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El impacto de la ira en tu cuerpo y cómo gestionarla para una vida más sana

Esta emoción puede llegar a ser muy poderosa, ya que cuando se maneja bien se convierte en un motor de cambio

El impacto de la ira en tu cuerpo y cómo gestionarla para una vida más sana

Mujer enfadada | Canva

Según BBC News Mundo, con esta reflexión: El ser humano es una casa de huéspedes. Cada día, una nueva visita, una alegría, una tristeza, una decepción…, el poeta persa Rumi describe nuestra continua interacción con las emociones, que llegan como visitantes inesperados en nuestras vidas. Algunas de estas emociones pueden ser agradables, otras difíciles de manejar, pero todas tienen algo valioso que enseñarnos. Hoy nos centraremos en una de las más intensas: la ira. ¿Qué le sucede a nuestro cuerpo cuando la sentimos? ¿Cómo gestionarla de manera saludable?

El impacto de la ira en el cerebro

Cuando la ira se desata, nuestro cerebro responde a través de un complejo proceso biológico que involucra varias áreas, principalmente la amígdala, una región del cerebro encargada de procesar emociones intensas como el miedo o la ira. La neurocientífica Nazareth Castellanos, investigadora del Laboratorio Nirakara-Lab en la Universidad Complutense de Madrid, explica que hay diferentes formas en las que el cerebro responde a un estímulo aversivo.

En una situación de enfado, el cerebro procesa rápidamente la información a través de la amígdala, y dependiendo del nivel de estrés previo, nuestra reacción puede ser más o menos desproporcionada. En un estado de alta tensión, como sucede en el tercer escenario descrito por Castellanos, la amígdala toma el control y nuestra respuesta puede volverse exagerada, lo que podría llevarnos a decir cosas de las que luego nos arrepentimos. Esta reacción, cuando es desmedida, puede tener consecuencias negativas tanto a nivel emocional como físico.

Cómo impacta en el resto del cuerpo

El efecto de la ira no se limita al cerebro. Un estudio reciente del profesor Daichi Shimbo de la Universidad de Columbia muestra que incluso un breve ataque de ira (alrededor de 8 minutos) puede alterar la capacidad de los vasos sanguíneos para dilatarse, aumentando el riesgo de daño vascular a largo plazo. La reacción inmediata que notamos es un aumento en la presión sanguínea, la frecuencia cardíaca y la respiración. Además, la ira afecta al sistema digestivo. El intestino, que posee una red de neuronas conocida como el sistema entérico, puede experimentar contracciones y malestar, lo que podría generar hinchazón, ardor y otros síntomas digestivos. Aunque estos efectos son más lentos que los cambios cardiovasculares, son igualmente perjudiciales si la ira se prolonga o se convierte en un hábito.

Cómo gestionarla

La clave para manejar la ira de forma saludable es no reprimirla, sino gestionarla de manera que nos permita resolver los conflictos de forma efectiva.

  1. Permitir, observar e investigar (RAIN): Tara Brach, psicóloga estadounidense, propone un enfoque llamado RAIN, que implica reconocer la emoción, permitir que se exprese, investigar sus causas y nutrirnos de la experiencia. Al hacer esto, podemos cuestionar nuestras interpretaciones y tomar un paso atrás para ver la situación con más claridad.
  2. La importancia de la exhalación: según Castellanos, cuando estamos muy enojados, nuestra respiración se acelera y el cerebro se estresa aún más. Un ejercicio útil es ralentizar la respiración, haciendo que la exhalación sea más larga que la inhalación. Este simple acto de control respiratorio ayuda a calmar la amígdala y reduce la intensidad del enfado.
  3. El poder del mantra: repetir una palabra neutral (como “mesa” o “luz”) en momentos de ira puede calmar la actividad de la amígdala. Este truco, que proviene de un estudio de la Universidad de Tel Aviv, demuestra cómo el lenguaje puede intervenir para reducir la agitación emocional. Al darle a la amígdala un lenguaje neutro, podemos desconectarla de la narrativa emocional que alimenta el enfado.

La ira como motor de cambio

Aunque la ira tiene un impacto negativo cuando se descontrola, también cumple una función importante en nuestras vidas. Como nos recuerda Castellanos, la ira puede servir para revelar injusticias o para motivarnos a tomar medidas cuando algo nos resulta inaceptable. Dolores Mercado, profesora de la UNAM, explica que la ira tiene una función adaptativa, especialmente cuando se produce en respuesta a una agresión o un obstáculo en el camino hacia nuestros objetivos. Esta emoción nos impulsa a actuar y restaurar la justicia en situaciones de conflicto.

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