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Manuel Gerardo Sánchez: cuando la represión no es inmune al deseo

La nueva novela del escritor e historiador venezolano explora las cicatrices de un personaje que es rechazado y abusado

Manuel Gerardo Sánchez: cuando la represión no es inmune al deseo

Manuel Gerardo Sánchez | Cedida por el autor

El escritor venezolano Manuel Gerardo Sánchez, dueño de una prosa de intensos matices emocionales, desde su llegada a España en 2017, luego de pasar por varias residencias de escritura en Francia, ha logrado consolidarse en la narrativa  de ficción contando historias de mucha dureza. Su nueva novela, En verano duele más (Egales, 2023) es un ejemplo del estilo del autor.

Sánchez, a diferencia de otros escritores venezolanos de la diáspora, no intenta resolver el acertijo de la crisis política, social y económica que ha azotado a Venezuela los últimos 25 años; más bien, como narrador intenta encontrar respuestas en temas que están relacionados con el acercamiento y la supervivencia de las identidades sexuales dentro de entornos hostiles o totalitarios.

En verano duele más es su segunda novela publicada en España, luego de varios libros de cuentos editados en su país de origen. Además de su narrativa de ficción, cuenta entre su producción artículos periodísticos premiados, que han aparecido en la revista Clímax o el periódico digital El Estímulo, por lo que no es de extrañar que esta novela beba del género periodístico de la entrevista, columna vertebral de esta nueva ficción. 

Portada de En verano duele más | Imagen vía Editorial Egales

Esta obra narra la historia de Camille, un personaje con una sexualidad no normativa que se ve rechazado por los prejuicios de una familia de migrantes libaneses en territorio venezolano. En THE OBJECTIVE entrevistamos al autor con quien conversamos sobre género, sexualidad y sobre cómo es el mercado editorial español para escritores latinoamericanos y, en especial, venezolanos.

Pregunta.- En verano duele más es tu segunda novela, ¿por qué quisiste indagar en el tema del descubrimiento sexual de un personaje que vive emocionalmente entre el Líbano y un pueblo caluroso en Venezuela?

Respuesta.- Con En verano duele más me propuse ahondar en dos temas que han estado presentes en toda mi narrativa: las sexualidades fluidas y el deseo. Este último como lo concebía Freud, es decir, amplio y heterogéneo, que no se contiene, que no se aprisiona y que no se limita a las cuestiones del género. Me interesa el género como una abstracción frágil y ambigua y no como el monolito  biológico y natural que defiende la cisnormatividad, o sea, un concepto por oposición que determina las representaciones de lo masculino y femenino. Este engaño de último cuño, piensa que apareció hace apenas unos años, para ser exacto en 1947 de boca de J. Money, sustenta el régimen político de la heterosexualidad, cuyo principal fin es producir identidades a partir de la diferenciación sexual. En mi novela trabajo el deseo no como lo haría el psicoanálisis, sublimado, desprovisto de su ímpetu, con las castraciones y admoniciones de Edipo, sino como una fuerza liberadora que no hace caso ni asco a corporalidades o categorías, ¿Homosexualidad? ¿Heterosexualidad? Quizá porque estoy persuadido de que los seres humanos, indistintamente de cómo se perciban y proyecten frente al otro, pueden sentirse atraídos por mujeres lo mismo que por hombres en cualquier momento de su vida. Tanto lo creo que no puedo estar más de acuerdo con Virginie Despentes cuando asevera en Teoría King Kong que a los hombres les gustan los hombres. La cito: «Explican todo el rato cuánto les gustan las mujeres, pero todos sabemos que no son más que palabras. Se quieren entre hombres. Se follan unos a otros a través de las mujeres, muchos de ellos piensan en sus amigos mientras la meten en un coño». Y hablo de ellos porque mi libro es esencialmente marica, pero a las mujeres también les pasa.

En cuanto a los lugares donde se desarrolla la novela, aunque a simple vista parecieran estar en las antípodas, no son tan diferentes. Ambos se caracterizan por las hostilidades y la violencia que infligen a las disidencias sexuales. Venezuela y Líbano son sociedades extremadamente machistas y religiosas, cuyas instituciones se afanan por disciplinar a quienes no se ajustan a las representaciones tradicionales de la masculinidad. Camille, el protagonista de mi novela, desde muy pequeñito es acosado, perseguido y maltratado por su familia, escuela, médicos. Sin embargo, estos ambientes tan represivos no son inmunes al deseo. Al contrario, tanto más severas son las constricciones más vehemente las pasiones. Las personas buscan caminos para liberarse, expresarse, sentir y, En verano duele más, Camille se convierte en un cuerpo que desata la libido de un colectivo reprimido que lo abusa por eyaculación y castigo.

P.- En la dedicatoria dejas entrever que el personaje de este libro se basa en alguien real. ¿Qué te llevó a su historia y qué tanto de ella está en la novela?

R.- La historia nace de un testimonio que trabajé periodísticamente desde el 2015 hasta el 2019. Se trata de una persona que conocí en la universidad y por azar, mucho tiempo después de graduarnos, nos enzarzamos en una rutina de confesiones. Él atravesaba una depresión muy aguda y poco a poco fue revelándome datos y anécdotas que nos acercaban enormemente. Su relato me animó porque me hizo pensar en las infancias queer, trans, lésbicas y maricas. ¿Qué es ser un niño afeminado, sensible y muy inteligente en un pueblo al oriente de Venezuela? ¿Cómo vive la inmigración con tan sólo cinco o siete años? ¿Cómo arrostra un entorno que lo desprecia sin hundirse en un mar de lamentaciones y tormentos? Mi personaje a muy temprana edad conoció el rechazo de quienes en teoría debían cuidarlo y dotarlo de herramientas afectivas para blindarse del odio de su alrededor. Dentro de su familia descubrió el lenguaje de la violencia hasta tal punto que, en algún momento, creyó que el golpe, el grito, la humillación eran manifestaciones del amor entre padres e hijos. El colmo de todos estos pesares llegó cuando fue abusado sexualmente por otros niños y familiares de su comunidad. Afortunadamente, esta persona ha superado su propio relato, como me dijo alguna vez: «te cuento lo que cuento porque ese que fui ya no soy, porque como yo hay otros muchos afuera que no pueden hablarlo y porque la herida ya no es un lugar de enunciación».

Ahora bien, que no se confunda, el lector no encontrará En verano duele más una crónica o una semblanza, no. A Camille le pasan una cantidad de cosas que no a mi entrevistado. Es una ficción que partió de un testimonio real pero que, gracias a la prodigalidad de recursos y herramientas de la literatura, pinta un lienzo de superación del dolor a través de la no victimización.

«Es una ficción que partió de un testimonio real pero que, gracias a la prodigalidad de recursos y herramientas de la literatura, pinta un lienzo de superación del dolor a través de la no victimización»

P.- Esta historia se narra en primera persona, ¿es un recurso para hacer empatizar al lector con el narrador o existe otra razón narrativa?

R.- ¿La literatura tiene entre sus fines empatizar? No lo sé. Aunque gusto del narrador omnisciente, para En verano duele más decidí la primera persona del singular como una manera de respetar el testimonio. Mi entrevistado siempre me habló desde el yo, como era lógico, pese a que en algunas oportunidades lo hacía en tercera, yo lo interpretaba como un ejercicio de desdoblamiento para contarse con cierta distancia, como en lontananza, hasta difuminarse. Eso me encantaba porque le daba matices al personaje y mayor profundidad. El recurso me ha traído unas consideraciones que no intuí, por ejemplo, la asociación a la autoficción. Te sorprenderías de la cantidad de veces que me han preguntado si esta historia es propia. El lector lo asume casi de inmediato y esta asunción me lleva a pensar varias cosas.

P.-¿Qué te cuestiona esta interpelación sobre la autoficción y tu novela?

R.- La primera es la creencia generalizada de que toda infancia queer, trans o lésbica es traumática y eso no es así. Yo soy una pequeña prueba de lo contrario, crecí en una familia que no sólo me protegió sino que me colmó de afecto. Los hombres de mi casa, papá, hermano, abuelo, son muy cariñosos. Son comunes los besos y los abrazos entre nosotros. ¿Por qué la mentalidad dominante vincula la homosexualidad con el oprobio hasta crear una tautología donde la una y el otro son lo mismo? Es su manera de condenarla al daño, a la infelicidad, a la depravación. Con esto no estoy diciendo que ser un niño marica es fácil, por supuesto que no. Lamentablemente todas nuestras historias de vida están marcadas por desafiar y luchar contra un régimen que nos denuesta, que nos hace creer que somos «anormales». La segunda son las ambigüedades de la autoficción. ¿Cuáles son las características de este género considerado la figura postmoderna de la autobiografía? Algunas podrían ser, la experimentación artística a través de la vida propia, las representaciones del yo y la dicotomía entre lo factual y la invención. ¿Se cumplen estas en mi novela? No soy filólogo ni investigador pero entiendo que este género sea problemático para algunos porque, en definitiva, es un error clasificar un texto y otro por estar escrito en primera persona del singular. ¿Para que sea autoficción el autor debe anunciarlo antes? ¿Sólo así se configura la tríada autor, protagonista, narrador?

Me interesaba explorar la relación de Camille con su padre Anatole. La responsabilidad del segundo con el primero. Las paternidades activas, la involucración del progenitor en la crianza del hijo. Sin embargo, el papel de Jacqueline, esposa de Anatole, es determinante para entender la dinámica de los dos. Tanto ella como él son despiadados con Camille, porque ambos se levantaron en la carencia, en la severidad, en el egoísmo. Ella fue abandonada por sus padres y él, a pesar de las atenciones y de los cuidados de una mamá abnegada, desarrolló un trastorno narcisista. Trabajé con un psicólogo para comprender las complejidades psíquicas de este trastorno. La constelación de los personajes secundarios pone luces en el gran padecimiento de Camille: la disfunción de su familia. Sin ellos habría sido imposible apreciar las fracturas, la totalidad de un problema que se origina donde se cree que debería reinar la seguridad. Esto me hizo pensar en el concepto de familia feliz que vende el capitalismo. Tener una, constituida por mamá, papá, hermanos, no necesariamente te salva y no significa bienestar. Yo me avengo con la explicación de Foucault, como una más de las arquitecturas de control del biopoder de las sociedades disciplinarias, cuyo fin es perpetuar el orden capitalista y la heterosexualidad. Entonces, ¿cómo Anatole y Jacqueline no iban a ser despiadados con Camille?

El escritor, periodista e historiador venezolano se ha adentrado en la temática LGTQ+ en sus novelas y relatos | Imagen cedida por el autor

P.- Camille afirma en el libro : «Mi apocalipsis era el incesto… una forma más de ser, linde entre el odio y el amor. Y si de algo no carece mi familia es de odio y amor». ¿Por qué fue importante introducir el incesto y su tabú dentro de una novela que nos habla de la construcción de la identidad? El incesto en la novela conlleva a reflexiones sobre el lenguaje. ¿Crees en el supuesto de que mientras se calla, no existe?

R.- En un intento de darle nombre y de entender qué le había pasado con sus familiares, primos todos, Camille rememora, escarba en su interior, abre sus cicatrices y explora a través del lenguaje. Todo el texto es una larga declaración y un conjunto de cartas que envía a su mejor amigo para poner palabras donde antes había abismos y desgarraduras. Incomprensión. El lenguaje es importante en la construcción de la identidad de Camille en tanto lo que enuncia es. Derrida decía que el lenguaje funciona sólo a través de ausencias, es decir, una palabra significa algo porque no significa otra cosa, por consiguiente, la escritura de Camille es justamente llenar los vacíos. Él no se vale de eufemismos ni de otros artificios, no embeleca, va directo y llama por su nombre lo que tiene nombre, por ejemplo, incesto y violación, esta última, la gran verdad, el hecho que de alguna manera lo cruza.

P.- En tu anterior novela había claras referencias a Venezuela aunque no se nombrara, ¿crees que la crisis venezolana actual se refleja en esta novela? ¿Crees que ahondar en la crisis de Venezuela es inevitable para un narrador venezolano en la actualidad?

R.- En mi novela anterior, El revuelo de los insectos construyo una distopía en un lugar posible donde lo peor, lo más cruel y abyecto ocurre. La maldad como orden de ese mundo. No doy señas geográficas ni temporales, puede estar en América o África, por ejemplo. Aunque En verano duele más el escenario es Venezuela, no hablo de crisis social y mucho menos de política. El país es el espacio porque los hechos que registré periodísticamente se dieron allí. No me planteé mudarlos a otro sitio por una suerte de fidelidad que fortalecía la coherencia interna de los elementos de la ficción. Sin embargo, la crisis humanitaria que padece Venezuela, la anomia, la ausencia de garantía constitucionales, el exilio y las masivas migraciones de ciudadanos, por nombrar algunos de sus problemas, no son temas de mi narrativa. No me han acuciado artísticamente. Como venezolano los sufro, los investigo, durante años los trabajé periodísticamente mientras fui editor en jefe de la revista Clímax/El Estímulo, pero como escritor de ficción nunca. Ahora estoy sumido en un proyecto de novela cuyo protagonista es un personaje histórico de España, un Borbón. Creo que los narradores venezolanos somos, como no podía ser de otra manera, plurales. Escribimos de maricas lo mismo que de vampiros, como lo hizo Michelle Roche. Pero sí le temo a una cruzada que algunos han propuesto: escribir la gran novela que explique Venezuela. ¿Qué es eso?

P.- Publicas en España con una editorial española, ¿cómo ves la recepción de la literatura venezolana en el mercado español y en sus editoriales? 

R.- Por un optimismo ciego, casi místico, quiero creer que cada vez somos más interesantes para las editoriales y el mercado españoles. En un artículo, recientemente publicado en El País, el ensayista Gustavo Guerrero dice que la literatura venezolana goza de un buen momento, la considera una de las más cosmopolita en la actualidad porque cuenta «con más intensidad y mejor aliento el fenómeno de los Estados fallidos y las migraciones, dos de los grandes asuntos del mundo contemporáneo». No obstante, nos falta mucho por hacer, los escritores venezolanos somos desconocidos no sólo en España, sino en buena parte de Latinoamérica, salvo algunos nombres, por supuesto. A veces he pensado que no somos atractivos para el lector. Creo también que nos falta apoyarnos entre nosotros; coincido con lo que comenta el crítico Carlos Sandoval: internamente no se aprecia lo que hacemos, no nos valoramos.

«Los escritores venezolanos somos desconocidos no sólo en España, sino en buena parte de Latinoamérica»

P.- En las elecciones españolas hubo un claro enfoque para que la comunidad LGTBIQ+ no pierda sus derechos. ¿Crees que va a cambiar para mejor o para peor en el futuro?

R.- Si algo he aprendido como venezolano es: «lo que hoy tienes mañana puede que lo pierdas». Los derechos se abrogan, las libertades se abolen y los tiranos y los demagogos pululan. Temo, por supuesto, por las alianzas, o más bien connivencias, entre Partido Popular y Vox, temo porque la conquista de derechos es ardua y larga en el tiempo, en cambio, la anulación de ellos se puede dar en un plis plas con métodos incluso democráticos. Muertes, persecuciones, encarcelamientos, violaciones, asesinatos, represión, el rosario de agravios e infamias que ha sufrido el colectivo LGTBIQ+ es larguísimo, ¿cómo no preocuparse? La sociedad española confía en su democracia, defiende sus instituciones y está atenta para que los opresores no se encaramen en el poder. Prueba de ello han sido los resultados de las elecciones del 23J. El mensaje es claro, Vox ha perdido los comicios, obtuvo menos diputados que en 2019. España no quiere un gobierno de ultraderecha.

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