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Encuentros en la tercera edad: por qué nos cuesta más hacer nuevos amigos al envejecer

Un estudio científico ha comprobado que la plasticidad cerebral puede condicionar las relaciones sociales

Encuentros en la tercera edad: por qué nos cuesta más hacer nuevos amigos al envejecer

Un hombre mayor sentado en un banco. | ©Freepik.

Empiezas a notar que, al paso de los años, estás menos dispuesto a conocer a gente nueva. Crees que puede deberse a que te estás volviendo maniático, quizá más arisco, con menos ganas de perder el tiempo en relaciones que, a lo mejor, ni siquiera lleguen a ser duraderas. Sientes que prefieres mantener tu círculo: familia, amistades de siempre o gente con la que ya tienes confianza. Piensas que esa falta de disposición no es algo que te pase solo a ti, sino algo que se lleva dentro con la edad. Puede que, incluso, creas que mantener una amistad en la tercera edad sea aún más difícil. O que no te apetece hacer nuevos amigos.

Sin embargo, esta sensación, ese pensar ‘es que ya no soporto según quién’, podría tener una explicación que va más allá del carácter. Puede que lo que consideras manía o menos permeabilidad social tenga también raíces en la neurobiología, según un estudio de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur.

Empiezas a sospechar que tu cerebro ha cambiado y que eso afecta la facilidad con que te relacionas. No es solo que hayas cambiado tú como persona, sino que tu forma de conectar está condicionada por cómo funcionan tus redes neurales al envejecer. Quizá no sea que no quieras, sino que neurobiológicamente tu sociabilidad se ha visto alterada.

El estudio recientemente explora exactamente eso: cómo cambia la conectividad entre diferentes áreas del cerebro y cuánto pesa ese cambio en tu manera de socializar. Esto te hace pensar que no eres menos simpático, sino que tu cerebro ya no está tan preparado para hacer nuevas amistades en la tercera edad. Esa idea tiene el potencial de liberarte de la culpa o de pensar que ‘ya no valgo para esto’.

Ahora descubres que la explicación de este envejecimiento también es fisiológica, y eso cambia la perspectiva. Puede que ya no tengas tanto que ver con esas nuevas amistades porque tu cerebro procesa las relaciones de forma distinta. Y abre la puerta a aceptar que cambiar tus hábitos sociales lleva implicaciones más complejas de lo que parecía.

Por qué nos cuesta hacer amigos en la tercera edad

Piensas que simplemente has perdido el interés por conocer gente nueva, pero tal vez no se trate de una decisión consciente. Puede que no sea que no quieras, sino que ya no puedes con la misma facilidad. Eso es lo que sugiere un estudio reciente de la Universidad Tecnológica de Nanyang (Singapur), publicado en PLOS ONE, donde los investigadores eligieron 200 sujetos y compararon los cerebros de personas jóvenes y mayores mientras interactuaban socialmente. Utilizando resonancia magnética funcional, observaron cómo se activaban distintas regiones cerebrales al responder a gestos faciales. Lo que encontraron fue una menor sincronización entre áreas clave en los participantes mayores. En concreto, aquellas vinculadas con la empatía y la lectura emocional del otro mostraban una conectividad reducida.

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Según el estudio, la neurobiología podría explicar la complejidad de hacer nuevos amigos cuando envejecemos. ©Freepik.

Este hallazgo sugiere que la capacidad para interpretar señales sociales puede afectar a la forma de crear amistades en la tercera edad. Si notas que te cuesta más entender a los demás o conectar con lo que están sintiendo, podría deberse a que tu cerebro ya no responde igual ante las expresiones faciales, por ejemplo. La amígdala y la corteza temporal, áreas implicadas en la detección de emociones, no se comunican con la misma eficiencia que antes. Esta descoordinación hace que los gestos de la otra persona no te lleguen del mismo modo, y eso puede dificultar la empatía. El resultado: no conectas, no fluye, y sientes que no te cae bien cuando, en realidad, simplemente no logras sintonizar emocionalmente. Esto puede explicar por qué hacer nuevas amistades te resulta más difícil ahora que antes.

Una flexibilidad que va más allá del físico

La reducción de la plasticidad cerebral también tiene un peso importante al hacer amistades en la tercera edad. El cerebro joven tiene mayor capacidad de adaptación y respuesta ante estímulos nuevos. En cambio, al envejecer, esta flexibilidad se reduce, lo que hace que las relaciones nuevas requieran un mayor esfuerzo cognitivo. Lo que antes surgía con naturalidad, ahora implica un procesamiento más lento y menos eficaz. No es que ya no seas social, sino que necesitas más tiempo, más contexto y menos ruido emocional para establecer vínculos significativos. Esta perspectiva puede ayudarte a entender que no estás perdiendo capacidades sociales por dejadez o carácter, sino por una transformación fisiológica inevitable que condiciona tus conexiones personales.

Los riesgos de mantenerse en soledad en la tercera edad

Aunque tengas la impresión de que estar solo te permite estar tranquilo, la soledad en la tercera edad no es tan inocua como parece. Varios estudios han demostrado que el aislamiento social está fuertemente vinculado al deterioro cognitivo. De hecho, se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades como el alzhéimer o distintos tipos de demencia, de los que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE. Mantener un entorno social activo y afectivo, aunque sea reducido, es un factor protector frente a estos procesos. No se trata de tener muchos amigos, sino de mantener conexiones significativas que estimulen tu cerebro y tu estado emocional. La calidad de la interacción importa más que la cantidad.

La pérdida de seres queridos es otro factor que complica aún más este panorama. La viudedad, por ejemplo, puede dejar un vacío emocional que difícilmente se llena sin apoyo afectivo. A esto se suma la desaparición de amigos de toda la vida o la distancia con familiares, lo que reduce tu red de apoyo natural. En este contexto, si no hay una disposición activa para relacionarte con nuevas personas, el riesgo de aislamiento aumenta. Es un círculo vicioso: la falta de plasticidad cerebral dificulta las nuevas amistades, y la falta de relaciones empeora la salud del cerebro. Tomar conciencia de este proceso puede ayudarte a evitar caer en la pasividad relacional.

La amistad y las relaciones sociales: una necesidad sociosanitaria

La amistad en la tercera edad no es solo una cuestión emocional, sino también una herramienta para cuidar tu salud mental y física. Abundante literatura médica ha demostrado que las personas mayores con vínculos sociales sólidos tienen menos probabilidades de sufrir depresión, tienen mejor memoria y son más autónomas. Estar acompañado, sentirte comprendido, poder compartir el día a día, incluso las pequeñas cosas, tiene un efecto directo sobre tu bienestar. Por eso, aunque cueste más, aunque te dé pereza o sientas que nadie te va a entender, abrir la puerta a nuevas relaciones puede marcar la diferencia. No tienes que forzarte, pero sí permitirte oportunidades. En la tercera edad, la amistad es más que un lujo: es una necesidad.

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