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Qué son los barotraumas: el temor ante la presión de buceadores y pasajeros de avión

Los síntomas van desde el dolor agudo en los oídos hasta, incluso, el sangrado nasal

Qué son los barotraumas: el temor ante la presión de buceadores y pasajeros de avión

Una mujer buceando. | ©Freepik.

Las vacaciones estivales invitan a hacer aquello que durante el resto del año queda en segundo plano: viajar, explorar, descubrir el mar bajo la superficie o subirse a aviones con rumbo a destinos lejanos. Son experiencias que abren horizontes, pero también enfrentan al cuerpo a condiciones poco habituales. Sumergirse a varios metros de profundidad o volar a más de diez mil metros de altitud implica necesariamente enfrentarse a variaciones de presión que no siempre se toleran igual de bien. Aunque la mayoría de las personas las soporta sin problema, en algunas situaciones se producen respuestas fisiológicas que conviene conocer y no tomar a la ligera.

Hay quien, al aterrizar o al descender en una inmersión, nota un dolor agudo en los oídos o una presión molesta en el pecho. Otros experimentan un taponamiento persistente, una sensación de mareo o incluso sangrado nasal. Son signos de que el cuerpo no ha conseguido adaptarse con suficiente rapidez a un cambio de presión ambiental. Estas alteraciones pueden parecer menores, pero en determinados contextos derivan en lesiones más complejas. De hecho, tienen un nombre específico dentro del ámbito médico, aunque no sean demasiado conocidas por el gran público.

Se trata de los barotraumatismos, también llamados barotraumas, lesiones físicas producidas por desequilibrios de presión entre el exterior y ciertas cavidades del cuerpo. No son exclusivos del verano, pero esta época del año, con su mayor frecuencia de vuelos y actividades acuáticas, los convierte en un fenómeno más recurrente. Saber qué los provoca, cómo se manifiestan y qué podemos hacer para evitarlos o mitigarlos es esencial para disfrutar de unas vacaciones saludables sin sorpresas incómodas.

Qué es realmente un barotrauma (y qué tipos hay)

Ateniéndonos a la definición clínica, como explican desde MSD Manuals, el barotrauma es una lesión producida por la diferencia de presión entre el interior del cuerpo y el entorno exterior. Cuando esa diferencia es excesiva y no se iguala adecuadamente, el aire atrapado en ciertas cavidades puede expandirse o comprimirse de forma dañina. Este fenómeno se basa en la ley de Boyle, una premisa física muy sencilla. En ella se establece que el volumen de un gas es inversamente proporcional a la presión si la temperatura se mantiene constante. Es decir, al aumentar la presión, el volumen del aire disminuye; y al reducirse la presión, ese volumen se expande. Este principio explica por qué los cambios de altitud o profundidad afectan tanto al organismo.

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Una inmersión demasiado rápida puede aumentar el riesgo de barotrauma cuando se bucea. ©Freepik.

Los tipos más comunes de barotrauma afectan al oído medio, los senos paranasales y los pulmones. El barotrauma del oído es un caso muy gráfico, pues se produce cuando la trompa de Eustaquio, que iguala la presión entre el oído medio y el exterior, no funciona correctamente. En el caso de los pulmones, el problema aparece sobre todo durante el buceo, cuando un ascenso rápido puede provocar la expansión excesiva del aire y dañar los tejidos pulmonares. También existen barotraumas gastrointestinales, aunque son menos frecuentes y suelen deberse a la expansión del gas en el intestino durante vuelos o inmersiones prolongadas.

Cuáles pueden ser sus consecuencias

Las consecuencias son muy variadas. Pueden ir desde leves molestias, como dolor o zumbido en los oídos, hasta complicaciones serias. Algunos de los casos más graves incluyen la rotura del tímpano, el sangrado nasal o la dificultad respiratoria. Hay personas más susceptibles, como quienes padecen alergias respiratorias, niños pequeños o personas con infecciones del tracto respiratorio superior. En los vuelos, el cambio de altitud durante el despegue y el aterrizaje es el principal desencadenante. En el buceo, el problema suele aparecer al subir demasiado rápido sin dar tiempo a que los gases se redistribuyan. Reconocer los primeros síntomas, como presión, dolor o pérdida de audición, es esencial para evitar complicaciones mayores.

Cómo contrarrestar los barotraumas

Prevenir los barotraumas es posible si se toman ciertas precauciones antes de exponerse a cambios bruscos de presión. En primer lugar, conviene no bucear ni volar si se tiene congestión nasal, sinusitis o una infección del oído. El uso de descongestionantes nasales puede ayudar en algunos casos, pero siempre bajo recomendación médica. Durante el vuelo, masticar chicle, bostezar o realizar maniobras como la de Valsalva (cerrar la boca y la nariz y soplar suavemente) ayuda a igualar la presión. Estas técnicas facilitan la apertura de la trompa de Eustaquio y reducen el riesgo de lesión en el oído medio, algo imprescindible, especialmente en verano. De hecho, en THE OBJECTIVE hemos hablado en muchas ocasiones de cómo sufren los oídos y cómo protegerlos.

En el caso del buceo, es fundamental seguir las normas de seguridad y respetar los tiempos de descompresión. Nunca se debe ascender bruscamente ni saltarse las paradas programadas, ya que eso impide al cuerpo adaptarse al cambio de presión. También es recomendable realizar una formación adecuada antes de practicar buceo recreativo. Saber cómo utilizar correctamente el equipo y cómo compensar la presión durante el descenso y el ascenso es tan importante como conocer las señales de alarma. De hecho, muchos accidentes pueden evitarse con una correcta preparación y planificación de la inmersión.

La clave: conocer los síntomas y saber cómo atajarlos

Por último, es importante saber que, aunque los barotraumas suelen resolverse espontáneamente, en algunos casos requieren atención médica. Si tras un vuelo o una inmersión persisten síntomas como dolor intenso, pérdida de audición, dificultad para respirar o hemorragias, es aconsejable acudir al médico. También conviene no subestimar los signos en niños pequeños, que pueden no expresar con claridad el malestar. En definitiva, se trata de actuar con sentido común: entender los riesgos, prepararse con antelación y saber cuándo es necesario detenerse. Con esas pautas, viajar o sumergirse en el mar puede seguir siendo una experiencia saludable y segura.

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