Beber agua es bueno, pero no beberla hasta este nivel: así es la polidipsia o sed obsesiva
Saber cuándo podemos estar ante un problema de salud también pasa por la cantidad de agua que ingerimos

Un hombre bebe agua mientras come | ©Freepik.
Sin previo aviso, empiezas a beber más agua de la habitual. Al principio piensas que será por el calor, o quizás porque has comido algo salado. Tomas un vaso de agua, luego otro. Al poco rato, notas que la sensación de sed persiste, como si no hubieras bebido nada. Tu boca sigue seca, la garganta arde levemente, y sientes la necesidad urgente de volver al grifo o a la botella. Es una sed que no se sacia, como si recorrieras un desierto sin oasis.
A medida que avanza el día, el patrón se repite. La sede aparecer de manera imprevista, incluso sin haber hecho esfuerzo físico o expuesto al sol. Intentas distraerte, pero el deseo de beber se impone. Ya no sabes si es sed real o costumbre, pero la compulsión crece. Lo preocupante es que esta situación no tiene una causa clara, al menos no inmediata. Podría parecer una manía pasajera, pero lo cierto es que tiene un nombre: polidipsia. Es decir, una sed obsesiva que no se calma con la ingesta normal de líquidos.
Lejos de tratarse de una simple costumbre o de una mala interpretación del clásico consejo de beber agua, esta sed persistente puede esconder problemas de salud importantes. La polidipsia no solo se asocia con ciertos desequilibrios fisiológicos, sino que también puede ser una manifestación de alteraciones metabólicas o mentales. Entender sus causas, identificar sus síntomas y actuar a tiempo puede evitar complicaciones mayores.
Qué entendemos por polidipsia o sed obsesiva
Beber agua es fundamental para la vida y una de las recomendaciones más repetidas en salud. Se suele hablar de los famosos dos litros diarios, pero esta cifra no es una regla universal. La hidratación también depende de otros factores, como la alimentación —especialmente frutas y verduras ricas en agua— o el consumo de otras bebidas. Además, el nivel de actividad física o el clima también influyen en nuestras necesidades. No obstante, cuando esta ingesta se convierte en una obsesión y no responde a una necesidad real, conviene prestar atención.

La polidipsia se define como un aumento anormal de la sensación de sed, lo que lleva a una ingesta excesiva de líquidos. En ocasiones, puede llegar a superar los cuatro o cinco litros de agua al día sin que se logre calmar la necesidad. Este comportamiento puede tener diversas causas físicas. Una de las más comunes es la diabetes mellitus, de la que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE, donde el cuerpo pierde gran cantidad de líquidos a través de la orina, generando una sed constante. También puede deberse a una deshidratación prolongada, incluso leve, o al uso de ciertos medicamentos diuréticos o antipsicóticos que alteran el equilibrio hídrico.
No hay que olvidar la polidipsia psicógena, en la que la sed tiene un origen más mental que fisiológico. Se da en personas con trastornos psiquiátricos, como la esquizofrenia, o en situaciones de ansiedad intensa. En estos casos, el acto de beber agua puede convertirse en una conducta repetitiva, incluso ritual. Aunque parezca inocuo, el exceso de agua puede diluir los niveles de sodio en la sangre, generando un cuadro de hiponatremia, con consecuencias graves como mareos, confusión, convulsiones e incluso coma. Al punto de que hay abundante literatura científica de su repercusión en personas con trastornos psiquiátricos.
Qué señales nos deben alertar y cómo identificarla

No siempre resulta sencillo distinguir entre una hidratación adecuada y una conducta excesiva. Sin embargo, hay señales que pueden ponernos sobre aviso. Si se bebe agua de forma constante durante todo el día, sin sentir alivio, o si se despierta uno por la noche varias veces solo para beber, podría ser un síntoma de alerta. También si se acompaña de otros signos como fatiga, hinchazón, calambres o visitas muy frecuentes al baño. La clave está en observar si la sed responde a un contexto lógico o si aparece de forma compulsiva e irracional.
Otra pista clara es la cantidad de agua consumida. Si se superan de forma habitual los tres o cuatro litros diarios sin realizar ejercicio intenso ni estar en condiciones de calor extremo, conviene consultar con un profesional. A menudo, la persona no es consciente de este consumo excesivo, porque lo asocia con estar sano o ‘hacer lo correcto’. Pero cuando el acto de beber se convierte en un hábito que genera ansiedad si no se puede llevar a cabo, estamos ante un posible indicio de sed obsesiva.
Además, existe un trastorno del comportamiento alimentario menos conocido pero muy vinculado con este fenómeno: la potomanía. En este caso, la persona siente la necesidad de beber grandes cantidades de agua como parte de una estrategia de control de peso o limpieza interna. Se trata de una conducta similar a otras formas de trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia, pero centrada en la obsesión por el agua. En cualquiera de sus formas, lo fundamental es comprender que esta conducta no es tan inocua como parece y requiere una valoración médica adecuada.
