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La caída del matrimonio convencional: por qué cada vez nos casamos menos (y más tarde)

Analizamos, con una experta, qué hay detrás de la caída de los matrimonios en las últimas décadas en nuestro país

La caída del matrimonio convencional: por qué cada vez nos casamos menos (y más tarde)

La caída del matrimonio convencional | Freepik

Cada vez nos casamos menos y más tarde, al menos en España. Algo impensable durante prácticamente todo el siglo XX, cuando el matrimonio fue una institución central en la vida española, pues casi todos los adultos pasaban por el altar o el juzgado, y hacerlo era considerado un paso natural hacia la madurez. Sin embargo, en las últimas décadas, esa realidad ha cambiado de forma radical.

Las estadísticas no mienten: casarse ya no es la opción mayoritaria. En 2023 se celebraron 172.430 matrimonios, lo que representa una caída del 3,7% respecto al año anterior, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Además, y lo que es más notable, la tasa bruta de nupcialidad, que mide los matrimonios por cada 1.000 habitantes, se ha reducido a la mitad desde 1976. En 1975 se registraron más de 271.000 bodas; en 2022 apenas se alcanzaron 179.000.

En la actualidad, la mitad de los españoles no se casa nunca, mientras que hace medio siglo más del 90% lo hacía

Asimismo, el Observatorio Demográfico CEU destaca que la primonupcialidad —la proporción de personas que se casan por primera vez— también ha descendido de manera pronunciada. En la actualidad, la mitad de los españoles no se casa nunca, mientras que hace medio siglo más del 90% lo hacía.

Y eso no es todo, ya que la edad media al contraer matrimonio sigue aumentando: hoy las parejas españolas se casan en torno a los 38 años, una de las medias más altas de Europa. Este retraso refleja tanto el deseo de estabilidad económica como un cambio en la percepción del matrimonio como hito vital.

Más divorcios y rupturas

La tasa bruta de nupcialidad, que mide los matrimonios por cada 1.000 habitantes, se ha reducido a la mitad desde 1976
La tasa bruta de nupcialidad, que mide los matrimonios por cada 1.000 habitantes, se ha reducido a la mitad desde 1976

La otra cara de la moneda es el aumento de las rupturas. Desde mediados de los años 2000, más de la mitad de los matrimonios en España termina en divorcio. En 2024 se contabilizaron 86.595 disoluciones matrimoniales, un 8,2% más que el año anterior. El cociente entre rupturas y bodas ha superado el 60% en trece de los últimos dieciocho años.

La legislación ha acompañado este proceso. La Ley de Divorcio de 1981 abrió la puerta a la disolución legal del matrimonio, y las reformas de 2005 y 2015 introdujeron el divorcio exprés y notarial, eliminando la necesidad de alegar causas concretas. La facilidad para divorciarse, sumada a la normalización social del proceso, ha cambiado radicalmente la estabilidad conyugal en el país.

¿Por qué está pasando todo esto?

La caída del matrimonio convencional no se explica por una sola causa, sino por la confluencia de varios factores estructurales, económicos y culturales. Para conocer más a fondo el asunto, en THE OBJECTIVE nos hemos puesto en contacto con Lucía Jiménez, sexóloga y experta en relaciones de pareja de Diversual.

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«El guion cultural parecía estar claro: terminas los estudios, tienes pareja, formalizas la relación, os vais a vivir juntos, y la llegada de los hijos es cuestión de tiempo. Parecía estar muy claro, tan solo unos pasos bien definidos que seguir. Sin embargo, en las últimas décadas el contexto económico y social se transforma. Los alquileres se disparan, las parejas apenas sobreviven con sus sueldos, y como medida más pragmática que romántica, deciden irse a vivir juntos. Ni hablar de casarse o ampliar la familia, por lo menos hasta que la situación se estabilice. Y así pueden pasar los años y que nunca llegue el momento adecuado para dar los ‘siguientes pasos’. Como consecuencia, el guion cultural está cambiando. La ‘edad para’ no hace más que aumentar, y mientras que nuestras abuelas a los 20 tenían una relación estable y el inicio de una familia, ahora hasta los 30 y más, ni se plantea ni se espera», afirma.  Pero ¿ha caído el matrimonio tradicional? «No del todo, ya que aquellas personas que cuentan con un nivel adquisitivo alto, mantienen estos mandatos sociales con más frecuencia».

Lo que sí que explica que la mayoría de las personas optan por no casarse es que para las mujeres «el matrimonio era de las únicas formas de ganar una independencia a la que, por sí mismas, no tenían acceso. Actualmente, el acceso al trabajo, a la vivienda, y en definitiva, a una vida independiente… influye en que el matrimonio se convierta en objetivo de la pareja y no tanto en un medio para la mujer,  sin el cual no podría desarrollarse como individuo».

Actualmente «la oferta es enorme; de trabajos, de personas, de parejas, de posibilidades… Esto lleva a la parálisis de la elección, ante la cual, ante un exceso de alternativas, terminas por no saber qué hacer. Sin embargo, con una buena gestión de la incertidumbre, el panorama actual te abre las puertas a diseñar la vida que quieres. Eso sí, mejor no dejarse llevar por falsas ilusiones», añade Jiménez.

«Las nuevas generaciones se enfrentan a construir sus propios futuros, sin guiones previos, aprendiendo nuevas formas de vivir la familia, el hogar, el arraigo y el desarrollo personal. Lo pasado ya no se adapta al presente, y el futuro es demasiado incierto. Y en ese panorama, quizás lo máximo a lo que puedes aspirar es a compartir una bonita convivencia en pareja, dejando la boda… para más adelante», sentencia.

Un cambio en la cultura del amor y la familia

Como vemos, más que una crisis de las relaciones, los expertos hablan de una transformación en las formas de amar y convivir. Las parejas continúan existiendo, pero se organizan de manera más diversa y flexible. El compromiso afectivo ya no necesita formalizarse ante un juez o un sacerdote para considerarse legítimo. Sin embargo, este cambio plantea desafíos. Especialmente en lo que se refiere al marco legal español, pues sigue girando en torno al matrimonio en cuestiones de herencia, pensión o fiscalidad, dejando en una situación de desprotección a muchas parejas no casadas. Además, se abren debates sobre cómo estos nuevos modelos influyen en la crianza, la estabilidad familiar y el bienestar emocional de los hijos.

Sea como fuere, lo cierto es que la tendencia es clara. Y si continúa, el matrimonio tradicional podría convertirse en una opción minoritaria en las próximas décadas. En ese contexto, el reto será adaptar las instituciones, las leyes y las políticas públicas a una realidad social.

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