Qué es el oído del nadador, la molesta otitis que puede aparecer durante tus vacaciones
Un exceso de humedad en el canal auditivo puede jugarnos una mala pasada este verano si no prestamos atención

Una nadadora antes de entrar al agua. | ©Freepik.
Algunas dolencias no exigen que seamos deportistas de élite para sufrirlas o, incluso, para haber trascendido a la medicina cotidiana. El codo de tenista (epicondilitis) es quizá uno de los ejemplos más conocidos, aunque no está solo. También, si hablamos del brazo, encontramos términos como codo de golfista para referirnos a la epitrocleitis. O una infección fúngica como el pie de atleta, que evoca con claridad tanto el origen como la localización de estas molestias.
En este catálogo de nombres pintorescos también existe un trastorno auditivo que cobra protagonismo en verano: el llamado oído del nadador. Su denominación suena inofensiva, casi infantil, pero quienes lo han sufrido saben que puede convertirse en un serio quebradero de cabeza. Aunque no es exclusivo de quienes practican natación, sí es mucho más frecuente en personas que pasan más tiempo en el agua, sobre todo durante las vacaciones estivales.
Este tipo de otitis externa no goza de la misma popularidad mediática que otras afecciones asociadas al deporte. Sin embargo, su incidencia aumenta cada año cuando llega el calor. Las piscinas, los baños prolongados en el mar y la exposición constante a la humedad crean un caldo de cultivo ideal para que aparezca esta infección, especialmente en quienes no están acostumbrados a nadar con frecuencia y a no proteger sus oídos.
Qué es exactamente el oído del nadador
El oído del nadador es el nombre coloquial que recibe una otitis externa, una infección que afecta al conducto auditivo externo, es decir, el canal que conecta la parte exterior de la oreja con el tímpano. A diferencia de la otitis media, más común en niños y relacionada con resfriados, esta variante está estrechamente ligada a la exposición prolongada a la humedad. De ahí su apodo: es especialmente común en quienes pasan mucho tiempo nadando.
La humedad constante debilita la barrera natural que protege el oído, lo que facilita la entrada de bacterias u hongos. Además, el uso de bastoncillos o una higiene excesiva pueden dañar la fina piel del conducto auditivo, aumentando aún más el riesgo de infección. Por eso, no es raro que quienes solo se meten al agua durante las vacaciones, sin las precauciones adecuadas, se enfrenten a esta dolencia sin saber muy bien qué la ha provocado.
Los síntomas suelen empezar con un picor intenso dentro del oído. A él le siguen el enrojecimiento, la inflamación y un dolor que puede agravarse al mover la cabeza o tocar la oreja. En algunos casos también hay secreción, sensación de taponamiento o incluso pérdida auditiva temporal. El diagnóstico es sencillo y lo realiza un médico mediante una exploración del conducto auditivo. El tratamiento habitual incluye gotas antibióticas o antifúngicas, y en casos más graves, antiinflamatorios orales.
Cómo evitarlo y proteger tus oídos en verano

Prevenir el oído del nadador es posible con unos pocos hábitos sencillos. Lo más importante es mantener los oídos secos. Para ello, se recomienda secarlos suavemente con una toalla después del baño y, si fuera necesario, inclinar la cabeza para facilitar la salida del agua. También existen gotas secantes que pueden usarse después de nadar, aunque deben evitarse si ya hay molestias o heridas previas. Usar tapones específicos para nadar puede ser otra medida útil. Sobre todo, en personas propensas a sufrir esta infección, como ya te comentamos en THE OBJECTIVE. Como es lógico, procurar no nadar en aguas que puedan estar contaminadas es también fundamental.
El verano trae consigo otras amenazas para nuestros oídos que no siempre relacionamos con el agua. Una de ellas es el tinnitus o acúfeno, esa molesta sensación de pitido persistente que a veces aparece tras exposiciones a ruidos muy altos. Festivales, conciertos o simplemente el uso de auriculares con el volumen al máximo pueden provocar este tipo de lesión auditiva, que en algunos casos se vuelve crónica. Usar protectores auditivos en ambientes ruidosos y moderar el volumen en los dispositivos personales es una medida preventiva clave.
También es importante tener en cuenta los barotraumatismos, que pueden afectar al oído medio y producirse al cambiar bruscamente de altitud, como ocurre al despegar o aterrizar en un avión. Los síntomas suelen incluir dolor, taponamiento y, en ocasiones, vértigos. Para aliviar la presión, mascar chicle, bostezar o hacer la maniobra de Valsalva (tapar la nariz y soplar suavemente) suelen ser estrategias eficaces. Como en otros casos, cuidar la salud auditiva en verano pasa por anticiparse a las situaciones de riesgo.