El Foro de Davos claudica ante Trump y recorta su agenda 'woke' para contar con su presencia
Aparta los asuntos climáticos, de género y de sostenibilidad para adaptarse a las exigencias de Washington

Pedro Sánchez ha sido un habitual del Foro de Davos desde 2019. | EFE
El Foro Económico Mundial de Davos (WEF) ha aceptado modificar el contenido de su próxima cumbre para asegurar la presencia del presidente estadounidense Donald Trump en enero de 2026. Según fuentes próximas a las negociaciones citadas por algunos medios estadounidenses, los organizadores ofrecieron garantías expresas a Washington de que los temas considerados woke —diversidad, empoderamiento femenino, cambio climático, justicia social o financiación para el desarrollo— no ocuparán un lugar central en la agenda. Este giro marca un cambio significativo en la línea programática de las conferencias, impulsora de debates vinculados al clima, la igualdad y la sostenibilidad, y a los que anualmente ha sido un constante asiduo Pedro Sánchez.
Trump no asistía en persona a Davos desde 2018, cuando pronunció un discurso centrado en la defensa de la industria estadounidense y en la necesidad de fabricar en su país. Desde entonces, sus intervenciones se habían limitado a apariciones virtuales o posicionamientos indirectos. Ahora, su vuelta se produce en un contexto geopolítico más tenso y con una administración estadounidense que sitúa la lucha contra la «ideología woke» en el centro de su acción interior y exterior. La Casa Blanca considera que Davos puede servir como plataforma para proyectar una narrativa económica soberanista en un momento marcado por disputas comerciales, relocalización industrial y competencia tecnológica global.
Un regreso con condiciones
Aunque el Foro insiste en que no recibe instrucciones de gobiernos y que mantiene independencia editorial, algunos interlocutores familiarizados con los contactos admiten que «es habitual ajustar temas y enfoques cuando se negocian participaciones de jefes de Estado». En esta ocasión, sin embargo, el alcance de los ajustes ha sido mayor de lo habitual si deseaban contar con la presencia física del mandatario estadounidense. De este modo, miembros de la administración norteamericana trasladaron al WEF la necesidad de aligerar el peso de las cuestiones climáticas y sociales en las conferencias principales.
El WEF ha enmarcado la cumbre de 2026 bajo el lema «Un espíritu de diálogo», una formulación más neutra en comparación con los títulos de los últimos años. La dirección del Foro sostiene que el encuentro se centrará en cooperación internacional, innovación, seguridad económica, crecimiento y gobernanza tecnológica. Este enfoque contrasta con la agenda de 2019 y 2020, dominada por intervenciones de activistas de izquierdas como Greta Thunberg y por el debut del proyecto «Gran Reseteo», presentado como una transformación del capitalismo hacia modelos sostenibles. Para el equipo de Trump, aquellas ediciones condujeron a una deriva que consideran incompatible con los intereses industriales de Estados Unidos y ajenas a su visión económica.
Dentro del Foro, voces internas reconocen que el giro responde también a un contexto global diferente. La fragmentación geopolítica, el ascenso de potencias revisionistas y las tensiones en las cadenas de suministro han impulsado a Davos a adoptar un tono más pragmático y menos conceptual. Según estas fuentes, la dirección del WEF quiere evitar que la cumbre sea percibida como un evento alejado de los problemas reales de las economías avanzadas y emergentes. En ese marco, el regreso de Trump se interpreta como una oportunidad para reactivar la centralidad del Foro en un momento de repliegue del multilateralismo establecido tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Reacciones internacionales
El cambio no ha pasado desapercibido para los gobiernos europeos. Algunos diplomáticos han interpretado la decisión como una cesión excesiva a la presión norteamericana. Otros, más pragmáticos, consideran que la presencia de Estados Unidos en Davos puede servir para desbloquear negociaciones sobre comercio, seguridad tecnológica o transición energética, cuestiones paralizadas desde hace años. Las grandes empresas internacionales, por su parte, se mueven con cautela. Valoran la posibilidad de tener acceso directo a la administración estadounidense en un foro de alto nivel, pero alertan del coste reputacional que podría derivarse de la percepción de que Davos ha rebajado sus compromisos ambientales y sociales.
Sin embargo, para la administración Trump, la victoria es doble. Por un lado, el presidente evita aparecer en un escenario donde predominen discursos que critican su política climática o su política en derechos civiles. Por otro, refuerza ante su electorado la idea de que está dispuesto a plantar cara a instituciones globales que considera influidas por la «élite progresista». En un clima político estadounidense marcado por la polarización, el gesto permite a Trump reafirmar su discurso sin renunciar al impacto económico y diplomático que supone acudir a Davos.
El episodio también sirve para poner de relieve las tensiones existentes entre globalización y realineamiento geopolítico. Davos nació como un espacio de diálogo destinado a fomentar consensos económicos internacionales, pero la edición de 2026 se perfila como un foro más condicionado por la rivalidad entre potencias y por la batalla cultural alrededor del papel de las políticas climáticas y sociales. Lo que tradicionalmente era un lugar de encuentro para impulsar agendas globales se está convirtiendo en un espacio donde cada país, especialmente los más poderosos, intenta delimitar los temas que le resultan aceptables.
Resta por ver si este cambio será coyuntural o marcará un nuevo ciclo. Algunos expertos consideran que la renuncia parcial a los temas habituales del Foro puede reducir su relevancia entre gobiernos, científicos, organizaciones internacionales y responsables de políticas públicas. Para otros, el giro refleja simplemente la necesidad de adaptarse a un mundo donde los grandes consensos ideológicos se han roto y donde la búsqueda de puntos de encuentro exige, en ocasiones, sacrificar parte de la agenda original.
Lo que parece claro es que Davos 2026 será un espejo fiel del momento global con menos idealismo, más pragmatismo y un esfuerzo evidente por atraer a actores que durante años se habían distanciado del Foro.
