España, salvada de Vox por Puigdemont
En las tertulias nos quieren convencer que el enemigo de la democracia es Abascal y no lo son Otegi ni Puigdemont
Espero que mis compañeros de la redacción pudieran disfrutar de las pizzas anoche, porque sospecho es lo mejor que pudo quedar de tan poca edificante jornada. No hubo un recuento sin esos resultados rotundos para un lado o para otro que causan cadáveres electorales la misma noche y amenizan el día, ni tampoco, si nos ponemos en plan buenista, hubo un recuento de esos que otorga un perfil de estabilidad al país, ya hubiera sido con la cacareada mayoría del PP que se esfumó, o con un gobierno de coalición estable o bien PP-Vox o bien PSOE-Sumar, pero ni lo uno, ni lo otro. Al final la calculadora sólo ofrece a un Pedro Sánchez hipotecado por apoyos o abstenciones de Otegi y Puigdemont, lo mejor de cada casa, o una repetición electoral que parecen ya estar deseando los de Génova 13 (menudo ejercicio lamentable de sonrisas postizas de balcón el del domingo).
En Televisión Española hacían uno de esos maratones de directores de periódicos habituales en estas jornadas, y por ahí que pasaron los mandamases de El País, El Mundo, Abc, El Periódico, La Vanguardia, La Razón, El Confidencial y El Español (se quedaron fuera, THE OBJECTIVE, El Independiente o VozPopuli, entre otros, ya sea por falta de tiempo o porque caen mal a alguien de esas latitudes). Se supone que la rueda de contactos con los ‘dires’ era para que estos dialogaran con los entrevistadores con tiempo muy desiguales, Marhuenda o Manso tuvieron apenas un minuto, mientras que Pepa Bueno o Gemma Robles tuvieron tres. Pero el perro viejo fue Pedro Jota, el señor de los tirantes, que no esperó a que le preguntaran nada; fue conectarse la cámara, y lanzó su speech de cinco minutos íntegros sin pausa alguna, que Marc Salas no fue capaz de frenar. Cuando eres Pedro Jota, te puedes permitir ese tipo de cosas.
Desde el lado izquierdo mediático tenían claro que celebrar: la caída de Vox. El hecho de que por primera vez en la historia un partido como EH Bildu (ya saben, el que colocó a un puñado de asesinos, secuestradores, extorsionadores y demás condenados por ese ‘pecadillo de la infancia’ que parece ser para algunos haber militado en un grupo terrorista) haya sido la fuerza más votada en las generales en ciertas circunscripciones en el País Vasco no les inquieta. Lo único que parecía inquietar es que esos infames derechistas, que hasta hace diez años estaban en el PP y que, desde que osaron abandonar ese partido para crear el suyo propio, se han convertido en los representantes de Satán en la Tierra pudieran llegar a rozar el Consejo de Ministros. Siguen siendo tercera fuerza política, pero han perdido 600.000 votos que han vuelto a las arcas del PP, y serán, de nuevo irrelevantes, para alegría de unos cuantos comentaristas mediáticos, que están mucho más tranquilos de que la estabilidad del consejo de ministros y de cada proyecto de ley de esta legislatura no dependa del partido de Abascal, sino del de Carles Puigdemont, que, sin duda, ha demostrado un gran sentido de Estado muy por encima de los de Vox.
En las grandes cadenas de televisión no hay comentaristas pro-Vox (se especula con que están todos concentrados en TikTok), pero sí había mucho pro-PP por metro cuadrado, unos cuantos de los cuáles coincidían con los pro-PSOE en culpar de la derrota de la derecha a Vox, naturalmente. Feijóo es un bendito, al parecer, sobre el que no debe haber ningún tipo de autocrítica, aunque se inventara aquello del IPC, reivindique el Gobierno para el más votado sólo cuando le interesa (el PP que él preside acaba de permitir que no gobiernen los más votados ni en Barcelona, ni en Vitoria, ni en Extremadura, ni en Canarias…) y se creyera tan sobrado como para no ir al debate.
Los de Vox tampoco tienen ganas de autocrítica, su reflexión es que la culpa de todo la tiene la política zigzagueante del PP que ha desmovilizado, ¿se dan cuenta los brigadieres de Abascal que eso sería reconocer que ellos han sido incapaces de captar a todos esos votantes peperos desmovilizados?
Lo único parecido a autocrítica que se ha oído este lunes ha sido en Sumar cuando la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, del sector pablista, ha culpado de la bajada electoral de estos a «haber renunciado al feminismo» (se ve que para el pablismo el feminismo está personificado en Irene Montero, y todo lo que sea no contar con ella, es no contar con la causa). Más que ganas de autocrítica, parece un gesto desesperado para intentar salvar el sillón de la aún ministra de Igualdad. Suponiendo que Pedro Sánchez sea capaz de superar el bloqueo haría bien en buscar un perfil para Igualdad que generara más consenso dentro de la izquierda, como el que representó María Teresa Fernández de la Vega como vicepresidenta o Manuela Carmena como alcaldesa, que fueron algo menos controvertidas que la defensora de la ley del sólo sí es sí.