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No solo es el calor: por qué tu dolor de cabeza aumenta durante el verano

Más allá de las altas temperaturas hay otros factores que también propician y empeoran sus apariciones

No solo es el calor: por qué tu dolor de cabeza aumenta durante el verano

Un hombre con dolor de cabeza en un parque. | ©Freepik.

Es verano, has guardado el portátil en un cajón y tu agenda está más despejada que nunca. Por fin puedes dormir un poco más, comer sin prisas y dedicarte a actividades que durante el resto del año apenas encuentras hueco para disfrutar. Sin embargo, en medio de este escenario idílico, notas un viejo enemigo que se presenta sin invitación. Llega un dolor de cabeza persistente que empaña tus planes y te obliga a replantear cada salida, cada paseo y cada conversación.

No eres el único. Muchas personas descubren que, lejos de ser una estación de descanso para su cuerpo, el verano se convierte en un periodo en el que las cefaleas, y en especial las migrañas, se intensifican. Lo que parece una paradoja —más tiempo libre, menos estrés laboral y oportunidades para cuidarte— se transforma en una lucha silenciosa contra un malestar que no entiende de vacaciones, incluso cuando no aparece una ola de calor. Tampoco, incluso, cuando estamos lejos de un golpe de calor.

Las causas están ahí, aunque a veces no reparemos en ellas. El calor extremo, los cambios bruscos de presión atmosférica, la deshidratación o ciertas rutinas alimentarias que modificamos en verano pueden actuar como detonantes. Comprender por qué el dolor de cabeza encuentra un terreno tan fértil en esta estación es el primer paso para prevenirlo. Sobre todo, para evitar que tus días de descanso acaben condicionados por una presión en las sienes o una migraña que te deje fuera de juego. No es una cuestión menor, es casi una pandemia, pues más de la mitad de la población mundial siente dolor de cabeza de manera recurrente, como ya te contamos en THE OBJECTIVE.

Verano, calor y dolor de cabeza: una peligrosa combinación

El calor excesivo no es solo una incomodidad, es también un factor que puede desencadenar o agravar las cefaleas. Cuando la temperatura ambiental sube, tu organismo trabaja más para regularse, y este esfuerzo extra puede alterar el flujo sanguíneo cerebral y favorecer la aparición del dolor. Además, la sudoración intensa aumenta el riesgo de deshidratación, un disparador bien conocido de migrañas y dolores de cabeza tensionales. No en vano, son muchas las patologías que repuntan en verano debido al calor.

A esto se suman los cambios de presión atmosférica que suelen acompañar a las tormentas de verano. Aunque no todo el mundo es igual de sensible, quienes padecen migraña pueden notar cómo estos cambios influyen en su sistema nervioso, provocando episodios más intensos o prolongados. La humedad ambiental elevada también contribuye a dificultar la regulación térmica. Algo que, en combinación con el calor, se convierte en un cóctel perfecto para las cefaleas.

No hay que olvidar los cambios de hábitos que trae consigo el verano. Comer a deshoras, saltarse comidas o abusar de ciertos alimentos como helados muy azucarados, bebidas con cafeína o alcohol no solo afectan a la digestión, sino que alteran los niveles de azúcar en sangre y los niveles de hidratación. Del mismo modo, dormir en exceso o, por el contrario, descansar mal por el calor nocturno puede alterar tus ritmos biológicos., Así, de nuevo, aumentan las probabilidades de que aparezca un dolor de cabeza.

Cómo prevenir el dolor de cabeza en verano

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El mal descanso nocturno, algo recurrente en verano, puede empeorar y aumentar nuestras cefaleas. ©Freepik.

Mantener una buena hidratación es la primera línea de defensa contra las cefaleas estivales. No se trata solo de beber agua cuando tienes sed, sino de hacerlo de forma regular a lo largo del día, incluso aunque no notes esa necesidad. Evitar las bebidas alcohólicas o con exceso de azúcar es clave, ya que favorecen la pérdida de líquidos y la deshidratación. Incorporar frutas y verduras frescas, ricas en agua y minerales, ayuda a mantener el equilibrio hídrico.

En cuanto a la exposición solar, conviene limitar la actividad física intensa en las horas centrales del día. También es primordial buscar zonas de sombra o interiores frescos. El uso de sombreros, gafas de sol y ropa ligera ayuda a reducir la carga térmica sobre tu cuerpo. También es aconsejable programar las salidas al amanecer o al atardecer, cuando la temperatura y la intensidad de la radiación son más suaves.

Por último, cuidar el descanso nocturno puede marcar una gran diferencia. Mantener un horario de sueño estable, ventilar bien las habitaciones antes de dormir y, si es necesario, usar ventiladores o aire acondicionado de forma moderada, evita que el calor interrumpa el sueño. Además, seguir una rutina alimentaria ordenada y evitar los excesos típicos de las vacaciones reduce los cambios bruscos en el organismo que favorecen las cefaleas. Pequeños gestos que, unidos, pueden hacer que el dolor de cabeza no sea un invitado permanente en tu verano.

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