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Bebidas energéticas: los riesgos de un producto repleto de cafeína

Las bebidas energéticas están en el día a día de más del 40% de los jóvenes europeos, pero no son productos inocuos

Bebidas energéticas: los riesgos de un producto repleto de cafeína

Un hombre coge una bebida energética de una nevera. | ©Unsplash.

Bajo la atenta mirada del Ministerio de Consumo y del ministro Alberto Garzón, volcado desde hace varios años en reducir la cantidad de azúcar de la dieta de los españoles, sobre todo en la de los menores, el foco se dirige también desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) al terreno de las bebidas energéticas.

La realidad, como muestra un grupo de trabajo de la propia AESAN, es que las bebidas energéticas se mueven en un limbo opaco que no es realmente una categoría legal, sino meramente comercial. De este modo, el Comité Científico sobre la Alimentación Humana de la Comisión Europea (SCF) de 1999 (SCF, 1999) explicaba que «ni es un término legal acordado para una categoría de alimentos en la UE ni el Comité ofrece opinión alguna sobre si las afirmaciones de que estas bebidas proporcionan energía, en el sentido nutricional convencional, están científicamente justificadas».

De esta manera, la clasificación FoodEx2, desarrollada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés) en 2015 incluía dentro de bebidas energéticas a «bebidas funcionales no alcohólicas que, generalmente, contienen cafeína y otros ingredientes como vitaminas o taurina» y que sirve, no como definición, sino como descripción clasificatoria, como prueba otro de los trabajos de AESAN.

Dentro de esa opacidad, es la AESAN la que recientemente ha publicado una serie de consejos sobre cómo afrontar el consumo de las bebidas energéticas, pues pueden tener grandes cantidades de azúcar, de cafeína o de taurina, además de venderse en formatos relativamente grandes (latas de 330 ml o de 500 ml) y además orientadas a un consumo de un público juvenil y adolescente.

Los riesgos de las bebidas energéticas

Habituales en el día a día de muchos jóvenes, el abuso de las bebidas energéticas puede tener toda una serie de sintomatologías asociados a esa ingesta de cafeína. Entre los cuales, tras reunir un grupo de trabajo coordinado por la propia AESAN en el que intervienen organismos públicos y entidades privadas e industria, se habla de efectos fisiológicos no deseados. Ejemplifican así con «desde la alteración del sueño, tanto en el tiempo necesario para conciliarlo como su duración, hasta efectos psicológicos y alteración del comportamiento, así como trastornos cardiovasculares».

Una realidad que también es susceptible, según la misma información de AESAN, de que «un consumo regular de cafeína puede causar dependencia física moderada a partir de 100 mg/día y tolerancia a esta sustancia». Por este motivo, apuntan además que «el consumo de más de 60 miligramos de cafeína en adolescentes de 11 a 17 años (unos 200 mililitros de bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml) puede provocar alteraciones del sueño».

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De media, según AESAN, las bebidas energéticas tienen la misma cantidad de cafeína que un café. ©Unsplash.

A partir de ahí, en torno a «los 160 miligramos de cafeína (una bebida energética de 500 mililitros con 32 mg de cafeína por cada 100 ml) puede provocar efectos adversos generales para la salud: efectos psicológicos y alteraciones comportamentales y trastornos cardiovasculares».

Para poner negro sobre blanco estas cantidades, conviene prestar atención a la traslación a otros productos. Las bebidas con alto contenido en cafeína deben explicar en su etiquetado que lo son, llegando a esta categoría cuando aportan más de 15 miligramos por cada 100 mililitros de bebida. De media, en la valoración de AESAN, las bebidas energéticas suponen 32 mg por cada 100 ml. Es decir, una lata de 250ml supondría la misma cafeína que un café expreso.

El consumo de bebidas energéticas entre los jóvenes

Para ello, conviene además explicar los datos que se vierten de un estudio realizado por la doctora Silvia Zucconi en 2013 que sintetizaba a esos jóvenes y adolescentes consumidores de bebidas energéticas. Medido entre adolescentes europeos (entre 10 y 18 años), el consumo medio se estima en dos litros al mes. Sin embargo, un 12% de los consumidores asumían beber entre cuatro y cinco veces por semana estas bebidas, lo que ofrece un ratio de siete litros mensuales.

Aún más preocupante es el de los que se catalogan como consumidores muy agudos (también un 12%) y que supone una ingesta de litro de bebida energética por ocasión. Según el informe, el 16% de los encuestados eran consumidores ‘crónicos elevados’ con un volumen medio cercano al litro por semana.

Cómo limitar su ingesta

Del mismo modo que se aleja el café de los menores, las bebidas energéticas pasan de soslayo, además con una cantidad elevada de azúcar, directamente a la dieta de los adolescentes europeos. En ese sentido, además de limitar su consumo, la AESAN insta a ciertos grupos que debieran evitar su consumo, entre los que citan los siguientes:

  • Niños y niñas, adolescentes, mujeres embarazadas y mujeres en período de lactancia.
  • Personas con hipertensión o problemas cardiovasculares.
  • Personas que padezcan alteraciones del sueño.

En un sentido similar, no solo las recomendaciones de la AESAN van a los casos evitables, sino a los casos de ciertas precauciones. De esta manera, avalan que se limite la ingesta o no se consuma en determinadas situaciones. Por ejemplo, citan:

  • No combinarlas con bebidas alcohólicas.
  • No tomarlas para rehidratarse después de hacer deporte.

Bajo esas recomendaciones, las explicaciones de la AESAN comentan «estudios recientes demuestran que el consumo de alcohol mezclado o en combinación con bebidas energéticas conduce a estados subjetivos alterados». En tal caso, estos incluirían «una disminución de la percepción de intoxicación etílica».

En un rango similar, inciden en que no son bebidas diseñadas para la rehidratación y que, por tanto, «no deben sustituir a la hidratación y recuperación de metabolitos por medios convencionales como el agua o, en su caso, a través de bebidas isotónicas».

Comentarios que suman a las necesarias previsiones médicas cuando el consumidor presenta ciertos cuadros clínicos asociados. Es el caso de la hipertensión o las alteraciones del sueño, cuyos síntomas se pueden ver agravados. En ese ejemplo, la recomendación pasa por «consulta con tu profesional sanitario la idoneidad de consumir estas bebidas».

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