El peaje auditivo de la Navidad: cómo tus oídos se resienten tras las fiestas
La Navidad puede ser un auténtico laberinto sonoro durante y tras las fiestas para las personas mayores

Una pareja sentada en un sofá. | ©Pexels.
La Navidad es, para muchos, el momento más entrañable del año. Reunirse con la familia, cantar villancicos, brindar, salir con amigos o incluso simplemente compartir una sobremesa más larga de lo habitual, es parte del encanto de estas fechas. El ambiente se llena de alegría, de carcajadas, de música y de voces que se entrecruzan. Y, sin duda, esto es algo que da sentido a la celebración.
Pero, como suele ocurrir con casi todo lo placentero, también existe una cara menos amable. Y no hablamos solo de la clásica resaca, la pesadez de estómago o las horas de sueño robadas. Hay efectos menos evidentes, aunque igualmente molestos, que también forman parte de ese coste navideño. Entre ellos, uno de los más olvidados —y cada vez más relevantes— es el impacto que estas celebraciones tienen sobre nuestra salud auditiva.
En estas semanas, nuestros oídos están expuestos a una auténtica tormenta de estímulos sonoros. Desde los petardos que suenan a destiempo hasta los cláxones impacientes en los atascos navideños. A esto se suma el ruido de fondo constante de las reuniones familiares: conversaciones simultáneas, música a todo volumen, gritos de entusiasmo o villancicos en bucle. Todo este conjunto de sonidos puede pasar una factura significativa a nuestra capacidad auditiva.
Los efectos durante las fiestas
Durante la Navidad, los espacios en los que celebramos suelen ser especialmente ruidosos. En ellos se mezclan varias conversaciones, música, platos y cubiertos, niños jugando y, en ocasiones, televisión de fondo. Para las personas mayores, esto puede convertirse en un auténtico laberinto sonoro. A partir de los 65 años, la pérdida auditiva relacionada con la edad es algo frecuente, y se acentúa con el paso del tiempo.

Lo que muchas veces ocurre es que los sonidos de alta frecuencia —como los fonemas s, f o t— se perciben mucho peor. En ambientes navideños donde se habla alto y todo resuena, este tipo de sonidos se pierden con facilidad. Como explican los expertos, esto es similar a leer un texto en el que faltan letras clave: se entiende lo general, pero se pierden los matices.
Y cuando además el ruido de fondo tapa también los sonidos graves, comprender una frase completa puede convertirse en un reto extenuante, tal y como explican desde la Universidad de Montréal, en Canadá, y el esfuerzo que supone para las personas con baja audición el tener que enfrentarse de manera recurrente a estas situaciones.
Esto explica por qué muchas personas mayores, lejos de disfrutar del ambiente, se sienten aisladas en plena celebración. Les cuesta seguir el hilo de las conversaciones, se cansan de pedir que se repita lo que no han entendido y, poco a poco, optan por callarse. Este fenómeno tiene un impacto emocional importante, ya que la dificultad para comunicarse puede llevar a un cierto retraimiento social y a una mayor sensación de soledad.
La resaca navideña en tus oídos
Más allá de los efectos inmediatos sobre la comprensión verbal, existe otro fenómeno no menos preocupante: la fatiga auditiva. Al estar expuestos durante horas a sonidos intensos —como música fuerte, petardos o voces elevadas— nuestros oídos sufren. Es importante recordar que el daño auditivo no se produce de forma lineal. La escala de decibelios (dB) es logarítmica, lo que significa que un aumento pequeño en los dB representa un incremento mucho mayor en la presión sonora.

Por ejemplo, un ambiente tranquilo ronda los 40 dB. Una conversación normal puede llegar a los 60 dB, pero una fiesta con música fácilmente supera los 90 dB. A partir de los 85 dB, la exposición prolongada empieza a ser peligrosa para la audición. Y si hablamos de petardos o música a todo volumen en locales cerrados, estamos rozando los 100-120 dB, un umbral que, mantenido durante minutos, puede causar daños auditivos irreversibles.
Después de una noche así, muchas personas notan síntomas claros: sensación de zumbido en los oídos (acúfenos), presión en el oído medio, ligera pérdida de audición temporal o una sensibilidad exagerada a ruidos normales (hiperacusia). De algunos de ellos, de hecho, te hemos hablado en THE OBJECTIVE y, Aunque estas molestias suelen desaparecer en pocas horas o días, son señales de que algo no va bien. El oído necesita descanso y silencio para recuperarse. Si los episodios se repiten, el daño puede ser permanente.
