El lenguaje de los pañuelos: cómo el aspecto y el color de tus mocos cuentan qué sucede
Aunque creamos que pueden ser enemigos, la realidad es que son aliados, pero hay que saber cómo interpretarlos

Un hombre tapándose la nariz. | ©Freepik.
Te suenas la nariz y ahí está: un pañuelo de papel testigo de lo que ocurre en tu cuerpo. O quizás has optado por uno de tela, pero el resultado es el mismo. Estornudas, respiras con dificultad o notas esa sensación incómoda de goteo en la nariz. Aunque puedas pensar que los mocos son solo una molestia pasajera, lo cierto es que pueden contar más sobre tu salud de lo que imaginas. Su color, su textura y su cantidad pueden ser señales de lo que está ocurriendo en tu organismo. Desde una simple alergia hasta una infección más seria, de las que hemos hablado en THE OBJECTIVE.
No hay motivo para temer a los mocos. Son un elemento natural de nuestro cuerpo, una defensa biológica que cumple un papel clave en la protección del sistema respiratorio. Sin embargo, cuando su aspecto cambia, merece la pena prestar atención. Un color amarillento, verdoso o incluso rojizo puede significar que algo no va bien. A veces, una simple variación en la consistencia puede dar pistas sobre la evolución de un resfriado o una infección.
Observar lo que queda en el pañuelo puede parecer poco agradable, pero también es una forma sencilla de entender mejor cómo responde tu cuerpo a distintos agentes externos. Si bien en la mayoría de los casos los cambios en los mocos no son motivo de alarma, conocer su significado te permitirá actuar a tiempo y, en algunos casos, tomar medidas para aliviar síntomas o incluso acudir al médico si es necesario.
Realmente qué son los mocos y por qué nos importan
Los mocos son una mezcla de agua, proteínas, anticuerpos y sales que forma parte del sistema defensivo del cuerpo. Se producen en las membranas mucosas del aparato respiratorio, especialmente en la nariz, los senos paranasales, la garganta y los pulmones. Su función principal es atrapar partículas externas, como polvo, bacterias y virus, evitando que lleguen a los pulmones y puedan causar infecciones. De esta forma, los mocos funcionan como una barrera protectora natural que impide la entrada de microorganismos dañinos.
Además de atrapar sustancias extrañas, los mocos también ayudan a mantener la humedad en las vías respiratorias. La nariz y la garganta necesitan un ambiente húmedo para funcionar correctamente, y la mucosidad contribuye a evitar la sequedad y la irritación. Es por esto que en condiciones normales el cuerpo produce una cantidad constante de moco, que suele ser transparente y fluido. Cuando esta producción aumenta o cambia de color, suele ser una señal de que el organismo está respondiendo a un agente externo. Algo que explican desde la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física.
El moco saludable es transparente, de consistencia ligera y no suele acumularse en grandes cantidades. Sin embargo, cuando se espesa, se torna amarillo, verde o adquiere una textura pegajosa, es una señal de que el sistema inmunológico está combatiendo algo. Aunque muchas veces estos cambios son transitorios y forman parte del proceso natural de defensa del cuerpo, en algunas situaciones pueden indicar una infección o una afección más grave.
Cuando los mocos se delatan: qué significa el color o la consistencia

El color de los mocos puede revelar mucha información sobre tu estado de salud. Cuando son transparentes, indican que todo está en equilibrio, aunque una secreción abundante puede deberse a alergias o a una irritación causada por el frío. Tal y como advierten en Msd Manuals. Un goteo nasal persistente sin signos de infección suele estar relacionado con la rinitis alérgica, un problema frecuente en primavera y otoño.
Por otro lado, cuando el moco es denso y espeso, puede deberse a una deshidratación o a la presencia de inflamación en las vías respiratorias. Un exceso de mucosidad puede provocar congestión nasal, dificultad para respirar o acumulación en los pulmones, lo que aumenta el riesgo de infecciones secundarias. Por eso, esta sintomatología tiene tanta relación con las enfermedades respiratorias.
Aparte, en casos de extrema sequedad, beber suficiente agua, usar suero fisiológico o humidificadores puede ayudar a aliviar la congestión por un exceso de moco que sea particularmente espeso. Razón por la que también se suelen recomendar los lavados nasales, habitualmente con agua de mar, como alternativa para fluidificarlos.
Una cuestión cromática: verde, amarillo, blanco o rojo
Si los mocos adquieren un tono amarillo o verdoso, es probable que el sistema inmunológico esté luchando contra una infección. Al principio de un resfriado, la mucosidad suele ser clara, pero a medida que el cuerpo combate los virus o bacterias, los glóbulos blancos se acumulan en la zona y generan este cambio de color. Aunque muchas veces los mocos verdes se asocian con infecciones bacterianas, lo cierto es que también pueden aparecer en infecciones virales, por lo que no siempre es necesario recurrir a antibióticos.
Por otro lado, cuando el moco es denso y espeso, puede deberse a una deshidratación o a la presencia de inflamación en las vías respiratorias. Un exceso de mucosidad puede provocar congestión nasal, dificultad para respirar o acumulación en los pulmones, lo que aumenta el riesgo de infecciones secundarias.
Mocos rojos o rosados suelen indicar presencia de sangre, ya sea por irritaciones de las mucosas o por algún golpe y, generalmente, remiten pronto. Sin embargo, si se prolongan, deberían ser motivo de consulta médica. En el caso de que sean de color negro podemos achacarlo a hábitos como el fumar o a un exceso de contaminación ambiental.
También por consumo de drogas inhaladas y, en ciertos casos, por infecciones por hongos, que también deben ser examinadas clínicamente. Si los mocos son de color marrón o contienen rastros de sangre, puede ser señal de irritación en las fosas nasales, sequedad extrema o incluso una infección más severa que requiere atención médica.