Vicky Martín Berrocal, a sus 52 años: «La pasta era mi refugio y no podía adelgazar»
Más que encajar en moldes, la sevillana deslumbra por la seguridad con la que se siente cómoda en su propia piel

Vicky Martín Berrocal | Redes sociales
Vicky Martín Berrocal ha vuelto a convertirse en referente de autoestima y transformación personal. A sus 52 años, la diseñadora sevillana comparte con naturalidad su experiencia con el sobrepeso, un tema del que no rehúye hablar y que aborda sin dramatismos, pero con toda la sinceridad que la caracteriza. Su físico ha cambiado, sí, pero más importante ha sido la transformación interior. «No adelgazaba porque mis problemas los solucionaba comiendo pasta», confiesa sin rodeos. Detrás de esa frase se esconde una historia de lucha contra el autosabotaje emocional y un proceso de reconstrucción personal basado en el equilibrio, no en la perfección.
Un cambio que empezó en la mente
Durante años, Martín Berrocal defendió con orgullo su cuerpo, sus curvas y su talla, incluso cuando los cánones de belleza parecían exigir otra cosa. Pero llegó un momento en el que comprendió que algo no estaba funcionando. No se trataba solo de estética, sino de salud y calidad de vida. «Me costaba levantarme de la cama, me faltaba el aire, y por las noches no descansaba bien», reconocía en una entrevista reciente. La incomodidad física se convirtió en el detonante que la empujó a cambiar de hábitos, sin renunciar a su identidad.
Lejos de caer en discursos culpabilizadores, la diseñadora fue desmenuzando su relación con la comida y con el deporte. Durante mucho tiempo, ambas estaban marcadas por la ansiedad, los altibajos emocionales y la falta de estructura. «Yo no comía por hambre, comía por angustia. Llegaba a casa, me pasaba algo y me zampaba un kilo de pasta. No se me ocurría una ensalada, porque no estaba buscando alimentarme, sino anestesiarme», contaba sin tapujos en el programa La Tres Puertas, presentado por María Casado.

Comer con cabeza, no con culpa
El gran giro llegó cuando entendió que la comida no era su enemiga, pero tampoco su terapeuta. Aprendió a comer de forma consciente, sin prohibirse nada, pero aplicando sentido común. Optó por platos con más verduras, proteínas magras y grasas saludables. No eliminó los hidratos, ni se apuntó a ninguna dieta restrictiva. Y sobre todo, no dejó de disfrutar de los placeres de la mesa: una copa de vino, unas tapas con amigos, una buena comida en familia. La clave estaba en el equilibrio. «Puedes comerte una pizza, pero después sales a caminar. No se trata de castigar al cuerpo, sino de entenderlo», explicaba a sus seguidores en redes.
El ejercicio, de castigo a aliado
Si la comida fue un campo de batalla durante años, el deporte directamente era un territorio hostil. «No entendía por qué tenía que pasar una hora del día sufriendo», confesó. Su relación con el ejercicio era prácticamente inexistente, hasta que decidió comprometerse. No porque quisiera entrar en una talla, sino porque necesitaba sentirse mejor. Empezó poco a poco, con entrenamientos adaptados, y al cabo de unas semanas, notó el cambio. «Lo difícil son las tres primeras semanas. Después, engancha. No solo porque te ves distinta, sino porque te sientes más viva», escribía en Instagram. Hoy, entrena con regularidad, pero sin imposiciones. Se mueve porque lo necesita, no porque se lo impongan. «La constancia ha sido lo más difícil, pero también lo más transformador», señala. La actividad física no solo le ha ayudado a perder 20 kilos, también a despejar la mente, a canalizar la ansiedad y a reconectar con su cuerpo desde un lugar de respeto y gratitud.
Más allá del peso: quererse en todas las tallas
La transformación física de Vicky Martín Berrocal ha sido evidente, pero su mensaje va más allá de la báscula. Asegura que los kilos no determinan la felicidad. «He llorado con una talla 46 y he llorado con una 40. La talla no te cambia la vida, la actitud sí», insiste. Por eso, su discurso nunca ha sido el de “antes mal, ahora bien”, sino el de “me aceptaba antes, pero ahora me siento mejor”. En un panorama mediático donde abundan los mensajes extremos sobre el cuerpo, Berrocal se posiciona en un punto sensato. Ni gordofobia, ni obsesión por la delgadez. Su apuesta pasa por cultivar una relación sana con uno misma, aprender a escucharse y saber que cada cuerpo tiene su ritmo. «Todos somos distintos. Lo importante es quererte como eres, estés en el punto del camino en el que estés», afirma.
Un referente con los pies en la tierra
Hoy, Vicky Martín Berrocal arranca el verano luciendo vestidos que realzan su figura, pero lo que de verdad proyecta es fuerza, decisión y autenticidad. A través de sus redes sociales, comparte consejos, reflexiones y fotos en las que se muestra tal cual es. Sin filtros extremos, sin postureo, con la firme intención de inspirar sin presionar. A sus 52 años, sigue siendo la misma mujer apasionada y libre, pero con una nueva visión sobre el autocuidado. No busca encajar en moldes, sino sentirse cómoda en su piel. Y si bien los vestidos le sientan de maravilla, lo que más deslumbra es la seguridad con la que los lleva. Como ella misma dice: «No hay cuerpo perfecto, hay cuerpos felices».