Enfado entre los diplomáticos al superar Celaá su edad obligatoria de jubilación
Los 72 años que tiene la exministra de Educación son un umbral prohibido para los diplomáticos, que están obligados a dejar de ser funcionarios a los 70
La solicitud de plácet que el Gobierno ha enviado al Vaticano para que Isabel Celaá sea la próxima embajadora ante la Santa Sede se ha recibido en el Ministerio de Asuntos Exteriores como una falta de consideración hacia los propios diplomáticos. En primer lugar, por su condición de política ya que este gremio de la Función Pública lleva mal el intrusismo. Pero, sobre todo, por la edad de la exministra de Educación.
Los 72 años que tiene Celaá son un umbral prohibido para los diplomáticos, cuya jubilación obligatoria como funcionarios es a los 70. Una situación que les lleva a ser cesados en la mayoría de los casos el mismo día de su aniversario, por lo que es una fecha muy sensible para este colectivo. En especial, por las décadas de trabajo al servicio del Estado que dejan atrás.
Un buen número de embajadores desearía estar algún año más trabajando para el país, pero no les dejan por su condición de funcionarios públicos, así que esta deferencia que se tiene ahora con la exministra ha sentado muy mal entre algunos diplomáticos por el agravio comparativo hacia ellos.
Además, Celaá sustituirá en Roma a la diplomática María del Carmen de la Peña, quien acaba de cumplir tres años destinada en el Vaticano y a la que le falta solo un año para la citada jubilación, por lo que es muy difícil que tenga un puesto relevante en Exteriores cuando regrese a Madrid con los 69 años que tiene en la actualidad. Varios de sus compañeros de promoción temen que se quede «haciendo pasillo» en el ministerio, es decir, sin cometido alguno, por lo que creen que con este relevo se está mostrando a De la Peña «la puerta de salida» para una jubilación anticipada.
Una vez que la Santa Sede dé su consentimiento al plácet de Celaá y el Consejo de Ministros ratifique el nombramiento, habrá seis embajadores políticos destinados al mismo tiempo en el extranjero, una cifra que no se veía desde la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando se llegó a ocho.
Séptima embajadora afín al PSOE
Tras la moción de censura de mediados de 2018, Sánchez colocó al exalcalde socialista de Lérida Ángel Ros en Andorra, al exdirigente valenciano Juan Andrés Perelló en la UNESCO –quien acaba de ser sustituido por el exministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes– y al exmiembro de la Ejecutiva del PSOE Manuel María Escudero en la OCDE.
Y a principios de 2020, tras la constitución del Gobierno de coalición, le siguieron otros dos nombramientos ajenos a la Carrera Diplomática: el de la exministra de Sanidad Carmen Montón en la Organización de Estados Americanos (OEA) y el ‘desconocido’ Ángel Martín Peccis, de quien luego se supo que fue una elección impuesta por José Luis Ábalos a Arancha González Laya en el Consejo de Ministros, fruto de la amistad que se profesaban el entonces ministro de Transportes y el director de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) en Colombia.
Por lo tanto, Celaá será la séptima embajadora afín al PSOE en apenas tres años y medio, y la tercera exministra de Sánchez que consigue dirigir una legación diplomática tras Montón y Rodríguez Uribes. Una situación que se asemeja a la persistencia en la que incurrió Zapatero a la hora de utilizar las embajadas de España en el extranjero para dar premios de consolación a ministros que quedaban descolgados en las remodelaciones de Gobierno o bien, para complacer a algunos dirigentes socialistas tras salir de la primera línea política.