre el conflicto una media de dos veces por semana desde el ataque del 7 de octubre de 2023. En total, 215 historias rectificadas en dos años, y casi siempre en la misma dirección.
La BBC fue fundada hace más de cien años. Su influencia rebasa las fronteras británicas y su calidad ha estado habitualmente muy por encima de la media, igual que su audiencia. Depende de un consejo con un presidente que se nombra a través de un proceso público supervisado por el Gobierno británico pero formado por personas independientes. Tiene un presupuesto que descansa sobre todo en la suscripción obligatoria de casi 200 euros al año que pagan todos los hogares en los que hay televisión en el Reino Unido, además de otros ingresos comerciales.
Sus estatutos definen a la cadena como medio público obligado a la imparcialidad. Se debe al «interés público» y sus contenidos tienen que ser «imparciales y de alta calidad». Aparte del debate sobre la medida en que ha alcanzado esos objetivos en el siglo largo que lleva en funcionamiento, la BBC ha recibido ataques de todos los grupos del espectro político, aunque los conservadores se han distinguido notablemente en sus críticas. En esta ocasión, el daño reputacional es notable. Habrá que ver cómo sale la cadena de este torbellino y qué medidas toma para evitar este tipo de errores.
Mientras tanto, ¿qué hay que agradecer a la BBC, además de su servicio informativo global durante todo este tiempo? Quizá la manera en la que está abordando esta crisis. El dimitido director general, Tim Davie, ha dicho: «En general, la BBC está funcionando bien, pero se han cometido algunos errores y, como director general, tengo que asumir la última responsabilidad». Increíble: en una sola frase, Davie reivindica el trabajo hecho, reconoce equivocaciones y —lo que es más importante— actúa con responsabilidad y dimite. Qué envidia.
