Un viaje por los sentidos a 300 kilómetros por instante
«Aún no te he besado y ya sé que ambos tenemos la boca abierta, expectantes. Mordemos el aire que nos separa unas veces y nos une otras»
Aquí estoy, sentada con el pelo revuelto fruto de una ducha sin peinar. Visto un jersey que no se habla con el pantalón, al que le falta un botón y el otro le cuelga. Quizás tenga algo de chocolate en la boca. Hace un rato me mordí el labio con ese gesto nos da la duda y aún quedaban restos allí. Los cristales de mis gafas se caen de forma intermitente y discontinua. Vaya fantoche. A mi izquierda, un tercio de cerveza vacío y los restos de un té. Así, en esta tesitura casera y extremadamente cómoda he cometido un error: le he dado a play y está sonando Toxic de Yaël Naïm. En unos segundos y por casi cinco minutos, me inunda un placer auditivo que inyecta deseo puro a cada receptor sensorial de mi piel. Piel que me cubre el cuerpo. Cuerpo que — ahora — se percata de que la lana del jersey se engancha en el vértice de cada pezón. Ahora, en el derecho, lo siento incluso más.
Tengo calor y me he erguido en la silla. Mi columna vertebral ha dejado de cecear desperezándose enhiesta en la búsqueda de una te en la que sostenerse. Ahora mis pechos se escriben con be manuscrita, redondos en su base. Zigzaguea mi espalda desde los hombros hasta las caderas a golpe de cada acorde. Sigo sentada, así que mi interpretación artística no da para mucho más. El cristal de la ventana me refleja sobre un fondo nocturno. Me miro. Miro al otro lado del cristal. Cinco metros me separan de tierra firme. Encuentro unos ojos a ese otro lado del cristal que me miran. Yo me entrego a su mirada. Súbitamente, los labios se me tiñen de coral y doce centímetros de charol germinan en mis talones cómo pedestales para los siguientes pasos que voy a dar. Mi jersey ha crecido hasta los muslos, que se rozan libres celebrando la ausencia de ni una prenda más.
Un codo apoyado en el colchón te esboza sobre la cama con cierta actitud chulesca. La media sonrisa termina de corroborar esta lectura pero el guiño que esta ejerce sobre tus ojos desvela la dulzura desde la que ves el mundo. Esa que yo vi en ti la tercera o cuarta vez que me enfrenté a ellos. Esto me da algo de valentía. Me levanto y camino con firmeza.
A guy like you /Should wear a warning /It’s dangerous /I’m falling Te digo.
I need a hit /Baby, give me it /You’re dangerous /I’m lovin’ it . Te declaro.
Le pegas una calada al cigarro. El humo dramatiza aún más la sombra de tu perfil sobre las sábanas y aunque me muera por paladear el sabor de tu boca tendré paciencia.
Losing my head /Spinning ‘round and ‘round /Do you feel me now . Sonrío y serpenteo mi silueta con la sensualidad de una stripper de carretera. Subo los brazos para recoger en un solo gesto mi pelo por encima del cuello y este descuido te muestra que lo único que me viste es este largo jersey blanco de lana. Dices «¡Wow!» y agrandas esa sonrisa que me mata. Yo digo «¡Ups!» mientras suelto el pelo para tirar de los bajos de este suéter travieso.
«Cada vez que coges el control del beso, me percato entonces de la grandeza de tu polla, que te empuja los botones del pantalón»
Hoy no hay luna llena, aún así repto sobre ti y te aúllo suave al oído: I’m addicted to you /Don’t you know that you’re toxic . Acaricio tus mejillas con las mías. Te huelo el cuello y me vuelvo a ondular como una bailarina, esta vez, sobre y contra ti. Ante, bajo, con, entre, tras; preposiciones que unen nuestros cuerpos en este enunciado.
Slowly /It’s taking over me.Te sientas y me agarras la cintura. Yo te mantengo la mirada mientras me dejo caer sobre tus muslos. Se me escapa una interjección en los ojos. Me acomodé sobre ti y sentir tu erección de arrecife aturdió con vértigo este cabaret que te regalo. Mi instinto me frota contra tu pantalón abultado. Un viaje directo a la Sierra de Gredos desde la Meseta Central. Trescientos kilómetros en un instante. Te abrazo para no salir disparada.
Too high /Can’t come down /It’s in the air /And it’s all around /Can you feel me now. Tus ganas te cosen las manos a mis nalgas y la ayudas empujándome a este vaivén. Trescientos kilómetros en un instante merece que estemos bien agarrados. Creo que no podré ya soltarte y la canción se me atora en gemidos que toso sobre tu espalda. No puedo más, tengo que besarte.
With a taste of a poison paradise /I’m addicted to you /Don’t you know that you’re toxic . Me aparto el pelo de la cara. La deslizo por la tuya buscándote la comisura de los labios para volver a perderlos una y otra vez. Aún no te he besado y ya sé que ambos tenemos la boca abierta, expectantes. Mordemos el aire que nos separa unas veces y nos une otras. Te miro; tienes los ojos cerrados. Me miras; tengo los ojos cerrados. Te tanteo los labios con ce; los tacteo. Los adivino en su grosor y esponjosidad mientras ando tragándome tu aliento que es justo de lo que se trata; de tragarte y saborearte, incluso antes de conocer tu temperatura atmosférica, que intuyo alta a pesar de estar subiendo al mismísimo Pico de Almanzor.
Nos rozamos las lenguas que han salido como dos morenas. Asustadas, vuelven hacia su refugio rocoso y nos intuimos una sonrisa mirándonos, esta vez, a la vez. Suspirándonos, esta vez, a la vez. «Don’t you know that you’re toxic».
Te como. Devoro tus labios. Los suelto para volvérmelos a zampar; a ellos y a todo lo que les rodea. Por mi parte, de aquí no sale nadie vivo y te engullo voraz. Solo tu lengua puede matarme y así lo hace cada vez que te separas, esperas que me calme y vuelves lamiéndome la boca. Cada vez que coges el control del beso y me percato entonces de la grandeza de tu mandíbula sobre la mía; de la grandeza de tus manos, que siguen bombeándome hacia tu pelvis; de la grandeza de tu polla, que te empuja los botones del pantalón. «With a taste of your lips I’m on a ride» .
Te agarro del cuello, del pelo, de la cara para encajar desesperadamente mis labios sobre los tuyos una y otra vez. Me abalanzo en un abrazo sobre ti para clavar mis pechos sobre el tuyo, para sentarme con más fuerza, si se puede, y para decirte al oído «no me sueltes, no me sueltes, no me sueltes» en un canto hechicero de sirena homérica.
Te impulsas y rodamos para caer ahora en un «tú sobre mí» . Me tiras del pelo examinándome la cara; decidiendo qué parte atacar. Decides empezar por el cuello con ternura y yo convulsiono en un grito que se escapa como un suspiro. Intoxicate me now /With your lovin’ now /I think I’m ready now /I think I’m ready now. Tus manos ruedan sobre mi cuerpo y suben el jersey que se interpone como un nudo grueso entre los dos. Tu sabor en mis labios, tu tacto en la cintura, tu olor me cubre entera y mientras te miro te veo bajar. Al oído, Yaël Naïm termina de cantar pero mi playlist Erótica reserva un puñado de minutos más para este baile de cinco sentidos.
Empiezas a disiparte entre la noche, el cristal y la luz que ilumina este teclado. Sigo aquí, mismo lugar, mismo pijama. Miro a mi izquierda y vuelvo a ver el tercio vacío. Me toca recordar por qué no pido cerveza en los bares. Tengo la singularidad de que me emborracha más que cualquier otro alcohol. Siempre pido vino blanco, aunque puedes hacer caso omiso a mi petición. Llámame y sorpréndeme con una cerveza, Yaël y yo te estamos esperando.