Las dos herramientas que están a tu alcance para tener una mejor memoria
Más allá de la alimentación, hay un par de factores que resultan clave para protegerse del deterioro cognitivo
Tener una memoria ágil y funcional es una de las mayores aspiraciones en nuestra vida cotidiana. Con frecuencia, se asocia la pérdida de memoria con la vejez, pero no se trata únicamente de un problema de edad: muchos jóvenes también enfrentan dificultades para recordar detalles básicos debido al ritmo de vida moderno y el estrés. La buena noticia es que existen métodos accesibles para fortalecer nuestra capacidad de recordar.
El deterioro de la memoria puede dividirse en dos áreas principales: la pérdida de memoria a corto plazo, que afecta a cosas inmediatas como recordar un nombre o una tarea reciente, y la pérdida de memoria a largo plazo, que afecta a recuerdos del pasado. Aunque el envejecimiento puede jugar un papel importante, no es el único factor. La calidad de vida, los hábitos diarios y la atención a nuestra salud mental y física influyen de manera decisiva.
Adoptar una estrategia activa para cuidar de nuestra memoria puede marcar una gran diferencia. De hecho, múltiples estudios demuestran que implementar hábitos saludables como el descanso adecuado y el ejercicio físico regular no solo mejora nuestra capacidad cognitiva, sino que también retrasa su deterioro.
Descanso y deporte: dos caminos para fortalecer la memoria
Dormir bien no solo es necesario para recuperar energía, sino también para consolidar recuerdos. Según un estudio de la University College London, la fase del sueño REM (la etapa de sueño profundo) es fundamental para el almacenamiento y organización de la memoria. Durante esta fase, el cerebro procesa la información acumulada durante el día, seleccionando lo más relevante y desechando lo innecesario. Por lo tanto, la falta de sueño, especialmente de sueño profundo, afecta directamente a nuestra capacidad para recordar.
El ejercicio físico es otro pilar clave en la mejora de la memoria. Según el mismo estudio, actividades como bailar o practicar deportes no solo benefician al cuerpo, sino que también potencian la actividad cerebral. Esto sucede porque el movimiento aumenta el flujo sanguíneo y el oxígeno en el cerebro, favoreciendo la formación de nuevas conexiones neuronales. Además, la práctica de actividades complejas como el baile mejora la memoria espacial y la capacidad de multitarea. Una realidad de la que hemos hablado en varias ocasiones en THE OBJECTIVE y que está fuertemente documentada en literatura científica.
La combinación de estas dos herramientas, descanso y deporte, tiene un efecto sinérgico. Por un lado, el sueño permite que el cerebro asimile los beneficios generados por el ejercicio físico. Por otro, mantenerse activo durante el día favorece un descanso más reparador por la noche. Así, una rutina equilibrada que combine ambas actividades no solo fortalece la memoria, sino que también mejora el bienestar general.
Los peores enemigos de nuestra memoria
A pesar de nuestros esfuerzos por cuidar la memoria, existen enemigos silenciosos que afectan su rendimiento. Uno de los mayores culpables es el estrés crónico. Este libera niveles elevados de cortisol, una hormona que, en cantidades excesivas, daña el hipocampo, la región del cerebro encargada de la memoria. A largo plazo, este daño puede ser irreversible si no se adoptan medidas para gestionar el estrés.
La alimentación también juega un papel crucial. Una dieta rica en azúcares y grasas saturadas puede alterar las funciones cerebrales. También de lo que sucede con dietas altamente calóricas, que reducirían la plasticidad neuronal, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y aprender. Asimismo, el alcohol y el tabaco son enemigos declarados de la memoria, ya que ambos limitan el flujo de sangre al cerebro y dificultan la regeneración celular. Además, este proceso puede acelerarse por hábitos perjudiciales, como el sedentarismo o la falta de estimulación mental.
Aun así, puede que esta pérdida de capacidades no sea tan clara al principio. El deterioro cognitivo comienza a ser más evidente alrededor de los 60 años, aunque algunos signos pueden aparecer antes si no cuidamos de nuestra salud cerebral. Durante este periodo, la disminución de neurotransmisores y el envejecimiento de las células neuronales son factores naturales. Razón de más, como menciona este estudio, de prestar atención al deporte en la tercera edad. También conviene comprender que la salud mental influye. Por ejemplo, se sabe que la depresión juega un papel también importantísimo en la pérdida de memoria.
Sin embargo, este proceso puede acelerarse por hábitos perjudiciales, como el sedentarismo o la falta de estimulación mental. Por ello, es esencial mantener una vida activa y prestar atención a nuestra dieta y salud emocional para frenar este deterioro.