Silvia Congost, psicóloga: «Evitar conflictos puede elevar tu ansiedad y afectar relaciones»
Ser claro implica incomodar, pero también es el mayor acto de respeto, tanto hacia uno mismo como hacia los demás

Enfrentamientos | Canva Pro
En la vida cotidiana, el conflicto es una constante difícil de evitar. Ya sea en el trabajo, en la familia o en las relaciones de pareja, los enfrentamientos emocionales forman parte de la experiencia humana. Sin embargo, existen personas que, ante una situación incómoda o potencialmente tensa, prefieren callar, ceder o simplemente desaparecer de la escena. Lo que podría parecer una actitud conciliadora esconde, en muchos casos, un problema más profundo: el miedo al conflicto. Y no afrontarlo, lejos de ser una solución, puede pasar factura. La psicología advierte que quienes evitan sistemáticamente este tipo de situaciones tienen mayor riesgo de desarrollar trastornos como la ansiedad, el estrés crónico e incluso síntomas físicos asociados al malestar emocional reprimido.
Un patrón silencioso, pero común
Aunque socialmente suele valorarse a quien evita confrontaciones como una persona “pacífica”, la psicología advierte que detrás de esta aparente calma puede haber un elevado nivel de ansiedad. Según la psicóloga clínica Silvia Congost, este patrón se construye muchas veces en la infancia, especialmente en entornos donde el conflicto era sinónimo de agresión o descontrol. «Si un niño crece en un ambiente donde discutir implica gritos, rechazo o incluso violencia, desarrollará una estrategia de supervivencia basada en el silencio», explica Congost. De hecho, diversos estudios, como el publicado por la Universidad de California en Personality and Social Psychology Review, señalan que quienes desarrollan una actitud evitativa frente al conflicto tienden a experimentar más niveles de estrés, baja autoestima y dificultad para establecer límites sanos en sus relaciones.
Así son las personas que evitan el conflicto
Las personas con un alto temor a la confrontación suelen compartir ciertos rasgos. Son complacientes, evitan expresar opiniones contrarias, priorizan el bienestar del otro por encima del propio y, en muchos casos, buscan la aprobación constante. «Son perfiles que sienten un profundo temor a ser juzgados, decepcionar o provocar enfado en los demás», señala la psicóloga Patricia Ramírez. Pero no se trata simplemente de una elección personal o de una cuestión de temperamento. Hay componentes psicológicos profundos: inseguridad, necesidad de control emocional o miedo a la pérdida del vínculo. Y, en efecto, como apunta Ramírez, «muchas personas prefieren pagar el precio de su propio silencio antes que enfrentar una situación emocionalmente incómoda».
Las consecuencias de evitar el conflicto
Rehuir constantemente del conflicto no solo puede generar frustración interna, sino también llevar a relaciones desequilibradas, donde una parte siempre cede mientras la otra impone. A largo plazo, esto puede provocar agotamiento emocional, sensación de invisibilidad e incluso cuadros de ansiedad o depresión. El silencio prolongado también puede afectar a nivel físico. Según datos de la American Psychological Association (APA), la represión emocional continuada está asociada con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y un debilitamiento del sistema inmunológico.

¿Cómo afrontar el miedo al conflicto?
Romper con este patrón no es fácil, pero es posible. La clave está en la autoconciencia y la comunicación asertiva. Reconocer que el conflicto no es sinónimo de fracaso, sino una oportunidad para crecer, es el primer paso. Algunas claves que recomienda Ramírez para comenzar este cambio incluyen:
- Identificar creencias limitantes: preguntarse de dónde proviene ese miedo. ¿Es una experiencia pasada? ¿Una creencia impuesta?
- Practicar la asertividad: expresar las propias ideas con respeto, sin agresividad, pero con firmeza.
- Establecer límites: aprender a decir “no” sin culpa es fundamental para proteger el bienestar personal.
- Técnicas de regulación emocional: la meditación, respiración consciente o incluso escribir lo que se siente antes de verbalizarlo puede ayudar a manejar la tensión.
- Aceptar la incomodidad: no todos los conflictos terminan mal. A veces, hablar claro es el inicio de una relación más honesta y sólida.
Conflicto no es sinónimo de guerra
Aceptar el conflicto como parte inherente de la vida es esencial. Lejos de ser un elemento destructivo, una discusión bien gestionada puede fortalecer vínculos, aclarar malentendidos y construir respeto mutuo. No se trata de volverse una persona conflictiva, sino de dejar de temer al hecho de defender lo que se piensa y se necesita. Como concluye la psicoterapeuta estadounidense Brené Brown, «la claridad es amabilidad».