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¿Hay microplásticos en tus chicles? Sí, según un estudio de una universidad estadounidense

Según esta investigación, podrían pasar al organismo a través de la saliva tras haberlos consumido

¿Hay microplásticos en tus chicles? Sí, según un estudio de una universidad estadounidense

Una mujer haciendo una pompa de chicle. | ©Freepik.

Desde hace unos años, los microplásticos han acaparado la atención pública debido a su omnipresencia en el medio ambiente y su potencial impacto en la salud humana. Estas diminutas partículas se han detectado en diversos entornos, desde océanos hasta suelos, y alarmantemente, también en alimentos y bebidas que consumimos a diario. Aunque la evidencia científica aún no es concluyente respecto a los efectos específicos de los microplásticos en el organismo, su presencia constante en nuestra vida cotidiana es innegable y merece una consideración seria.​ Más aún ahora con una sorpresa: microplásticos en los chicles.

Recientemente, una investigación de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) ha revelado que incluso podría haber microplásticos en los chicles. Un hallazgo que subraya la necesidad de prestar atención a los componentes de los productos que consumimos regularmente. Además de considerar las implicaciones que podrían tener en nuestra salud y en el medio ambiente.​

De hecho, no es la primera vez que te hablamos de ellos en THE OBJECTIVE. Anteriormente, ya hemos explicado cómo llegan los microplásticos al cerebro, lo que hacen y cómo deshacerse de ellos. O de cómo en la última década ha aumentado el porcentaje de microplásticos que tenemos en él.

¿Qué son los microplásticos?

Los microplásticos son fragmentos de plástico de tamaño diminuto, generalmente inferiores a 5 milímetros. Se clasifican en dos categorías principales: primarios y secundarios. Los microplásticos primarios son aquellos que se fabrican intencionadamente en pequeño tamaño para su uso en productos como cosméticos y productos de limpieza. Por otro lado, los microplásticos secundarios resultan de la degradación de objetos plásticos más grandes, como botellas o bolsas, que se fragmentan debido a la exposición a factores ambientales como la luz solar y el desgaste mecánico.​ Ahora, además, parece que los microplásticos y los chicles podrían estar más relacionados.

Estas partículas pueden ingresar a nuestro organismo a través de la ingestión de alimentos y bebidas contaminados, así como por la inhalación de aire que contiene microplásticos en suspensión. Estudios han detectado su presencia en productos como el agua embotellada, la sal de mesa y diversos mariscos. Una vez en el cuerpo, la preocupación radica en su potencial para liberar sustancias químicas tóxicas o causar inflamación en los tejidos, aunque se requieren más investigaciones para determinar con precisión sus efectos en la salud humana.​

A nivel medioambiental, los microplásticos representan un desafío significativo. Debido a su pequeño tamaño, son fácilmente ingeridos por organismos marinos, lo que puede provocar daños físicos y químicos en la fauna acuática. Además, al acumularse en la cadena alimentaria, pueden llegar hasta los seres humanos. Su persistencia en el medio ambiente contribuye a la contaminación de ecosistemas terrestres y acuáticos, afectando la biodiversidad y la calidad de los recursos naturales.​

¿Chicles con microplásticos? Sí, según este estudio

Un estudio piloto realizado por investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) ha descubierto que masticar chicle puede liberar entre cientos y miles de microplásticos en la saliva, que posteriormente podrían ser ingeridos. Los análisis revelaron que, en promedio, un gramo de chicle liberaba alrededor de 100 partículas de microplásticos, aunque en algunos casos se detectaron hasta 600 partículas por gramo. Considerando que una pieza de chicle pesa entre 2 y 6 gramos, esto podría traducirse en la liberación de hasta 3.000 microplásticos por unidad. ​

El estudio analizó diez marcas de chicles, tanto naturales como sintéticos, y encontró que ambos tipos liberan cantidades similares de microplásticos durante la masticación. Los investigadores identificaron polímeros como poliolefinas y tereftalatos de polietileno en las muestras de saliva. Es importante destacar que la mayoría de estas partículas se liberaron en los primeros minutos de masticación. ​

Es fundamental señalar que este estudio es de carácter preliminar y contó con una muestra poblacional reducida. Además, aún está pendiente de revisión por pares y de confirmación mediante investigaciones más amplias. Aunque los resultados no pretenden alarmar, sí subrayan la necesidad de reducir la exposición a los microplásticos y de continuar investigando su presencia en productos de consumo cotidiano como los chicles. ​

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