La lujuria, vista desde la Edad Media
La historiadora y crítica británica Katherine Harvey publica un nuevo ensayo sobre la sexualidad en el Medioevo
En el siglo XXI sería imposible pensar que la astrología podría hacernos predecir cuáles son las mejores posturas para concebir o que la infidelidad fuese un pecado capital. Lo que no es extraño es que una persona en el siglo XXI le interese estudiar la lujuria y la sexualidad en el Medioevo. Este es el caso de Katherine Harvey, historiadora, escritora y crítica británica especializada en Historia medieval, que vino a España a promocionar su más reciente libro, Los fuegos de la lujuria. Historia del sexo en la Edad Media, publicado por Ático de los Libros este año.
Mientras lean esto, se estarán preguntando: «Pero ¿qué similitudes existen entre el comportamiento sexual de hoy día con el de hace diez siglos?». Pues mucho y, a la vez, poco. En su prólogo, Harvey nos recuerda el discurso de un primer ministro británico, que comparaba las acciones militares del Estado Islámico con las prácticas vejatorias del Medioevo. Para la autora, estas declaraciones y todas las referencias culturales o de entretenimiento que se hacen sobre la violenta vida sexual en el Medioevo -recordemos Juego de Tronos– distan mucho de la realidad. Desde la curiosidad por sus estudios y por las contradicciones que aún perviven, THE OBJECTIVE conversó con ella.
PREGUNTA.- ¿Qué motivó su interés por dos tópicos tan disímiles como la sexualidad y la Edad Media?
RESPUESTA.- En realidad, llegué por error, porque yo estudiaba las vidas de los obispos medievales que eran célibes y, por lo tanto, no mantenían relaciones sexuales. A partir de ahí me involucré en un proyecto que estudiaba la salud de los obispos y conocí varios casos en los que se decía que habían muerto por no mantener relaciones sexuales. Esto me impactó y comencé a estudiar sobre la salud sexual en el Medioevo, y luego, hice este libro sobre el sexo y la Edad Media, más en general.
P.- ¿Qué le interesaba de esta contraposición entre la sexualidad y la Iglesia? ¿Qué pasaba en la Edad Media con esos religiosos?
R.- Este es un tema de los más interesantes que he estudiado a fondo porque, por un lado está el desequilibrio entre lo que se le decía a la gente, que mantuviera relaciones sexuales con moderación porque era bueno para la salud y, por otro lado, se estipulase que a miles de personas -el clero- se les prohibiera mantener relaciones sexuales. Como eran religiosos, esto estaba relacionado con la idea de mortificación, de negarse a uno mismo y, en general, a las autoprivaciones; por lo tanto, eso es lo que más ocurría. Luego también me preguntaba: ¿cómo sobrellevaban estos hombres ser célibes? ya que las teorías médicas decían que no se debía comer carne roja, que comieran pescado, y aunque esto también lo decía la literatura religiosa, me preguntaba: ¿por qué? Entonces aprendí que la carne roja se consideraba un acelerador del cuerpo, lo calentaba y, por lo tanto, hacía que una persona tuviera más energía sexual, mientras que el pescado era frío, tenía el efecto contrario, helaba el cuerpo y sus humores. También tenían otras prácticas similares, como tomar baños de agua fría en las corrientes heladas durante el invierno para que surtieran el mismo efecto, bajar la temperatura corporal y controlar la lujuria.
P.- En Los fuegos de la lujuria podemos constatar que la estética masculina ha cambiado poco con respecto a cómo se ha moldeado el cuerpo y la belleza de la mujer. ¿A qué cree que se debe que los estándares sigan siendo los mismos para los hombres que para las mujeres?
R.- Es llamativo porque, por ejemplo, en la Edad Media se consideraba que los senos pequeños eran más llamativos porque los grandes eran un signo de promiscuidad y luego, en el caso del vientre, los más redondeados para la época se consideraban atractivos por cuestiones de fertilidad; mientras que hoy en día, seguramente no se consideraría así. Creo que para responder tu pregunta solo puedo decirte que no tiene una explicación sencilla porque, estos cambios en el gusto, tal vez se deban a que hoy en día no vemos los cuerpos en términos de promiscuidad y también nos falta, o hemos perdido, este acercamiento fisiológico hacia el cuerpo. Por ejemplo, nos resultan muy extrañas prácticas medievales como comprobar la orina de las mujeres, su sonido, su olor y mil cosas más, para saber si eran vírgenes o no. Pero, en el fondo, este cambio en los gustos, creo que se debe a la moda, que simplemente cambia con el tiempo. Lo que sí es interesante es por qué tendemos a pensar que las ideas de belleza tienen un componente innato muy importante. Sin embargo, no podemos negar que también tienen un componente cultural.
P.- ¿En qué momento de la Edad Media se introduce el concepto de solemnidad y cómo afecta lo que conocemos hoy como matrimonio?
R.- La situación con respecto al intercambio de votos es interesante, ya que se podían intercambiar votos a futuro para mantener relaciones sexuales entonces, en el momento presente, entonces la gente consideraba, que estaban casados en teoría, pero en realidad, no lo estaban. En ese momento el intercambio no tenía por qué hacerse por la iglesia, pero sí con muchos testigos. El problema sucedía si la pareja había intercambiado previamente votos y, a lo mejor, luego de un tiempo, uno de los integrantes de la pareja decía que no había intercambiado votos. Esto generaba problemas en los tribunales y se dirimía ahí. De esta forma, se introduce la idea de solemnidad para poder solucionar el problema y, también en parte, porque avanzanda la Edad Media se considera al matrimonio un sacramento, y como tal, no lo puede hacer uno mismo, sino que se necesita una concurrencia de testigos y un sacerdote. Así es como surge la solemnidad.
P.- En el capitulo sobre el adulterio, este empieza a existir justamente cuando el matrimonio se convierte en sacramento, pero ¿en qué momento pasa a ser delito capital?
R.- El adulterio cambia dependiendo del lugar. En algunos lugares, se considera un delito capital desde que el matrimonio es un sacramento. Hoy algunos países todavía mantienen la pena. En la Edad Media el adulterio siempre fue una cuestión problemática porque se estipularon castigos, aunque estos muchas veces tendían a buscar la reconciliación, para que después del adulterio la pareja pudiera reconciliarse y volver a juntarse en matrimonio, pero casi nunca se ejecutaba a los que habían participado. Por eso es que el delito capital puede cambiar dependiendo del lugar y la época. Lo que sí resulta extraño es que los castigos para el adulterio consistían, en la mayoría de los casos, en humillar a la pareja adúltera. En el sur de Francia existía un castigo que consistía en que la pareja adultera corriera desnuda por las calles, sin embargo, mientras avanzaba la Edad Media, se prefirió imponer, en vez de estos castigos humillantes, multas, con lo cual se contribuía a la reconciliación de la pareja.
P.- Hay una referencia a Christine de Pizan en el libro, a quien se considera la primera feminista de la historia. Sin embargo, ella era muy crítica con la prostitución. ¿Podría ser Pizan un reflejo del debate que existe hoy entre feministas abolicionistas y trabajadoras sexuales?
R.- Es una cuestión muy interesante, ya que ella, por un lado, veía a las prostitutas con simpatía y entendía su situación. Consideraba que eran dignas de piedad y que lo mejor sería que tuvieran un trabajo más digno. Pero por otro lado, también estaba su visión moralista que lo condenaba absolutamente. Era una posición contradictoria como en la actualidad: no se sabe muy bien cómo lidiar con la prostitución, ya que las cuestiones sexuales son problemáticas siempre. Tanto en la actualidad como en la Edad Media nos preguntamos quién es la víctima la prostitución, si son víctimas o no, si se debe legalizar o no la prostitución entendiendo todos los problemas que genera a su alrededor. Entonces sí, esta clase de problemáticas ya existían en la Edad Media.
P.- ¿Cuánto hemos avanzado como sociedad desde la Edad Media entendiendo que las contradicciones siguen siendo muy parecidas?
R.- En cierto sentido hemos avanzado mucho, como por ejemplo, en temas de contracepción. Ya la gente no lleva amuletos con testículos de animales atados al cuello para evitar concebir. También en los derechos de los homosexuales se ha avanzado muchísimo. Pero también hay que tener en cuenta los últimos eventos que han ocurrido en los Estados Unidos, que nos hacen pensar que los derechos reproductivos no siempre avanzan hacia adelante. Con las personas que vivieron en la Edad Media también compartimos cuestiones de las que ya hemos hablado antes, como las contradicciones de legalizar o ilegalizar la prostitución pero, para mí, el capítulo más deprimente a la hora de este escribir el libro, fue el de los delitos sexuales y las violaciones, porque al igual que nosotros, ellos consideraban que se debían castigar, sin embargo, en las pocas violaciones que se reportaban, se culpabilizaba la víctima con argumentos que también usamos hoy día como: ¿qué es lo que llevaba puesto? Además, había pocas condenas, así que, en este sentido, la sociedad no ha cambiado mucho, por desgracia. Luego, con respecto a los abusos sexuales infantiles, se refleja la misma situación que ahora. Existía mucho encubrimiento, en especial de los clérigos, así que para mí, esto ha sido una comprobación de los paralelismos entre aquella época y la actualidad.
P.- Entendiendo esos paralelismos ¿cómo cree que puede eliminarse el tabú con respecto a la sexualidad y qué anécdotas cómicas encontró en esta investigación?
R.- Yo creo que nadie ni ninguna teoría ha acabado de dar en el clavo para acabar con el tabú. En la literatura medieval hay anécdotas muy sagaces: mujeres adúlteras, curas procaces. También hay muchos eufemismos llamativos y tan extraños como llegar a utilizar el recurso del martilleo para hablar de las actividades sexuales. Hay un eufemismo que me resultó muy raro, en donde se hablaba de «golpear nueces» para referirse al sexo. También están estas historias asombrosas en las que los genitales cobran vida independiente del cuerpo de la persona y se dedican a vivir sus propias aventuras. De modo que ahí hay muchas situaciones extrañas y distantes para nosotros. Volviendo al tema del tabú, lo mejor sería reconocer que continuamos haciendo las cosas mal, ya no solo a nivel de sexualidad, sino, por ejemplo, de higiene y de violencia. No hay que pensar que somos una sociedad superior con respecto a la medieval, como nos gusta pensar porque, al final, ese pensamiento va en nuestra contra. Tendemos a convencernos de que hacemos las cosas mejor de lo que pensamos y, si queremos lidiar con nuestros problemas, incluido el tabú de la sexualidad, sería una buena idea deshacernos de este prejuicio para poder construir algo nuevo.