Los dos mejores momentos del día para ducharse (si quieres cuidar tu salud)
Más allá de una cuestión de higiene, una ducha diaria —o dos— implica más beneficios de los que pensaríamos
Más allá de lo higiénico y necesario, la ducha tiene un componente de ritual cotidiano que nos ayuda a estructurar el día. Bien sea para despabilarnos o bien sea para preparar el descanso, ducharse trasciende al simple hecho de limpiarse. Quien dice ducha dice baño, evidentemente, pero sabemos que el tiempo y la racionalidad del agua no acompañan.
Más allá de eso, los componentes son similares. Agua —más o menos caliente—, algún jabón, champú, la esponja a mano y luego nuestro carrusel —también más o menos abundante— de productos con los que cuidar nuestra piel. Sin embargo, si nuestro cuerpo avalase el mejor momento para ducharnos, tendría ciertas dudas.
Nos pone entre la espada y la pared en el buen sentido, ya que las ventajas de un momento se contradicen con las del otro momento ideal. Sin embargo, aunque estemos tentados, hay un momento del día en que la ducha, por norma general, no es especialmente relevante.
Partiendo de que la ducha idónea depende de tiempo y temperatura —no por pasar más minutos en ella o con agua caliente será mejor—, la obviedad nos lleva a convertir dos momentos antagónicos del día en el ‘punto dulce’ de la higiene diaria. Por un lado, la virtud del despertar y, por el otro, la de relajarnos y prepararnos para la cama.
Los dos mejores momentos del día para ducharse
Huelga decir que la libertad de ducha abarca las 24 horas del día y que nadie va a recriminar que nos duchemos cuando nos apetezca. Solo faltaría, claro. También de que nos duchemos cuantas veces queramos, aunque no necesariamente va a ser del todo beneficioso llegado un punto.
Cambia el tempo, es evidente. Un verano caluroso nos exige más paradas por boxes para refrescarnos de las que demanda el verano. También pasa cuando nos enfrentamos a climas demasiado húmedos, donde la sensación pegajosa de calor y alta humedad ambiental nos obligan a pedir clemencia bajo el cabezal de la ducha.
Sin embargo, si apelamos a un carácter práctico, con un par de duchas al día bastaría si queremos llevarnos con ella todas sus beneficios. No significa que ducharnos solo una vez sea malo o, peor aún, que nos señale como higiénicamente deficitarios. Bien puede catalogarse el mundo entre los defensores de la ducha matutina y los abanderados de la ducha nocturna.
Como veremos, ambos tienen parte de razón y, sin que sirva de precedente, el término medio no ostenta aquí la virtud. O por qué no debemos ducharnos a mitad del día salvo que las circunstancias lo obliguen.
Beneficios de ducharse por la mañana
Ducharse por la mañana, a veces tortura si es invierno, tiene ventajas a nivel mental y a nivel físico, y ambos están relacionados. En lo físico, una ducha matutina nos puede ayudar a despabilar a nuestra aletargada circulación sanguínea, adormecida después de varias horas de reposo. Ese standby al que empujar al precipicio alicatado de la ducha para que la presión arterial despierte y recuperemos el pulso tras el reposo.
Un cierto despeje que puede realizarse además con agua no demasiado caliente. Si conseguimos vencer a la tentación y apostar por agua tibia o algo más fresca de lo habitual. Además, las ventajas del agua fría —no helada— se asocian a una potenciación del sistema inmune y a una piel y un pelo más brillantes porque no eliminamos la hidratación natural del cuerpo.
Además, la ducha fría, como ligero sufrimiento, tiene un cariz psicológico. Nos convierte en una suerte de espartanos por permitirnos enfrentarnos a este pequeño incordio. También calma la irritación de la piel, se asocia a una potencial pérdida de peso —porque el corazón bombea más rápido la sangre para mantener la temperatura y eso quema calorías— o reducir el estrés después del deporte. Aquí, la virtud se multiplica porque venas y arterias se ‘contraen’ y la vasoconstricción hace que la sangre llegue más rápidamente a los músculos.
Beneficios de ducharse por la noche
Termina un día agotador en el que, además de trabajar, quizá has hecho también algo de deporte o batallado con el resto de avatares cotidianos. Te mereces una ducha, lo sabes y, por supuesto, te niegas a que el frío vuelva a apoderarse de tus cansados músculos.
Apuestas por la relajación y por el agua caliente —o tibia, recuerda la temperatura ideal—. La vasodilatación provocada por el calor convierte arterias y venas en autopistas por las que la sangre circula más oxigenada. Esto también permite que nuestra cabeza se despeje. Al mismo tiempo, la estimulación de la circulación permite llenar nuestros músculos de sangre y ayudamos a regenerarlos.
Si le sumamos eliminar toxinas acumuladas durante el día, encontramos en este momento la opción ideal para ir a dormir limpios y descongestionados. Además, literalmente, ya que el vapor de una ducha caliente ensancha las vías aéreas y las fosas nasales, ayudando a nuestra respiración. Como colofón, nos pondremos un limpio pijama y no llevaremos a la cama la suciedad, más o menos notable, del día.
La tarde, el momento a evitar
Una ducha vespertina o a media tarde se queda en tierra de nadie. Además, ya te explicamos que no es conveniente que nos duchemos después de comer. Nos plantamos así, salvo que no haya más remedio, en un momento del día en que ni estamos demasiado ‘sucios’ para exigir una ducha extra ni tan apagados que necesitemos un empujoncito a base de agua fría.
No será mala, evidentemente, pues ducharse no va a tener nada de perjudicial. Lo único evidente es que los beneficios no alcanzarán a los momentos de higiene matutina o nocturna. Somos libres de hacerlo y seguramente a muchos de vosotros os vendrá de fábula, pero no es el momento más indicado.