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Cómo controlar la salud de tus oídos: qué significan estos pequeños síntomas

Hay más de una pista que no debemos normalizar ni pasar por alto cuando hablamos de la salud auditiva

Cómo controlar la salud de tus oídos: qué significan estos pequeños síntomas

Un hombre escuchando la conversación de un amigo. | ©Freepik.

Te levantas por la mañana y en la ducha no percibes con claridad el sonido del agua cayendo. Luego, en la cocina, alguien te habla desde otra habitación y no logras entender bien lo que dice. Te encoges de hombros, lo achacas al ruido de fondo o a que no has terminado de despertarte. Después, ya en la calle, notas un pitido leve, como si hubiese un mosquito dentro del oído. A veces solo dura unos segundos, pero otras se prolonga más de la cuenta. Lo pasas por alto. No te duele, no es constante y, sobre todo, desaparece solo.

Durante el día, en mitad de una conversación, te sorprendes pidiendo que te repitan algo que claramente no has entendido. No era una palabra extraña ni un tono de voz bajo, simplemente no la has oído. En una reunión, el murmullo general hace que pierdas el hilo con facilidad y te descubres fingiendo que sigues el ritmo, asintiendo sin estar seguro de lo que escuchas. A veces es incluso peor: una sensación de vacío repentino, como si el sonido se apagara un instante, sin previo aviso. Un pequeño colapso de segundos que termina tan rápido como empezó.

Estos síntomas pueden parecer aislados, insignificantes, o simplemente producto del cansancio o del entorno. Pero que se repitan no es casualidad. La mayoría de las personas no busca una explicación porque no duele, no incapacita, y se sobrevive a ellos. Sin embargo, detrás puede haber causas relevantes que merecen atención. La salud de tus oídos no siempre da la cara con un problema claro, pero sí lanza avisos. Aprender a escucharlos es esencial para evitar consecuencias mayores. Algo de lo que ya hemos hablado previamente en THE OBJECTIVE.

Conociendo mejor la salud de tus oídos: quiénes son sus enemigos

Tus oídos están trabajando sin descanso desde que te levantas hasta que te acuestas. Aunque no lo parezca, viven expuestos a múltiples agresiones cotidianas. El tráfico en las calles, las notificaciones del móvil, el zumbido constante de una obra cercana o el volumen de una conversación acalorada contribuyen poco a poco al desgaste auditivo. Escuchar música con auriculares a volumen alto, incluso durante solo unos minutos, puede dañar las delicadas estructuras internas del oído. El problema es que no lo notas al instante, y por eso cuesta relacionarlo con una pérdida real. Por eso, conviene prestar atención en la detección precoz.

Este tipo de exposición constante va generando un daño progresivo. A diferencia de una herida en la piel, el oído no muestra síntomas visibles. Y, como no se ve, se ignora. Uno de los enemigos más silenciosos de la salud auditiva es el ruido por encima de los 85 decibelios, que puedes alcanzar fácilmente en el metro o en un concierto. A eso se suma que, en casa, muchos aparatos superan ese umbral sin que lo percibas como molesto. La acumulación de estas situaciones acaba pasando factura.

Poniendo coto a la presbiacusia: cómo la edad pasa factura a tus oídos

Además, hay un factor inevitable que también influye: la edad. A medida que cumplimos años, el oído pierde parte de su sensibilidad, sobre todo en la detección de frecuencias altas. Esta pérdida se llama presbiacusia y afecta a casi todas las personas mayores de 60 años. No obstante, no es uniforme ni tiene por qué ser severa. Algunos envejecen con una audición bastante conservada y otros no. Lo importante es entender que el envejecimiento no es la única causa ni la más determinante si el oído ha sido bien cuidado antes.

Además, conviene entender qué tipo de situaciones o hábitos pueden avanzar la presbiacusia. Es el caso de la exposición al ruido, así como intentar evitar los auriculares, limitando su volumen. También el humo del tabaco afecta, y la propia contaminación, dañando las células del oído. Del mismo modo, la pérdida auditiva se relaciona, explican desde la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello con «enfermedades cardiacas, la tensión arterial alta, las alteraciones de la glándula tiroides y la diabetes».

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Elevar el volumen del televisor es una de esas pistas cotidianas que nos indica pérdida de capacidad auditiva. ©Freepik.

Oír mal no es necesario

La frase «es normal, con la edad se pierde oído» ha hecho mucho daño. Que haya una relación entre envejecimiento y pérdida auditiva no significa que debas asumirlo como algo inevitable. Tampoco quiere decir que no tenga solución. Perder audición no es un signo natural, sino una consecuencia evitable o, al menos, modulable. Lo primero que hay que hacer es dejar de ignorar las señales. Cuanto antes se identifique una pérdida, mejor será el pronóstico.

Hay detalles del día a día que pueden delatar una pérdida auditiva incipiente. Te molesta más el ruido en ambientes con mucha gente, te cuesta seguir una conversación cuando no ves la cara del interlocutor o necesitas subir el volumen de la televisión más que antes. Puede que empieces a leer los labios sin darte cuenta o que evites hablar por teléfono. Todos estos gestos, aunque parecen triviales, son pistas claras de que algo ha cambiado en tu capacidad auditiva.

Afortunadamente, hoy existen herramientas muy eficaces para prevenir y corregir estos problemas. Desde revisiones auditivas periódicas a protectores para el ruido ambiental, pasando por audífonos digitales con ajustes personalizados. El objetivo no es solo oír más, sino oír mejor. Identificar el tipo de pérdida, su origen y su impacto en tu vida diaria permite tomar decisiones concretas. Y lo más importante: devolver la confianza en que escuchar bien sigue siendo posible, sea cual sea la edad.

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