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Siete rincones no (tan) turísticos de Florencia

La capital de la Toscana es una de las ciudades más bellas de Europa y una de las que más visitantes recibe en cualquier época del año. Recorremos sus calles en busca de rincones en los que poder refugiarse de las masas.

Siete rincones no (tan) turísticos de Florencia

Foto: Jannes Jacobs | Unsplash

Leer o escuchar la palabra Florencia nos lleva a pensar en el Renacimiento, en la familia Medici, en arte y en belleza. Sin duda, es una de las ciudades más bonitas de Italia y probablemente del mundo. También es una de las que más turistas atraen durante prácticamente todo el año por lo que hacer cola será casi inevitable para visitar algunos de sus puntos más emblemáticos.

Es cierto que hay algunos enclaves de la ciudad que uno no se puede perder cuando la visita por primera vez: el Duomo y las impresionantes vistas desde su cúpula, la Piazza de la Signoria, el Palazzo Pitti o el David de Miguel Ángel, una escultura realmente sobrecogedora, son solo algunos de ellos. Pero hay otros lugares menos conocidos o menos explotados (por el momento) en los que refugiarse de las masas que pasean a diario por sus arterias más céntricas.

Como nota: saber que olvidar que casi todas las visitas son de pago y que tomar una cerveza en Florencia (al igual que en toda Italia) es bastante más caro que en España (una birra de 40cl no cuesta menos de 5 euros) evitará que nos llevemos sorpresas.

Foto: Jonathan Körner | Unsplash

San Miniato al Monte y los cánticos gregorianos

Cuando uno visita Florencia no se puede perder las espectaculares vistas que se obtienen desde diversos puntos de la ciudad. Uno de los puntos más emblemáticos (aunque la entrada cuesta 30 euros e incluye también la subida al Campanario de Giotto, el Museo de la Ópera del Duomo, el Baptisterio de San Giovanni y la antigua basílica de Santa Reparata que se encuentra bajo la actual catedral) es desde la cúpula de la Catedral de Santa Maria del Fiore. El otro punto es la Piazza de Michelangelo, al otro lado del río Arno, subiendo por una cuesta empedrada (también se puede ir en autobús) que bien se puede hacer con la compañía de un helado. Allí se concentra la mayoría de turistas con sus bebidas para ver el atardecer y observar cómo se ilumina la ciudad cuando cae el sol.

Sin embargo, hay otro punto aún más alto y con mucha menos afluencia de gente. Se trata de San Miniato al Monte, un lugar con un mirador, una basílica y una abadía de la que toma el nombre. Desde allí, las vistas de la ciudad se abren en una panorámica que hace las delicias de los amantes de la fotografía. Pero hay algo más, algo que puede resultar muy curioso: cada día a partir de las 19.00 en la iglesia de San Miniato al Monte, uno de los mejores ejemplos de arquitectura románica de la Toscana, los monjes benedictinos ofrecen una misa en la que entonan cantos gregorianos. ¿A alguien se le ocurre una mejor manera de ver el atardecer en una ciudad de la que es imposible salir sin haber padecido el Síndrome de Stendhal?

Foto: MattTwyman | Unsplash

El Palazzo Vecchio: sus salas y sus vistas

Florencia está llena de plazas y todas ellas tienen su punto de interés. Sin duda, las más conocidas y bellas son la Piazza del Duomo y la Piazza de la Signoria, una enorme explanada en la que vemos una preciosa fuente de Neptuno esculpida por Bartolomeo Ammanatti entre 1563 y 1566 y una réplica del David de Miguel Ángel (el original se encuentra en el Museo de la Academia y su entrada cuesta 12 euros) situada en la entrada del Palazzo Vecchio. Este palacio, obra de Adolfo di Cambio, fue la vivienda de Cosimo I y Eleonora de Toledo pero este espacio con forma de fortaleza no entusiasmó a la duquesa. La razón era sencilla: no tenía jardín.

Cruzando el río Arno la familia Pitti se estaba construyendo un palacio de grandes dimensiones pero esta se arruinó y Eleonora de Toledo decidió comprarlo y convenció a Cosimo I para trasladarse allí, donde mandó construir los Jardines de Boboli, otro de los puntos de interés de la ciudad. Tras su mudanza en 1556 la antigua residencia pasó a llamarse Palazzo Vecchio y fue usado como edificio del gobierno de la ciudad.

En la actualidad, en su interior se encuentran las oficinas del Ayuntamiento y algunas de las estancias funcionan como museo por el valor de algunos de los murales de artistas importantes como Ghirlandaio, Bronzino o Giorgio Vasari que alberga. La entrada cuesta 17 euros y te permite disfrutar de las estancias y de unas vistas a la ciudad, con la imponente cúpula del Duomo muy cerca, de las que es imposible cansarse.

Foto: Square Lab | Unsplash

Corredor Vasari

Los Medici, una de las familias más importantes de la Florencia renacentista, tenían, por supuesto, familias enemigas y su aprecio por parte de la población había ido disminuyendo en los últimos tiempos. Con el traslado del domicilio al Palazzo Pitti, Cosimo I tenía que atravesar a diario una distancia de algo más de un kilómetro y tenía miedo de que le pudiera ocurrir algo en el trayecto. De modo que en 1564 mandó construir un corredor que uniera ambos lugares para no tener que transitar las calles y exponerse a un peligro real.

Fue Giorgio Vasari quien diseñó esta pasarela que une ambos espacios y atraviesa lugares como los Jardines Boboli o el Ponte Vecchio, lugar en el que entonces se situaban varias carnicerías que fueron reemplazadas por joyerías para evitar que al gobernante le llegaran los olores de los comercios. En la actualidad, este corredor cuenta con un millar de pinturas del siglo XVII al XVIII y una colección de autorretratos de Filippo Lippi, Rembrandt, Velázquez o Ensor. Aunque es posible acceder a él comprando una entrada aparte a la de la Galería Uffizi, en la actualidad se encuentra cerrado para ser restaurado aunque se prevé que se reabra al público durante este 2022.

Foto: Aitor Camarzana | The Objective

Piazza Santa Trinita

Ya hemos comentado que Florencia está llena de plazas en las que merece la pena detenerse y Piazza de Santa Trinita es una de ellas. No es muy grande, tiene forma irregular y es más un espacio de tránsito. Sin embargo, tiene varios puntos de interés. El primero, la gran columna de granito que se sitúa en el centro de la plaza a la que en 1581 se sumó una estatua que representa la justicia (véase la balanza que cuelga de sus manos). La plaza está rodeada, además, por tres edificios que han sido importantes para la ciudad. Por un lado, el Palazzo Spini Feroni, cuya construcción fue encargada por el banquero Geri Spini en 1289. En 1930 el edificio fue comprado por el diseñador de zapatos Salvatore Ferragamo y en 1995 se convirtió en una casa-museo dedicada a la figura del diseñador.

Otro de los enclaves es el Palazzo Buondelmonti, un clásico edificio renacentista, y el manierista Palazzo Bartolini Salimbeni, residencia de pudientes familias y convertido después de un hotel donde se alojaron personalidades como Herman Melville. Hoy en día, el edificio alberga la colección de arte moderno y contemporáneo de Alberto Casamonti. Además, en uno de sus costados nos encontramos con otro punto de interés: la iglesia de Santa Trinita.

Iglesia de Santa Trinidad

Esta iglesia se construyó en el siglo XI pero a lo largo del tiempo sufrió varias reconstrucciones de modo que la fachada que vemos, realizada en estilo manierista y obra de Bernardo Buontalenti, está fechada entre 1593 y 1594 y el relieve de la puerta principal pertenece al artista Pietro Bernini y Caccini. En su interior nos topamos con varias capillas que fueron encargadas por familias pudientes de la ciudad que merecen la pena ser vistas (la entrada es gratuita pero no se permite hacer fotografías). La más importante de ellas es la denominada Capilla Sassetti, decorada con varios frescos que representan a San Francisco de Asís. Se dice que es la obra maestra de su autor: Domenico Ghirlandaio. La otra capilla es conocida por las pinturas de estilo gótico de Lorenzo Monaco, maestro del genio Fra Angelico.

Foto: Charles Büchler | Unsplash

Mercato Centrale

¿A quién no le gusta la chispeante vida que hay en los mercados? Cada vez son más los espacios en los que se puede tanto hacer la compra como tomarte una cerveza. En Florencia uno de esos lugares en los que pasar un buen rato es el Mercato Centrale, en cuya segunda planta puedes sentarte a probar bocados de la gastronomía italiana y regarlo con unos vinos o cervezas. Las mesas son corridas y es muy posible que te toque compartir mesa con más gente, lo que puede propiciar conversaciones y sinergias.

Foto: Grobery | Flickr

Comer un lampredotto

Este bocadillo típico florentino no es para todos: está hecho con el cuarto estómago de la vaca. Lo sazonan con muchas especias y se le puede añadir picante o no, al gusto del consumidor. I Maledetti Toscani, muy cerca de la Piazza de la Republica, es uno de los mejores sitios para probar este plato típico de la ciudad. El establecimiento es muy pequeño y tan solo tiene una mesita al fondo por lo que lo habitual es coger el bocadillo y una cerveza o refresco de la nevera para llevar y sentarse en alguna de las plazas cercanas. Normalmente suele haber largas colas de gente esperando para degustar esta especialidad así que paciencia.

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