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Si la música te pone nostálgico, la ciencia sabe por qué: así funcionan tus recuerdos sonoros

Lo que escuchas, aunque no lo imagines, puede hacerte mucho más bien de lo que pensabas a medio y largo plazo

Si la música te pone nostálgico, la ciencia sabe por qué: así funcionan tus recuerdos sonoros

Un hombre escucha música con auriculares desde el teléfono. | ©Freepik.

Desde que eras un bebé, la música ha sido un hilo invisible que te ha acompañado sin pedir permiso. Quizá no recuerdas la primera nana que te cantaron, pero esa melodía, suave y repetitiva, quedó grabada en algún rincón de tu memoria emocional. Luego llegaron las canciones del colegio, los primeros compases aprendidos en flauta o las coreografías improvisadas en los recreos.

En casa, la música tenía su propio espacio: en los discos que ponían tus padres, en la radio del coche o en las cintas grabadas con mimo para los viajes de verano. Durante la adolescencia, la cosa cambió. Empezaste a elegir tú mismo qué querías escuchar, y lo hiciste con la intensidad de quien empieza a decidir quién quiere ser. Esa playlist —aunque entonces no tuviera ese nombre— iba creciendo con cada amistad, cada desengaño, cada emoción fuerte que necesitaba una canción a juego.

Ya adulto, sigues sumando canciones a esa banda sonora personal. Algunas las eliges por placer, otras por rutina, y otras se cuelan sin avisar en el momento más inesperado. Sea como sea, esas canciones no solo te acompañan: son capaces de llevarte a otro tiempo y lugar. Porque la música no solo suena, también recuerda, emociona, consuela y, según la ciencia, puede incluso sanar. Algo de lo que ya hablamos en THE OBJECTIVE.

Cómo la música te hace recordar

La música activa varias regiones del cerebro, incluyendo el hipocampo, el área clave en la formación de recuerdos. Cuando una melodía suena, sobre todo si tiene un significado emocional o personal, desencadena una cascada de conexiones neuronales. No solo reconoces la canción, también revives el momento en el que la escuchabas hace años, con todo lo que sentiste entonces. Esa capacidad de evocación tiene mucho que ver con cómo el cerebro archiva los recuerdos musicales: los guarda en estructuras cerebrales que están estrechamente ligadas a la emoción, como la amígdala y el córtex prefrontal.

A diferencia de los recuerdos visuales o verbales, los musicales parecen ser más resistentes al paso del tiempo. Según investigadores de la Universidad de California, las personas con enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer pueden seguir recordando canciones de su juventud, incluso cuando otros recuerdos se han desvanecido. Esta singularidad se debe, en parte, a que la música activa simultáneamente varias áreas del cerebro, lo que fortalece la memoria asociada a ella. Además, escuchar música puede producir dopamina, el neurotransmisor del placer, lo que refuerza el recuerdo.

Los recuerdos musicales de la infancia y la adolescencia son especialmente poderosos. Se forjan en un periodo en el que el cerebro está más receptivo a la novedad y a las emociones intensas. La adolescencia, en particular, actúa como un período crítico en la formación de la identidad, y las canciones que escuchamos entonces quedan asociadas a momentos de descubrimiento, primeras veces y relaciones significativas. Por eso, volver a oírlas puede ser como abrir una caja cerrada durante años, con todo lo que eso implica. Además, se valen de la eficiencia de nuestro cerebro: es en esta época de nuestra vida cuando más fuertes son nuestros sistemas memorísticos.

¿Pueden los recuerdos musicales ser terapéuticos?

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La música fomenta la neuroplasticidad, haciendo más fuertes nuestras conexiones neuronales, según un estudio. ©Freepik.

Un estudio reciente liderado por la Universidad de Durham analizó cómo la música puede moldear nuestra percepción del pasado. Los investigadores pidieron a un grupo de personas que recordaran momentos importantes de sus vidas asociados a canciones específicas. Después, se les pidió que evaluaran cómo se sentían respecto a esos recuerdos, y si sus emociones cambiaban tras volver a escuchar la música relacionada. Los resultados revelaron algo fascinante: la música no solo reactivaba el recuerdo, también podía modificar la emoción que lo acompañaba. Y, del mismo modo, mejorar nuestra propia memoria.

Esto abre una puerta interesante para el uso terapéutico de los recuerdos musicales. En contextos clínicos, como en terapias con pacientes que han vivido experiencias traumáticas o con trastornos del estado de ánimo, la música podría actuar como una herramienta para reinterpretar el pasado. Volver a una canción no significa solo revivir un momento, sino también tener la oportunidad de resignificarlo. En lugar de quedarse anclados al dolor, los pacientes pueden reconectar con lo que había de positivo, o simplemente observar el recuerdo desde otro ángulo. No es, no obstante, el único estudio que ha comprobado cómo la música podría beneficiar a nuestra salud. Otros trabajos constatan que la neuroplasticidad que estimula la música fortalecería nuestras conexiones neuronales.

No se trata de magia, sino de neurociencia aplicada con sensibilidad. La música es capaz de modular nuestro estado de ánimo, reducir la ansiedad y favorecer la introspección. En la práctica, eso significa que una canción triste no necesariamente te deprime: a veces te reconcilia contigo mismo. Y una canción alegre no solo te anima, también puede recordarte que hubo luz, incluso en épocas difíciles. Los recuerdos musicales, cuando se trabajan con cuidado, pueden convertirse en aliados para el bienestar emocional.

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