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El pueblo de Castilla-La Mancha conocido por sus molinos y una plaza quijotesca

En cada viaje hacia el sur o de regreso al centro, merece la pena frenar el ritmo y descubrir este pequeño lugar con encanto

El pueblo de Castilla-La Mancha conocido por sus molinos y una plaza quijotesca

Puerto Lápice | Turismo de Castilla-La Mancha

Cuando uno circula por la autovía A-4, entre Madrid y Andalucía, apenas percibe que cruza un puerto de montaña. El paso es tan suave que no delata desnivel alguno, salvo por unas curvas encadenadas y un radar que obliga a reducir la velocidad. Y, sin embargo, en ese recodo de las estribaciones orientales de los Montes de Toledo, ya en la provincia de Ciudad Real, se abre un pueblo que resume la esencia de La Mancha: Puerto Lápice. Su propio nombre recuerda el terreno que lo sustenta, «lápice», aludiendo a la piedra caliza que predomina en la zona.

De origen ligado a antiguas ventas que daban cobijo a arrieros y viajeros, Puerto Lápice fue desde la Edad Media un enclave de paso obligado entre Castilla y Andalucía. Algunos estudiosos sostienen que incluso Cervantes se inspiró en una de estas ventas para la escena en la que Don Quijote se arma caballero. Con esa herencia, el pueblo se ha convertido en lugar de culto para los amantes de la literatura universal y en uno de los hitos de la Ruta del Quijote.

¿Cuál es su historia?

La historia de Puerto Lápice se remonta a tiempos antiguos. Se cree que sus orígenes están vinculados al mundo romano, ya que en su entorno se han hallado vestigios de murallas de una antigua fortaleza y restos de una calzada que lo unía con Consuegra. Estos indicios confirman que ya en época romana el lugar fue un punto estratégico de paso, aprovechando su situación en un collado natural que comunicaba el centro peninsular con la Meseta Sur. Tras la Reconquista, el enclave adquirió un nuevo papel gracias a la Orden de San Juan, que fue la encargada de repoblar la zona durante la Edad Media. Bajo su tutela, Puerto Lápice empezó a consolidarse como núcleo habitado y como lugar de acogida para viajeros y comerciantes que atravesaban la meseta.

En el siglo XVI ya aparece documentado con varias posadas y ventas. No es casualidad que Cervantes eligiera un espacio como este para ambientar una de las escenas más célebres de El Quijote: la del caballero que se arma en una venta. Estos mesones fueron el germen del pueblo moderno y, durante siglos, marcaron su carácter hospitalario y viajero. El auge definitivo de Puerto Lápice llegó en el siglo XVIII. En 1774 proliferaron nuevas viviendas y ventas, impulsadas por la importancia que el lugar tenía en la ruta que conectaba Madrid con Andalucía. Su ubicación lo convirtió en parada casi obligatoria para arrieros, comerciantes y viajeros que buscaban descanso antes de continuar hacia el sur.

Puerto Lápice

Ya en el siglo XIX, el municipio vivió su mayor crecimiento. En 1841 se constituyó su propio ayuntamiento, lo que marcó un hito en su autonomía administrativa, y se declaró término municipal. A partir de entonces, Puerto Lápice dejó de depender de Consuegra o Herencia, y comenzó a forjar su identidad como localidad independiente, manteniendo hasta hoy esa mezcla de tradición manchega y espíritu de cruce de caminos.

¿Por qué es famoso?

Puerto Lápice es célebre por varios motivos. En primer lugar, aparece citado explícitamente en Don Quijote de la Mancha, algo que solo ocurre con un puñado de localidades manchegas. Este vínculo literario lo ha situado en el mapa de los viajeros que buscan huellas cervantinas. Pero además, el municipio atesora un tesoro arquitectónico: su Plaza Mayor o Plaza de la Constitución, un espacio singular dentro de Castilla-La Mancha. De planta rectangular, está rodeada de soportales de madera en dos alturas, pintados en un rojo almagre intenso que contrasta con el blanco encalado de las fachadas. Su estética evoca a los corrales de comedias, y a día de hoy sigue siendo escenario de fiestas populares, bailes y representaciones teatrales.

En las afueras, el horizonte se corona con tres molinos de viento bautizados con nombres quijotescos: El Hidalgo, Sansón Carrasco y Farol de la Mancha. Aunque su construcción es más tardía, el primero se levantó en 1831, su presencia completa el imaginario cervantino. Subir hasta ellos ofrece una recompensa doble: la posibilidad de adentrarse en su maquinaria tradicional y, sobre todo, disfrutar de la panorámica de la llanura manchega cortada por los Montes de Toledo y por el serpenteante río Cigüela.

Qué ver en Puerto Lápice

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Plaza Mayor

El corazón del pueblo late en su Plaza de la Constitución. No hay otra igual en toda la región. Sus soportales de dos niveles, teñidos en almagre, crean una atmósfera cálida y única. En uno de sus laterales se conserva la entrada a la antigua Posada del Rincón, con su patio central y un pozo que recuerda la importancia de las ventas como núcleos originarios del lugar.

Venta de Don Quijote

En la avenida principal se encuentra la Venta del Quijote, hoy restaurante y sala expositiva. Este espacio recrea la arquitectura de las antiguas ventas del siglo XVII, con patio manchego, galerías porticadas y estancias que evocan al viajero el ambiente cervantino. Aquí tiene su sede la Cofradía de Caballeros de Don Quijote, fundada en los años setenta.

Ruta del Quijote

Puerto Lápice forma parte de la gran ruta literaria que recorre escenarios vinculados a la obra de Cervantes. Desde aquí se puede continuar hacia Consuegra, con su imponente castillo y molinos, o hacia Campo de Criptana, donde se libró la mítica batalla contra los gigantes.

Paraje Natural

En sus alrededores, encinares y olivares se extienden sobre pequeñas lomas, un paisaje manchego auténtico que invita al paseo tranquilo. En días claros, el horizonte permite divisar hasta el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, un humedal único de la península.

Museo Etnográfico

El museo local guarda la memoria cotidiana de los porteños. Entre sus paredes se exhiben herramientas agrícolas, aperos de labranza, trajes tradicionales, utensilios domésticos y otros objetos que dibujan cómo era la vida rural en La Mancha hace apenas unas décadas.

Molinos de viento

Los tres molinos que dominan el pueblo son visita obligada. Aunque uno de ellos suele estar abierto a visitas de manera gratuita, lo más cautivador es contemplar el atardecer desde el cerro. El sol tiñe de oro las aspas y proyecta sombras alargadas sobre la llanura, una estampa quijotesca difícil de olvidar.

Casa Museo Cervantino

Algunas guías recogen también la existencia de una Casa Museo Cervantino, con ediciones de El Quijote, objetos relacionados con la obra y recreaciones históricas. Aunque no tan conocida como otros espacios cervantinos, suma al pueblo un rincón más para los devotos de la literatura.

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