The Objective
Lifestyle

Una experta en neurología: «El chocolate no provoca migraña, es un antojo cuando ya la tienes»

La ciencia ha logrado avanzar en tratamientos más precisos contra la migraña, aunque los mitos aún generan confusión

Una experta en neurología: «El chocolate no provoca migraña, es un antojo cuando ya la tienes»

Chocolate | Canva pro

El 13 de septiembre se celebra el Día Internacional del Chocolate, una jornada dedicada al dulce que ha conquistado paladares en todo el mundo y que, sin embargo, arrastra mitos a su alrededor. Uno de los más persistentes: que comerlo puede provocar migrañas. La neuróloga Nuria Pilar Riesco desmonta esa creencia con una precisión reveladora. Según explica para La Vanguardia, el chocolate no es la chispa que enciende el dolor, sino más bien la consecuencia de un antojo que aparece en la fase previa a la crisis. Dicho de otra forma, cuando el paciente lo saborea, la migraña ya está en marcha.

Y es que hay dolores que parecen tener nombre propio, que punzan, que laten, que cambian de lado del cráneo, que obligan a apagar la luz y a cerrar la puerta, que se acompañan de náuseas, vómitos, mareo, destellos visuales, sensibilidad al sonido, y que convierten una mañana productiva en un día perdido. La migraña es, precisamente, ese trastorno neurológico capaz de reducir la vida cotidiana a esperas en penumbra, y su impacto no es anecdótico, es una carga sanitaria y social reconocida por las principales instituciones de salud. Según los estudios del Global Burden of Disease, la migraña figura entre las primeras causas mundiales de años vividos con discapacidad, especialmente entre las personas jóvenes, y los trastornos de cefalea en general afectan a miles de millones de personas.

Diferencia entre el dolor de migraña y el antojo de chocolate

La migraña suele presentarse en forma de crisis, cada episodio puede durar desde varias horas hasta días, por regla general entre cuatro y setenta y dos horas si no se trata o si el tratamiento no es eficaz. El dolor suele tener cualidad pulsátil o punzante, con intensidad moderada o alta, a menudo localizado en un lado de la cabeza, aunque puede afectar a toda la zona craneal, y empeora con la actividad física. A la cabeza se suman síntomas que no son accesorios, son parte del diagnóstico: náuseas, vómitos, fotorreacción, fonofobia, y en algunos casos aura, es decir, alteraciones visuales transitorias que preceden al dolor.

Migraña

No existe una única causa conocida, la migraña se entiende hoy como un trastorno complejo del sistema nervioso, en el que interactúan factores genéticos y ambientales, alteraciones en redes cerebrales y una activación del llamado sistema trigeminovascular, que explica por qué el dolor se percibe en determinadas zonas y por qué a menudo es pulsátil. En quienes tienen aura, el fenómeno de la depresión cortical propagada ofrece además una explicación de las alteraciones visuales.

Uno de los mitos más difundidos en la calle es que determinados alimentos, el chocolate entre ellos, “provocan” migraña. La evidencia científica matiza esa afirmación: en estudios observacionales solo un pequeño porcentaje de pacientes identifica el chocolate como desencadenante documentado, y existen revisiones que concluyen que la relación es, como mínimo, poco consistente. Además, un hallazgo clínico clave complica la interpretación, y lo ha explicado en medios la neuróloga Nuria Pilar Riesco: «muchas personas con migraña experimentan durante la fase prodrómica un antojo por dulce, a veces por chocolate, de modo que comen ese alimento cuando la crisis ya ha comenzado, y lo asocian erróneamente como causa».

Qué sí puede desencadenar o empeorar ataques

Más allá de los mitos alimentarios, existen factores que con frecuencia aparecen asociados a crisis en estudios poblacionales, aunque ninguno es universal. Entre ellos figuran cambios hormonales, estrés, falta de sueño o sueño irregular, ayunos o comidas muy espaciadas, consumo excesivo o retirada brusca de cafeína, alcohol, y en algunos casos alimentos con nitritos o altos niveles de tiramina. La realidad clínica es que los “desencadenantes” son individuales, y lo que provoca una crisis en una persona puede ser inocuo para otra.

Tratamiento y prevención, las opciones disponibles

El abordaje distingue el tratamiento agudo de la crisis, pensado para abortar el dolor y sus síntomas, y la prevención, dirigida a reducir la frecuencia e intensidad de los ataques. En fase aguda se siguen empleando analgésicos convencionales y antiinflamatorios, triptanes para muchos pacientes, y antieméticos cuando hay vómitos. En prevención existen fármacos clásicos como los betabloqueantes, algunos antiepilépticos y antidepresivos, y en los últimos años han irrumpido las terapias dirigidas al péptido relacionado con el gen de la calcitonina (anti-CGRP) y la toxina botulínica para migraña crónica.

Publicidad