Las razones por las que aparece la tortícolis aguda y lo que puedes hacer para prevenirla
De sobra sabemos cómo se manifiesta y cómo nos afecta, pero ¿sabemos cómo intentar que no aparezca?

Una mujer con dolor cervical. | Freepik
Despiertas con la sensación de haber dormido en una postura imposible. Intentas girar la cabeza, pero un dolor punzante te recuerda que algo no va bien. El cuello está rígido, los hombros tensos y cada movimiento se convierte en un esfuerzo. Respiras hondo y piensas en lo que pudo haber pasado: ¿el colchón? ¿la almohada? ¿una mala postura viendo la televisión? Quizá fue el estrés acumulado.
La tortícolis aguda es una de esas dolencias que aparece de la nada y lo complica todo. Desde vestirse hasta mirar el móvil o conducir, cualquier tarea cotidiana se convierte en un desafío. Su causa no siempre es evidente y su duración puede ir de unas horas a varios días, afectando la calidad de vida. Aunque no es grave, es molesta y puede llegar a ser incapacitante durante un tiempo. Además, tiene bastante recurrencia en menores de edad.
Este problema musculoesquelético puntual es más frecuente en mujeres y suele aparecer con mayor incidencia a partir de los 40 años. Sin embargo, puede afectar a cualquier persona, incluso a niños y adolescentes. La buena noticia es que, si comprendemos por qué ocurre, podemos reducir su aparición y aliviar el dolor de manera efectiva cuando surge.
Qué es la tortícolis aguda y por qué se produce
La tortícolis aguda es una contracción involuntaria y dolorosa de los músculos del cuello, que limita el movimiento y provoca una sensación de rigidez intensa. Su nombre proviene del latín tortus collum, que significa cuello torcido, ya que la postura que adopta la cabeza suele inclinarse o girarse ligeramente hacia un lado. Aunque puede desaparecer en unos días, en ocasiones el malestar se prolonga más de lo esperado.
Este problema afecta con mayor frecuencia a personas que mantienen posturas inadecuadas durante el sueño o el trabajo, a quienes están sometidos a estrés o tensión emocional y a quienes padecen trastornos musculares previos. Además, factores como las corrientes de aire frío o movimientos bruscos pueden desencadenarla. En algunos casos, también está relacionada con infecciones respiratorias, que pueden inflamar los ganglios cercanos al cuello y provocar dolor muscular reflejo.
Existen otros tipos de tortícolis con causas más complejas. La tortícolis congénita, por ejemplo, se debe a una alteración en el músculo esternocleidomastoideo desde el nacimiento. La tortícolis espasmódica (distonía cervical), en cambio, es una condición neurológica que provoca contracciones involuntarias crónicas. Estas variantes requieren un tratamiento específico, distinto al de la tortícolis aguda, que suele resolverse sin necesidad de intervenciones agresivas.
Cómo evitar la tortícolis y cómo tratarla

Prevenir la tortícolis aguda pasa por adoptar hábitos saludables que protejan la musculatura cervical. Mantener una buena higiene postural al dormir es clave: elegir una almohada que mantenga la alineación natural del cuello y un colchón de firmeza media puede marcar la diferencia. También es recomendable evitar posturas prolongadas frente al ordenador o el móvil y realizar pausas para estirar el cuello si el trabajo lo exige. Algo que ya hemos explicado a menudo en THE OBJECTIVE y que refrendan desde Clínica Universitaria de Navarra.
El estrés y la ansiedad también juegan un papel importante en la tensión muscular. La práctica de técnicas de relajación como el yoga, la meditación o simplemente la respiración consciente puede reducir la predisposición a sufrir contracturas cervicales. Además, mantener una alimentación equilibrada y una buena hidratación ayuda a que los músculos funcionen correctamente, evitando la aparición de calambres y espasmos. También es importante saber entrenar el cuello.
Cuando la tortícolis ya ha aparecido, el tratamiento debe centrarse en aliviar el dolor y recuperar la movilidad. Aplicar calor local, realizar estiramientos suaves y masajes pueden acelerar la recuperación. Los antiinflamatorios pueden ser útiles en algunos casos, pero el uso de collarines inmovilizadores no es recomendable, ya que pueden prolongar la rigidez al limitar el movimiento natural del cuello. Lo importante es moverse con suavidad y progresivamente hasta recuperar la normalidad.