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La fragilidad de los jóvenes se debe a una crianza basada en el miedo y sobreprotección

Los adolescentes no son emocionalmente débiles, sino el resultado de una sociedad que no ha confiado en ellos

La fragilidad de los jóvenes se debe a una crianza basada en el miedo y sobreprotección

Joven triste | Canva

La percepción de los jóvenes como emocionalmente frágiles ha ganado popularidad en los últimos años, pero detrás de esta idea se oculta una dinámica más compleja.

Muchos jóvenes actuales no son simplemente vulnerables, sino el resultado de un entorno de crianza que ha fomentado el miedo y la sobreprotección, limitando su autonomía y su capacidad para enfrentarse a los desafíos de manera independiente.

Esta tendencia ha generado un impacto profundo en su desarrollo emocional, creando una generación que, en lugar de ser débil, está atemorizada por un mundo percibido como peligroso.

A medida que esta dinámica continúa, es fundamental entender las causas subyacentes de esta fragilidad aparente y cómo la crianza basada en el miedo ha afectado a las nuevas generaciones.

¿Qué les ocurre a nuestros jóvenes de hoy en día?

El término “generación de cristal” ha ganado popularidad para describir a los jóvenes actuales como emocionalmente frágiles, pero esta visión es errónea y simplista.

Según la entrevista que ha hecho la periodista Ruth Alfonso Arias para El País a la logopeda y psicóloga, María Soto, con más de 20 años de experiencia trabajando con familias y docentes en pedagogía Adleriana, los jóvenes no son frágiles, sino el resultado de estilos de crianza que han limitado su autonomía, llenándolos de temores y dificultando su capacidad para enfrentarse a la vida de manera independiente.

Una joven frustrada

En las últimas décadas, la sobreprotección y el miedo han permeado las dinámicas familiares y educativas. Este entorno ha creado una generación de jóvenes que, lejos de ser emocionalmente frágiles, están atemorizados por un mundo que perciben como peligroso.

La crianza basada en el miedo, caracterizada por la falta de confianza en sus capacidades y la protección excesiva frente a cualquier riesgo, ha limitado su desarrollo emocional y les ha impedido adquirir las herramientas necesarias para afrontar los desafíos cotidianos con resiliencia.

María Soto subraya que el problema central radica en la desconexión que los adultos han fomentado al no confiar en la capacidad de los jóvenes para tomar decisiones, aprender de sus errores y crecer.

La continua crítica a sus emociones y acciones perpetúa una dependencia emocional, alejándolos de la posibilidad de desarrollar una verdadera autonomía.

En lugar de fortalecerlos, esta sobreprotección los mantiene en una burbuja de seguridad ficticia, lejos de las experiencias que realmente les permitirían crecer emocionalmente.

¿Cuáles son las claves para el desarrollo emocional?

La solución, según Soto, radica en la empatía, un pilar esencial para una crianza efectiva. Aboga por un enfoque que fomente el respeto mutuo y la validación emocional, en el cual los jóvenes se sientan acompañados en sus emociones sin ser juzgados.

La empatía es más que un concepto superficial; es la base de una disciplina positiva que fomenta una comunicación horizontal, donde los adultos también están dispuestos a aprender de sus hijos.

La validación emocional, sostiene Soto, es fundamental para que los jóvenes sientan que sus emociones son normales y útiles para su desarrollo.

En lugar de imponer normas rígidas, es esencial comprender y aceptar sus emociones, permitiéndoles procesarlas y fortalecer su resiliencia sin el constante peso de las expectativas externas.

De esta manera, los jóvenes pueden construir una base emocional sólida y aprender a enfrentar sus propias dificultades sin la necesidad constante de la protección externa.

¿Cuál es el papel del miedo en la crianza?

El miedo, aunque necesario en situaciones de emergencia, no debe ser el principal motor de la crianza. En la actualidad, los jóvenes han crecido en un entorno de constante sobreprotección, donde se les enseña a ver el mundo como un lugar lleno de peligros potenciales.

Esta visión sesgada y atemorizada de la vida les impide desarrollar la autonomía necesaria, ya que se les educa para evitar los riesgos en lugar de enfrentarlos y aprender de ellos.

Este estilo de crianza no solo debilita emocionalmente a los jóvenes, sino que también les deja inseguros y dependientes, incapaces de manejar con éxito los desafíos que la vida les presenta.

El verdadero reto, según Soto, no es la fragilidad emocional, sino la incapacidad de los adultos para permitir que los jóvenes enfrenten los pequeños retos diarios, lo que les ayudaría a fortalecer su autoestima y su sensación de capacidad.

Estrategias para una crianza efectiva

Para los padres que buscan criar hijos emocionalmente fuertes, María Soto recomienda no romper lo que ya está intacto. Desde el nacimiento, los seres humanos poseen un sistema natural de defensa que les ayuda a sobrevivir, pero este sistema necesita fortalecerse a través de experiencias adecuadas.

La clave está en permitirles vivenciar situaciones pequeñas donde puedan aprender a diferenciar entre lo importante y lo peligroso, en lugar de protegerlos en exceso y evitarles cualquier tipo de riesgo.

Además, Soto alerta sobre el impacto negativo del exceso de información en la era digital. La abundancia de datos y consejos ha generado una paradoja: en su intento de proteger a sus hijos, muchos padres terminan sobreinformándose sin aplicar lo aprendido.

Esto, lejos de ayudar, contribuye a la confusión y refuerza la inseguridad, ya que los adultos, en lugar de confiar en su propio criterio, tienden a seguir fórmulas rápidas y generalizadas que no se ajustan a su realidad específica.

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