Vuelta a la rutina: cuatro claves para el regreso de los niños al cole tras las vacaciones
Comer bien, dormir, la compra de libros, despedirse de los amiguitos de verano… Son muchas las tareas para volver al cole con garantías y poco tiempo con el que contamos
Una clase con varios niños. | Freepik
De su capa un sayo, como el refranero nos recomienda, es lo que los niños, casi sin importar su edad, es lo que hacen en verano. La rutina muere y los hábitos que el resto del año intentamos inculcar para establecer ciertas pautas saltan por los aires en las vacaciones de nuestros hijos. A ello se suma el temor del incipiente septiembre, que amenaza con la vuelta al cole, momento dramático donde los haya para hijos, padres y para tarjetas de crédito.
A la vuelta de la esquina, aunque varía en función de la edad, pero ya asomándose, el regreso a la realidad, al fin de las vacaciones y al despedirse del verano ya está aquí y no queremos que, como otros años, nos atropelle por la falta de rutinas. Los enemigos los conocemos de sobra y tocar hacer cierta pedagogía, establecer normas y, sobre todo, dejar puertas abiertas para que en 2023 los niños vuelvan a tener un verano en condiciones.
Bajo esta fórmula de refuerzo positivo, es fundamental que recuperemos ciertas constantes para que la cuesta de septiembre no sea demasiada empinada, pues se trata de evitar la propia quemazón paterna (lo sabemos, papis y mamis, vosotros tampoco queréis volver a la realidad) y de procurar que los niños hagan lo propio.
Aunque a veces resulten tediosas, la realidad es que nuestro organismo, comandado por el cerebro, es el fan número 1 de las rutinas y de todo tipo de comportamientos preestablecidos. Comer, dormir, levantarse, hacer deporte, tener obligaciones… Ciertos compromisos cotidianos nos mantienen con los pies en la tierra y nos permiten economizar tiempos y esfuerzos.
Cuatro claves para volver a la rutina con los niños
El drama de volver a la rutina con los niños viene marcado por un desacople de los tiempos entre progenitores e hijos. Los casi tres meses de vacaciones de nuestros hijos, la mayor parte de ellos sin la vigilancia paterna, promueven un ambiente de libertad donde la normas suelen brillar por su ausencia aunque se intenten paliar con campamentos o con la compañía de otros familiares, pues son muchos los papás y mamás rodríguez que no han podido acompañar a los niños todo este tiempo.
Nos guste o no, los otros nueve meses del año son los padres los que ejercen a la vez de tutores y guardianes, siendo el verano el momento propicio para que los niños se liberen de ese yugo de rutinas que encabezan papá y mamá. Además, sin caer en esa trampa de carcelero, es conveniente que realmente los menores gocen de algo más de libertad durante el verano.
En todo este recorrido además conviene hacerles partícipes de las tomas de decisiones, no limitándonos a la mera imposición aunque tampoco al consenso pleno. Se trata de establecer unas pautas informativas de los nuevos cambios, explicando que el verano ha llegado a su fin y que toca volver al cole, incluyendo aquellos que debutan (ya sea en la Educación Primaria o en la Educación Secundaria) y solventando parte de sus temores ante la nueva rutina que se avecina.
Recuperar el ritmo de sueño
Intentar que un niño que lleva medio verano acostándose a las doce de la noche llegue el día antes de ir al cole y se duerma a la nueve de la noche es una quimera, así que procuremos ir recuperando horas al reloj con bastante antelación. Una buena forma de hacerlo es limitando el ritmo de salidas, procurando recuperar 20 minutos o media hora cada día hasta establecer la hora habitual en la que nos movíamos antes de las vacaciones.
Es conveniente que, aunque septiembre siga siendo verano y muchos niños aún tengan vacaciones, ir adaptando estos horarios durante agosto, momento en que podemos aún utilizar nuestras vacaciones como vara de medir para que los menores vuelvan a la cama con horarios prudenciales. Además, como es lógico, hay que volver a sacar al despertador y a la alarma del cajón de objetos perdidos para que la rutina de sueño y sus ciclos se pongan de nuevo en marcha.
No hace falta que el primer día los niños se levanten a las siete u ocho de la mañana, pero sí que le ganemos tiempo al crono a medida que agosto termina y septiembre comienza para evitar que el shock de las primeras semanas de colegio o instituto se atragante y suponga falta de sueño y descanso.
Despedirse de la anarquía de la mesa
Comidas fuera de casa, festivales para cenar, desayunos a horas intempestivas o la inclemencia del calor, que hace de la inapetencia su caballo de batalla, son los palos en la rueda que pone la rutina culinaria ponemos durante las vacaciones. No se escapan los padres y, por supuesto, no se escapan los niños, a los que también solemos dar manga ancha para dos cosas: comer a destiempo y elegir una dieta que, con sus menos y sus más, no es la que llevarán el resto del año.
Por eso es conveniente que primero adaptemos de nuevo los horarios de comidas a momentos relativamente fijos. Igual que con los ritmos del sueño, cambiar la rutina de comidas, desayunos y cenas es conveniente para reincorporar unos ritmos fijos al día a día y que no se solapen comidas. También debemos ir dando pequeños pasos en lo que se come, pues es bastante frecuente que las comidas veraniegas no sean tan nutritivas o estrictas como las que mantenemos durante el período lectivo.
Los caprichos se multiplican durante los días libres con ciertas cheat meals como hamburguesas, pizzas, fritos o helados que conviene ir reduciendo en la medida de lo posible. Bien sea para recuperar tiempos o para volver a equilibrar los menús de nuestros hijos, retomar las cenas en familia con horarios bien establecidos es una buena forma de que luego septiembre no nos pase por encima en nuestro regreso.
Retomar el ritmo académico
Les pasa a los adultos, incluso cuando solo descansan una semana, que a la vuelta al trabajo ven cómo otros compañeros van como aviones y han automatizado procesos y a nosotros nos pillan en una vorágine que puede cazarnos a contrapié, y también les pasa a nuestros hijos, aunque ellos cuentan con la ventaja de que toda la clase comienza al mismo compás, como los detalles que cuentan en el libro Disciplina sin lágrimas: Una guía imprescindible para orientar y alimentar el desarrollo mental de tu hijo.
Sin embargo, podemos preparar ese comienzo y que nuestros hijos lleven hecha una cierta pretemporada para que los primeros deberes y obligaciones no se les hagan bola. Destinar un rato por las tardes para hacer ciertos deberes o ponerse al día con lo que sepamos que será su material escolar de cara al siguiente curso servirá para que no nos coja septiembre con el pie cambiado.
No se trata de añadir deberes sin ton ni son. Tampoco de sobrecargar al menor en los últimos días del verano, metiendo un esfuerzo extra y una carga de estrés que pueda ser contraproducente, sino de hacerle ver de forma didáctica y lúdica ciertas tareas que están a la vuelta de la esquina y en las cuales podemos ayudarles, valiéndonos de ese tiempo compartido.
Hogar participativo
Aunque sabemos que un hogar no es una democracia plena, sí podemos dejar ciertos guiños y márgenes de decisión a nuestros hijos y la rutina de la vuelta al cole es uno de ellos. Por ejemplo, en una tarea tan nimia —aunque pesada— como la compra de material escolar o la propia adquisición de libros, que nos puede venir bien para que ellos participen en la toma de ciertas decisiones como sus cuadernos, estuches, bolígrafos o el resto del material escolar.
Estas incursiones también pueden valernos para aprovechar estos días compartidos y para que ellos sean conscientes de que forman parte del proceso decisorio, dándoles responsabilidad y la satisfacción de ser los que realmente están eligiendo cosas. Quizá pequeños detalles, pero es una prueba de madurez que además les responsabiliza de lo que compran, ampliando su rango de libertad, lo cual nos puede venir de perlas para que cojan esa confianza de cara a septiembre.
También es muy beneficioso que tareas más o menos divertidas como pueden ser las actividades extraescolares cuenten con su aprobación y consenso, abriendo el abanico de rutina y posibilidades a ellos y que sean los que decidan —dentro de unos cauces— lo que quieren hacer y cómo lo quieren hacer. Escuchar, aprender y compartir serán las claves de este regreso triunfal a septiembre.
