Tiene nombre y pasa factura: qué es la fatiga visual o astenopía y cómo afecta a tus ojos
Los excesos, incluso los que hacemos con la vista, se acaban pagando más pronto de lo que solemos creer

Un hombre con fatiga visual. | ©Freepik.
Estás delante del ordenador desde primera hora, con apenas un descanso. Cuando por fin terminas la jornada, revisas el móvil, ves una serie o te pones a leer correos pendientes. Tus ojos no han parado en todo el día. Y, sin embargo, solo reparas en ellos cuando algo no va bien: notas escozor, los tienes enrojecidos, y te duele la cabeza justo detrás de la zona ocular. Parece algo sin importancia, un malestar difuso que achacas al cansancio general, pero es más específico de lo que parece: tus ojos están pidiendo un descanso ante la fatiga visual.
En los últimos veinte años, nuestra forma de relacionarnos con la información y el entretenimiento ha cambiado por completo. Trabajamos frente a pantallas, descansamos frente a pantallas y nos comunicamos a través de pantallas. Este uso intensivo de la visión cercana, especialmente digital, ha hecho que nuestros ojos trabajen a pleno rendimiento durante muchas más horas al día que en generaciones anteriores. El resultado, en muchas personas, es una sensación creciente de fatiga visual.
Este fenómeno tiene nombre médico: astenopía, aunque se conoce más comúnmente como fatiga visual. No es una enfermedad grave, pero sí un malestar real, progresivo y acumulativo, que puede llegar a interferir en nuestro bienestar y en nuestra productividad diaria. Reconocer sus signos y saber qué la provoca es el primer paso para aliviarla y, sobre todo, prevenirla.
Qué es la astenopía o fatiga visual
La astenopía es una condición temporal que se manifiesta como una sensación de cansancio ocular tras un esfuerzo prolongado de la vista. Aunque no se trata de una patología ocular en sí, sí puede provocar síntomas molestos que afectan a la calidad de vida. Entre los más frecuentes están el enrojecimiento de los ojos, la sequedad, el escozor, la visión borrosa o doble, el lagrimeo excesivo y el dolor en la zona frontal de la cabeza.

Este conjunto de síntomas aparece cuando forzamos la vista más allá de lo que puede tolerar cómodamente. El esfuerzo constante que hacemos al fijar la atención visual durante muchas horas seguidas —como ocurre cuando leemos, conducimos o usamos pantallas digitales— fatiga los músculos oculares. Además, al concentrarnos, parpadeamos menos y eso reduce la lubricación natural del ojo, lo que agrava la sensación de sequedad y picor. Como sucede con el síndrome del ojo seco, del que te hemos hablado previamente en THE OBJECTIVE.
Las personas con problemas de refracción como miopía, hipermetropía o astigmatismo, no corregidos o mal compensados, son más propensas a desarrollar fatiga visual. También influyen factores como la iluminación insuficiente o demasiado intensa, trabajar en entornos con sequedad ambiental (por ejemplo, con aire acondicionado constante) o la exposición prolongada a pantallas con poca distancia o mala resolución. En definitiva, la astenopía está muy vinculada a los hábitos cotidianos y al entorno visual en el que nos movemos.
Cómo combatir la astenopía

La fatiga visual no es una enfermedad crónica, ni se equipara a defectos refractivos como la miopía o el astigmatismo. Se trata más bien de una reacción fisiológica al esfuerzo excesivo del sistema visual, una señal que nos indica que algo en nuestro ritmo o en nuestras condiciones de trabajo no es sostenible. Por eso, si no se corrige, puede cronificarse y derivar en molestias recurrentes. Pero si actuamos a tiempo, es totalmente reversible.
La primera medida de prevención es adoptar buenos hábitos visuales. Aplicar la regla 20-20-20 es uno de los consejos más conocidos y eficaces: cada 20 minutos, aparta la mirada de la pantalla y fija la vista durante al menos 20 segundos en un objeto que esté a unos 6 metros (20 pies). También es fundamental ajustar la iluminación del espacio de trabajo, usar pantallas con buena resolución, cuidar la postura y, si es posible, alternar tareas visuales de cerca con otras que impliquen visión lejana.
Además, hay que aprender a escuchar las señales que nuestros ojos nos envían. Si notas escozor, visión borrosa o te cuesta enfocar al final del día, no lo ignores. Mantener una buena hidratación, utilizar lágrimas artificiales si el entorno es muy seco, y hacer revisiones periódicas con el óptico u oftalmólogo son claves para no dejar que la fatiga visual se convierta en un problema crónico. En una sociedad tan visual como la actual, cuidar la vista no es un lujo, sino una necesidad.
