THE OBJECTIVE
Mi yo salvaje

La espera de Penélope

«El motor que me sostiene es este largo sudario que tejo cada día en cartas que escribo como remitente a ti»

La espera de Penélope

Una mano de una mujer escribiendo una carta. | Freepik

Me pediste que te escribiera siempre que quisiera oír tu voz y no la trajera el viento y sus ecos. Sostener la promesa me aleja de las horas de luz y de sombra. Ya no distingo entre el día y la noche; entre el bullicio de una vida que se empeña en seguir amaneciendo y el silencio de cuando todos duermen y yo te sueño. Te ando buscando por otros lugares y no te encuentro. Intento por un rato no tejer el sudario de Penélope para que la espera se difumine entre los vivos que aún siguen danzando sobre una concatenación de propósitos que mantienen su aliento; por si dejar de esperarte te acercara desde un simbolismo inverso que rompiera el hechizo de tu ausencia. 

No tengo días de perra ni de lascivia, ni años ya de paseadora para miradas de otros. No disfruto pensarme desde el cuerpo con otros cuerpos por conquistas o placeres ni le saco gusto a las conversaciones triviales con aquellos que aún me merodean como hienas, incapaces de despertar mi interés hasta el hastío persistente de desvelar una mediocridad detrás de la otra. 

Perpetúo la búsqueda de tu cara, tu risa y tu ingenio en un paseo rápido y breve por la app de citas de moda, con lo que voy sumando motivos para quedarme fría e inmóvil donde estoy, tal y como estoy: aquí contigo. Critican mis modos de estar; obsesionada con mi profesión y paralizada para todo lo demás. Lo que no saben es que el motor que me sostiene es este largo sudario que tejo cada día en cartas que escribo como remitente a ti, mi eterno destinatario. ¿Es esto sacarle jugo a la vida? No lo sé, yo pienso en jugos y me vienen otras cosas. 

Tengo el cuerpo frío hasta que te me apareces en un sueño y lo despiertas. Entonces vuelve esa perra humectada y goteante de la que bebían tus ganas; esas ganas tuyas de mí desde las que tus propuestas obscenas viraban en la dirección contraria a algunos de mis principios hasta se me henchía el coño de tus pasiones y lo señalabas risueño relamiendo mi incongruencia . 

No quiero escribirte para no alimentar más las ganas de tu presencia; para empujarlas hacia un lugar menos perceptible, así como una máquina de reciclaje aplasta el cartón hasta que cobra otra forma y deja hueco para algo diferente. 

Pero ahora voy y te escribo, por si el viento de levante decide poner en huelga su mutismo y devolverme tu voz. Y con ella insuflo aire al cartón para que le devuelva su forma en un instante, como si todo un huracán inflara la colchoneta de playa de un niño; un segundo de viento a nuestro favor. Entonces vuelvo a querer que me navegues dentro apuntando con tu asta y tu bandera a babor y estribor; que pongas rumbo al norte y una vez anclados en lo más profundo, dejarnos llevar sin frenos por la tempestad.

Pero aquí y ahora, me recuerda mi coño entre cigarros y tragos de alcohol, en una decadencia programada e inexorable, que no tiene farolillos; que qué hago pensando en aventuras sobre mares; que cómo calmo el fuego que me enciende las entrañas si el agua que me fluye la entrepierna la bombeabas tú y no estás. Sin tus ojos, mi cuerpo desnudo no cobra sentido, sin tu aliento, al mío le cuesta seguir. 

Te dejo, tengo mucho trabajo y una cita a la que acudir. Mediocre, quizás. O quizás el viento de poniente se ponga a mi favor. El viento, ese que te revolvía el pelo en la cara cuando me abrazabas fuerte hasta reventarme el corazón mientras nuestras pelvis se buscaban como estrellas fugaces. 

Esta tarde tengo una cita. Estoy de acuerdo en hacerlo desde el desacuerdo. Sé que esto siempre te gustó de mí. Si el viento de poniente sopla hoy a mi favor, se abrirá una ventana y moverá las cortinas; quizás más tarde y con el tiempo, su fuerza abra la puerta de par en par dando un golpe que llene de luz la aventura de mi vida. Y puedan volver las cosquillas sobre lo nuevo sin ti aunque contigo.

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