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Helados: lo que deberías saber antes de comerlos este verano (por tu salud)

Tentación veraniega por excelencia, abusar de los helados en cualquiera de sus versiones puede suponer un ataque directo a nuestros michelines

Helados: lo que deberías saber antes de comerlos este verano (por tu salud)

Barquetas con helados de diferentes sabores. | ©Unsplash.

A nadie le amarga un dulce, y menos cuando es refrescante y nos palia las duras tardes de primavera o verano. El termómetro no da tregua y los helados, independientemente de su origen, se convierten en soluciones siempre apetecibles. Para todos los públicos, como premio o simplemente por un ‘porque yo lo valgo’, su presencia estival cada vez está más adelantada.

Las opciones son infinitas, pero eso no quiere decir que convirtamos los helados en un refresco o en un postre recurrente. Ni tan siquiera por confiar en su contenido en fruta, pues lo más habitual es que los porcentajes reales de fruta sean bastante bajos. También conviene hacer distinciones entre los diferentes tipos de helados, una categoría que incluso está legislada.

Para ello hay que aferrarse al Real Decreto 618/1998, que estipula las diferentes clasificaciones de helados, en función de porcentajes de grasa o de tipo de ingredientes. Como puede ser entendible, no vamos a hablar igual de un helado crema o de un sorbete. O incluso de las diferencias que hay entre un helado de leche y un helado de agua.

Por estos motivos, hay que poner sobre la mesa las realidades que trascienden de la heladería patria. Da igual que sean artesanales o industriales, como tampoco importa que sean tarrinas o cucuruchos, sino que su importancia está en la composición nutricional.

Razón que nos debe preocupar más de la cuenta, pues los ingredientes de los helados. No olvidemos que, como en todo dulce, no son los mejores amigos de una dieta equilibrada. Siempre tenidos en cuenta como consumo esporádico, abrir la veda de los helados supone enfrentarse a un mundo de gramos de más.

Qué tipos de helados existen

No hablamos de vainilla, chocolate o cortes de sándwich, sino de una categorización regulada, que estipula cómo podemos llamar a los helados en función de su composición. Luego, como es lógico, estas composiciones serán las que nos pongan sobre aviso de los riesgos nutricionales de unos y otros.

  • Helado crema: contiene al menos un 8% de materia grasa de origen lácteo y un 2,5% de proteínas también lácteas.
  • De leche: necesita un 2,5% de materia grasa láctea y un 6% de extracto seco magro lácteo.
  • De leche desnatada: 0,3% de materia grasa láctea máxima y, como mínimo, un 6% de extracto seco magro lácteo.
  • Helado: un 5% de materia grasa alimenticia (puede tener una grasa vegetal, por ejemplo) y todas sus proteínas deben ser de origen lácteo.
  • Helado de agua: su masa debe tener al menos un 12% de extracto seco total.
  • Sorbete: al menos un 15% de frutas en su masa y como mínimo un 20% de extracto seco total.

Como vemos, los helados para su categorización hablan principalmente de porcentajes grasos y de extracto seco (los saborizantes con los que cuentan). A nivel legislativo no hablamos en ningún caso de los azúcares añadidos, caballo de batalla que conviene examinar a continuación.

Los riesgos nutricionales de los helados

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Existe una legislación que categoriza los helados en función de los porcentajes de sus ingredientes. ©Unsplash.

Insistimos en que los helados deben ser tenidos en cuenta como elemento de consumo esporádico y nunca habitual. Sean del tipo que sean, su presencia en la pirámide nutricional está en la parte superior. Por tanto están en la zona que comparten con los dulces, categoría a la que nutricionalmente pertenecen.

Concebirlos como un elemento más ligero por su textura o por su frescura es un error. Común pero error, pues es posible que veamos más fácil de tomar un helado de nata que un bol con nata montada. Algo que también podría ocurrirnos en el caso del chocolate, del caramelo o de otras formas de tomar dulces.

Grasas totales y grasas saturadas

Por eso nuestro mejor aliado siempre será la información nutricional. En este caso, hemos de prestar atención a sus ingredientes. Es muy habitual que la primera presencia sea la de la nata pasteurizada o de leche en polvo desnatada. Además son los elementos más comunes en helados crema o helados de leche. Para comprobar esto, nada mejor que ver la información nutricional y la presencia de grasas.

Es muy frecuente que hablemos de entre un 17% y un 24% de grasas totales en un helado crema o en un helado de leche, de las cuales la mayor parte suelen ser grasas saturadas. En estos ratios, suponiendo una medida estándar del helado en los 100 ml, supone ingerir alrededor de 17 y 24 gramos de grasas totales.

En el caso de los helados de agua y los sorbetes estos valores bajan sustancialmente, pero no significa que estén exentos de ciertos riesgos que veremos a continuación.

Azúcares añadidos

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Generalmente los helados de agua y los sorbetes tienen menos azúcar que los helados crema, pero aún así hay que vigilarlos. ©Unsplash.

Sin embargo, la gran batalla de los helados está en los azúcares añadidos. No olvidemos que es un postre y, aunque la industria ha ido reduciendo la cantidad de azúcar total, sigue teniendo un porcentaje no desdeñable. En helados muy presentes en nuestro día a día como son los bombones o las tarrinas más recurrentes vemos un 25% de azúcar en el total del helado, razones que desaconsejan el consumo habitual.

Podríamos pensar que las opciones entre sorbetes y helados de agua serían la panacea, pero no es así. Sobre todo porque la mayor parte de ellos recurren a concentrados de frutas o de zumos de frutas para dar su sabor, cumpliendo con un mínimo legal establecido. A ello hay que sumar que no solo introducen azúcar sensu estricto, sino también bajo otras denominaciones. Como es lógico, conviene distinguir entre carbohidratos y azúcares.

Es el caso del jarabe de fructosa o del jarabe de glucosa, que siguen siendo azúcares añadidos. Aún en la tesitura de que helados de agua y sorbetes (rondan el 15% del peso total en azúcares añadidos) tienen menos azúcar que un helado crema (estos suelen superar el 25% del total del peso en azúcares) siguen sin ser postres de uso cotidiano.

El problema añadido del desconocimiento

Enfrentarnos a una información nutricional es más sencillo cuando tenemos el etiquetado bien presente. Suele pasar con los helados industriales, pero a veces topamos con cierta desinformación. Cuando tenemos todo bien explicado sabemos ingredientes y peso, estipulado en el envase, pero hay momentos que complican la decisión.

Hablamos de helados artesanos o helados a granel que nos sirven directamente en la tarrina o el cucurucho. Este último, por cierto, otra forma más de meter calorías y azúcar al resultado. Así que, en la medida de lo posible, mejor tarrina.

Sin embargo, la tarrina no es la panacea. Helados con toppings y a granel complican saber cuánta cantidad estamos ingiriendo y la composición de los distintos helados. Más aún cuando pedimos diferentes bolas de helado, por ejemplo. A lo que se suma el desconocimiento de la información nutricional, que podríamos pedir al heladero, pues está obligado a tenerla. Por desgracia entendemos que no es habitual demandar.

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