The Objective
Fuera de Micrófono

Andrés Caparrós: «Gaspar Zarrías me arruinó y condenó a 25 años de muerte profesional»

Su voz, una de las más populares en la radio de los años 70 y 80, transmite emoción y libertad

Andrés Caparrós nació en Garrucha (Almería) hace 81 años y quería ser cantante, pero a los 16 entró por casualidad en un estudio de radio y aquello le fascinó. Como confiesa en esta entrevista concedida a Fuera de Micrófono, todavía conserva en su actual refugio radiofónico – Caparros sin más – el aparato de radio que compró su padre cuando tenía diez años. También tiene grabada en la memoria su llegada a la sede de Radio Madrid, desde Gran Vía, y cómo le temblaban las piernas cuando, al lado de Bobby Deglané, José Luis Pécker, Juan de Toro o Joaquín Prat, le tenía que anunciar delante del micrófono: «La Cadena Ser presenta…».

Son muchas historias de la radio, pero también de la televisión y de la pura y dura supervivencia. El locutor y presentador almeriense, con la sonrisa abierta y un sombrero que deja asomar su blanca cabellera, reconoce que la atracción por los nuevos proyectos le impidió consolidar realidades mucho más rentables. Pero no se arrepiente de casi nada. Lo más doloroso de su larga experiencia profesional fue la multa y el cierre decretados por la Junta de Andalucía, cuando puso en marcha una pequeña emisora de radio – Radio Marinera – en su pueblo. Le amargaron la existencia y le dejaron al borde de la ruina.

Padre de cuatro hijos – los dos varones (Alonso y Andrés) vinculados durante algún tiempo a la televisión –, canta sus propias canciones, sigue haciendo radio por Internet, escribe poesía y novelas, pero lo más importante para él es sentir el impulso y la necesidad de ponerse delante del ordenador. «Hay dos mensajes – afirma – que me han marcado. Uno de Bobby Deglané: ‘sólo sé que moriré pobre y olvidado’. Y, otro, de Joaquín Soler Serrano: ‘mira, Andrés, yo opté por lo más poético y menos gratificante desde el punto de vista económico’. Hay quienes buscan en la radio – añade Andrés – el poder y el liderazgo de audiencia».

Admirador de Alberto Oliveras, director y presentador en la Ser de Ustedes son formidables, programa mítico y solidario de la radio de los 60 y 70, y defensor incondicional del trabajo informativo de Vicente Vallés en Antena 3, Andrés Caparros confiesa, con dolor, que no le gusta la radio de ahora, ni la televisión configurada con formatos reiterativos, que se copian entre ellos.

Lo dice quien fuera presentador, junto a Isabel Gemio (entonces Isabel Garbí) del concurso Los sabios (TVE), donde los niños participaban acompañados de los padres.

PREGUNTA.- De chaval querías ser cantante, pero se cruzó la radio en tu camino.

RESPUESTA.- El ser humano vive en gerundio. No podemos decir: soy esto o soy lo otro. Estamos en el camino, y no al final, sino al principio. Todos estamos volviendo a casa. He escrito tres novelas, un poemario, y acabo de grabar una canción maravillosa. El azar nos lleva. Somos producto de la casualidad. Por casualidad entré en un estudio de radio cuando tenía 16 años y, por casualidad, allí había un locutor extraordinario, con una voz preciosa. Aquello me fascinó. Dije: ¿qué me pasa a mí ante lo que estoy percibiendo? El azar me decía: tienes que seguir este camino. Me costó una pelea. Tenía un profesor de Matemáticas, Don Pedro Vilches, que me insistía para que siguiera estudiando. «Acaba peritaje y luego te haces ingeniero», y yo le churreaba la mirada, como decía Curro Romero sobre los toros. Me alejaba de él. Hasta que un día me planté y le dije cinco palabras, que han sido las mejores de mi vida: «Don Pedro, tengo 17 años». Cuando tienes esa edad, puedes hacer lo que quieras con tu vida. Bueno, ahora, con los que tengo, no puedo hacer lo que quiero, pero sí lo hago como lo quiero hacer. Como si fuera un buen plato que hay que masticar bocaíto a bocaíto.

P.- ¿Cómo viviste tu llegada a Radio Madrid, donde estaban Vicente Marco, Joaquín Prat, Juan de Toro o José Luis Pécker?

R.- Lo recuerdo todavía con fascinación. Estando en Almería, un compañero le pidió una colaboración a Matías Prats Cañete, uno de los grandes de la radio. Le mandó un mensaje de unos minutos que yo me aprendí de memoria. Y, cuando estaba ya en Radio Madrid de locutor auxiliar, con Miguel de los Santos, se me ocurrió imitar a Matías Prats, sin decir nada, en directo. Fue una cosa muy simpática porque a los dos minutos me llamó Matías y me dijo: «Querido, Andrés, ¿qué me has hecho? Me has fastidiado el domingo. Estaba en casa, en el wáter, y mi mujer me decía: ‘Matías, que estás en Radio Madrid’. No es verdad. Te juro que estoy aquí dentro». Imagínate, lo que eso significaba para un chaval que venía de Almería. Cuando salía del metro de Gran Vía, frente al edificio de Telefónica, con los ojos abiertos como huevos fritos, le pregunté a un señor que dónde estaba Radio Madrid. Me miró y me dijo: «Tú eres tonto o me estás tomando el pelo», pues tenía enfrente un cartel grande que ponía Radio Madrid y no lo había visto. Yo vivía en la radio. Me enchufaba a todos los programas porque no tenía otra cosa que hacer, ni una peseta que gastar en ningún sitio. Así que todo era estar allí, viendo al Cuadro de Actores cómo hacía los seriales. Todavía recuerdo que me temblaban las piernas cuando me tocaba decir: «La Cadena Ser presenta…».

«Cambié mucho de emisora porque a mí lo que me apasiona es empezar un proyecto»

P.- Después das el salto a Barcelona en los años 70 y trabajas en Radio Barcelona, emisora decana de la radio española.

R.- Tenían – y supongo que todavía tienen – el deseo apremiante de que se supiera que Radio Barcelona empezó antes que Radio Madrid. No fue en la única emisora en la que trabajé. También lo hice en Radio España, en Radio Peninsular, en Radio Nacional y en Radio Miramar. Fui un poco loco. Cambié mucho de emisora de radio porque a mí lo que me apasiona es empezar un proyecto. Puede parecer un eslogan, pero la radio empieza cada día, como la vida. Es verdad. Debe ser rigurosamente cierto.

P.- Pero la radio no parece que haya sido muy innovadora…

R.- Hay dos mensajes que a mí me han marcado. Uno es de Bobby Deglané, con el que empecé a trabajar el mismo día que José María García se estrenó en la Ser. Bobby, enfermo de cáncer, me dijo: «Sólo sé que moriré pobre y olvidado». Y Joaquín Soler Serrano, al que visité, con Ernesto Lacalle, compañero de Radio Intercontinental, en un centro geriátrico de Marbella, muy deteriorado ya, nos dijo en uno de los momentos de lucidez que tenía, que no eran muchos: «Mira, Andrés, yo opté por lo más poético y lo menos gratificante desde el punto de vista económico». Hay quienes llegan a la radio con el afán de poder, por saciar su ego. Para decir: yo soy líder de audiencia. Y la radio no tiene oyentes, tiene un oyente: uno mismo, por extraño que parezca. Cuando estás delante del micrófono, la magia y el misterio está en buscar lo que hay dentro de ti. Lo que tú quieres darle a los demás. Yo opté por eso y esa ha sido también mi norma.

«Siempre me fascinó Alberto Oliveras y la chispa desbordante de Joaquín Prat»

P.- ¿Quién es para ti la figura más importante en la historia de la radiodifusión española?

R.- La radio-radio, con mayúsculas, la radio de verdad, la radio que te magnetiza, que te capta, no son las noticias que das. Es lo de menos, desde mi punto de vista. Lo que más y mejor define a un radiofonista puro es la manera de enfrentarse al misterio. Quien sabe dosificar bien los tonos, las palabras y los silencios. A mí, desde que oía Ustedes son formidables (Cadena Ser), siempre me fascinó Alberto Oliveras. La voz gratísima de Alberto Oliveras, junto a Joaquín Peláez, como realizador. En ese sendero he de destacar también a Jesús Quintero. En el otro extremo, estaba la chispa desbordante de Joaquín Prat. Hacía un programa de tres horas en la madrugada de Radio Madrid, solo con música y con su gracia. No había más. ¿Quién es el que merece el aplauso más grande? Pues, quien se pone delante de un micrófono y dice: vente conmigo. Y quien esté en la otra parte conteste: vámonos. Le das una noticia, le cuentas un chiste, le cantas una canción, le confiesas que estás triste… Es un ser humano que se enfrenta a otro ser humano y le dice: estoy asustado. Lo que mueve al ser humano es el miedo al misterio, el no saber qué es la vida y el no saber qué es la muerte.

P.- En los años 70 irrumpe la radio informativa y desplaza a los locutores y radiofonistas como tú.

R.- Con la muerte de Franco, se acaba la censura y empieza otro tiempo. Pero, sinceramente, creo que no es verdad eso de que la radio es una tecla en el piano del periodismo. No es así. El periodismo es una manera de hacer radio; un contenido que le viene bien a la radio. Incluso, siendo la televisión el espectáculo visual por excelencia, la radio tiene un componente de magia. La radio es el medio de la subjetividad. Pones la música adecuada y puedes conducir al oyente por el mundo que a ti se te ocurra. Estás dándole un paisaje entero.

«Guardo en mi estudio la radio que compró mi padre cuando yo tenía 10 años»

P.- En 1984 presentaste en TVE, junto a Isabel Gemio (entonces Isabel Garbí), un concurso cultural llamado Los sabios. ¿Debería haber más espacios como aquel en la televisión pública?

R.- Mi paso por la tele está muy vinculado a aquel recuerdo. El programa Los sabios ofrecía algo raro e innovador. Era un espacio de entretenimiento donde un muñequito y unos dibujos animados tenían un papel fundamental. Llevar de la mano al padre y al hijo es siempre enriquecedor. Debería seguir haciéndose ahora. Tengo un deseo que no se cumplirá: como espectador, echo de menos algo así, con tres generaciones. Una es la mía, otra la de mis hijos y otra la de mis nietos. Los hijos de la posguerra – yo lo soy – vivimos un tiempo muy traumático. Guardo en mi estudio la radio que compró mi padre cuando yo tenía diez años. Recuerdo entrar en una discoteca y oír la música tan alta. Eso era monstruoso. ¿A quién le puede gustar eso? Luego, llegó el tiempo de la droga, la ilusión de la droga, y nos parecía que no podía tener ninguna relevancia. Y ahora vemos como todo, o casi todo, está dominado por el gran negocio del narcotráfico. O la inteligencia artificial.

Andrés Caparrós. | THE OBJECTIVE

«Le están sacando utilidad a la figura de Franco de manera indigna y malvada»

P.- ¿Cómo te has adaptado a los cambios sociales y tecnológicos de las últimas décadas?

R.- Me muevo mal, pero con mucha curiosidad. Que no nos falte nunca la curiosidad. Como dijo Einstein, todo se consigue si tienes curiosidad. Aunque las rodillas se me quejan ya un poquito, al buscar la conexión del USB con la cámara y el enchufe, al final lo consigo. Sigo los tutoriales para ver cómo se edita. Llamo a mis hijos cuando no sé cómo cortar algo y no me hacen caso… Llamo a mis nietos, y menos. Así que tiro de tutoriales. Todo eso es apasionante. Cuando lo consigues, dices: ¡mira qué bien, otra cosa! Compagino el programa de radio con la escritura. La última novela –La Veleta: El reino de La Chara– ha tenido unas críticas fantásticas, hasta llegar a compararla con Cien años de soledad. La Veleta es un sitio inhóspito y La Chara, la puta ama, en el sentido literal de la palabra; la prostituta del lugar y confidente. La que almacena toda la información que servirá para desentrañar una trama de narcotráfico. A quienes ahora echan mano de la memoria histórica les recuerdo que hay una deuda grande, enorme, con las madres. Son ellas las que han tenido que tirar para adelante. El primer viaje a Barcelona lo hicimos mi madre, yo y mis cuatro hermanos. Mi padre era cojo por una enfermedad ósea que contrajo a los 12 años. Tenía esa invalidez y vivía muy dominado por el miedo. En el pueblo (Garrucha, Almería), durante la guerra, se mataban unos vecinos a otros. Eso no se ha acabado nunca. Hay una canción que dice: «En las redes de los pescadores aún hay gotas de posguerra». La Guerra Civil no se ha acabado nunca. Fíjate, si no se habrá acabado, que le están todavía sacando utilidad a la figura de Franco de una manera malvada e indigna.

Andrés Caparrós, cuando presentaba en TVE el concurso «Los sabios » (1984). | Archivo Javier del Castillo.


P.- Un buen día, montas una emisora de radio en Garrucha, pero te la cierran. ¿Fue muy doloroso aquello?

R.- Muy doloroso. La gran amargura de mi vida, por querer contentar a mi madre. Un día me dijo: «Hijo, ya has entrado en base». Mi madre, como todas las madres, me quería tanto, me había visto trabajar tanto y salir con buen nombre de cualquier dificultad… Llega un momento en que me mira, me ve las canas, observa la preocupación que tenía entonces y lo interpreté como que quería que volviera al pueblo. Y así lo hice. Volví para darle a mi pueblo lo que le debía. Me planteé contribuir a que pudiéramos entendernos en el pueblo. Que no hubiera viejos rencores. En mi propia familia los había porque un pariente mío fue uno de los salvajes que mataron, en el río que separa a Vera de Garrucha, a 14 inocentes. Y eso es transferible. El odio pasa de padre a hijos.

P.- ¿Por qué te cierran la emisora?

R.- Lo cuento rápidamente. Estaba yo sólo. Equipé la emisora con los mejores medios técnicos que había y la radio sonaba de maravilla. Demostré en un mes lo que me habían enseñado los demás y lo que me había enseñado la vida, después de tantos años aquí y allá. Un día me llamó por teléfono una almeriense buena, generosa, y me dijo: «Mira, Andrés, acabo de ver que te van a enviar un expediente sancionador de 100.000 euros». Una multa de 100.000 euros por poner una emisora de radio en mi pueblo y por tener la libertad –a eso no se puede renunciar de ninguna manera– de decir: lo que está haciendo usted, señor Gaspar Zarrías, está muy mal. Había estado trabajando dos años en Canal Sur y nadie me puede negar los enjuagues que hubo en la televisión autonómica andaluza. Fui testigo de ello. Y, en un momento determinado, fue beneficiario de eso. Yo no podía pagar la sanción de 100.000 euros. Después, puse también otra emisora en Almería capital y 200.000 euros.

P.- No sé si para defenderte, llegaste a presentarte como candidato en unas elecciones municipales.

R.- Lo hice enrabietado porque el alcalde que teníamos no contribuía. Mi obligación en ese momento era que abrieran los ojos y nos entendiéramos. Que aprendiéramos a hablar escuchándonos y dándole al otro la posibilidad de que pudiera tener tanta razón como nosotros mismos. Fue imposible. En consecuencia, tuve que vender el poco patrimonio que tenía. Si se entera mi mujer me riñe, pero es la verdad. Gaspar Zarrías me arruinó. No podía pagar las deudas y tampoco trabajar en ningún sitio porque estaba controlado por Hacienda. Han sido 25 años de muerte profesional.

«Si tiene que volver el PSOE a Andalucía, que no vuelva con los que estaban»

P.- Con esos antecedentes, celebrarías el cambio político que se produjo en Andalucía en 2019.

R.- El cambio en Andalucía hacía mucho tiempo que tendría que haberse producido. Y, desde el corazón, que si tiene que volver el PSOE, por Dios bendito, que no vuelva con los que estaban. Que no vuelvan esos. Que vuelvan los que de verdad se lo merezcan, por decencia, por honestidad. Mi padre era socialista y en Entrecanales y Tabora, la empresa donde trabajó, me dijeron: «Lo que hay sobre tu padre es honestidad; ha sido la persona más honesta que ha pasado por aquí». Ese era el encargo y mandato que yo tenía en mi vida.

P.- ¿Cómo ves la situación política actual en España y en el mundo?

R.- Esto es terrible. Con todo lo que ha sufrido el pueblo ucraniano. Cómo puede decir Trump que va a desaparecer Ucrania para repartirse el botín con Putin. O que califique de dictador a Zelenski y no diga ni mu del asesino que es Putin, que se ha cargado, como sabe todo el mundo, a todo el que se le ha puesto a tiro. O le ha mandado un venenito. Es un asesino. Europa tiene que espabilar porque ha estado desde la Segunda Guerra Mundial chupando de la mamella, que dicen los catalanes. El tutelaje de EEUU tiene que acabarse. Europa se ha entretenido demasiado. Ha estado demasiado tiempo a la sopa boba. Ese revulsivo que ha supuesto la llegada de Trump me parece bien, pero no en connivencia con Putin. Creo que vamos mal.

«Vicente Vallés es el más objetivo, el más ecuánime y el que mejor lo hace»

P.- ¿Qué programas ves de televisión?

R.- Veo todas las noches, desde el principio hasta el final, las Noticias de Vicente Vallés en Antena 3. Es modélico. Tardará mucho tiempo en nacer un periodista como Vicente Vallés; que haga un telediario tan redondo y tan perfecto. Tan inteligente y tan ecuánime, repartiendo juego tan bien, como tiene que repartirlo. Algo se le tiene que notar lo que piensa, pero es el más objetivo y el que mejor lo hace. Eso, en cuanto a informativos. Me gusta también Ana Rosa Quintana. Y me encantan las entrevistas de Juan Luis Cebrián en THE OBJECTIVE.

Andrés Caparrós, en las cercanías de Radio Madrid, julio 1983. | Foto: Javier del Castillo.

P.- En la radio, ¿con qué te quedas?

R.- Me duele decir que no me gusta la radio de ahora. El problema que tengo es que aprendí de los mejores. Había un director de Programas en Radio Madrid, un sevillano viejecito, que decía: «A mí, como oyente, no me interesa el ji, ji, ja, ja de los locutores o la camisa que llevan; a mí me interesa lo que usted me tiene que contar». Me parece que toda la radio es igual y toda la televisión está configurada con formatos muy similares. ¿Hay un Pablo Motos, con un Hormiguero que es genial?, pues a ver quien puede competir con él haciendo algo parecido. No es eso. Donde se ponga una buena serie… Y los partidos del Real Madrid, que no me los quite nadie.

«No soy optimista de cara al futuro, pero sí en el presente, en el día a día»

P.- ¿Te arrepientes de algo que hayas hecho o dejado de hacer?

R.- Yo he cambiado demasiado y muy alocadamente. Lo reconozco. El cambio de Barcelona a Madrid debí meditarlo mejor. Nunca he sabido regatear ni negociar. Me gustaba tanto mi profesión que, aun sabiendo que me necesitaban, no supe aprovecharlo. El mismo día, me llamaron a Barcelona Tomás Martín Blanco, de la Ser, y Manuel Martín Ferrand, de Antena 3 Radio. No pensé en cómo podía sacarle partido a eso. Lo mismo me pasó con Canal Sur. Estando en Radio Madrid, cuando ya era propiedad del Grupo Prisa, no caí en la cuenta de algo elemental: que la radio que yo aprendí y hacía en Barcelona iba a dejar de tener protagonismo. Aquello me duró una temporada. A la temporada siguiente desapareció el programa de hora y media que yo hacía, entre las doce y media y las dos de la tarde, y me dieron un cuartito de hora. Cuando volví me equivoqué, como la paloma.

Andrés Caparrós. | THE OBJECTIVE.

P.- ¿Con la edad, se desvanecen los sueños y los proyectos? ¿Qué te queda por hacer?

R.- He escrito tres novelas. La última la he enviado a varios compañeros de los que no diré sus nombres, cuya atención mediática me vendría muy bien. Me he pagado la primera edición. Y, hasta ahora, no ha habido respuesta. Definitivamente, sé que lo más importante es el abrazo de tu mujer; cómo se te llena de alegría y de luz el corazón cuando vienen tus hijos y tus nietos a casa, cómo te llevas bien con los vecinos y cómo de pronto sientes un impulso que te coloca delante del ordenador y te dice: escribe esto.

P.- ¿El país que les dejaremos a los hijos y a los nietos será peor que el que heredamos nosotros?

R.- Creo que sí. Por un lado, estamos trabajando para que nuestros hijos tengan un mundo mejor, pero no es verdad. No predicamos eso. Hay una dicotomía un poco contradictoria. Que los niños estudien esto, pero luego no hay salidas. Recuerdo una visita de Pedro Sánchez a un colegio, y un niño le preguntó: «¿Qué hay que hace para ser presidente del Gobierno?» Respuesta: «Nada». Sánchez le dice a un niño, que le está mirando fascinado, porque es el presidente del Gobierno: «Para ser presidente como yo no hay que estudiar». Soy muy pesimista y me duele, claro, porque tengo mis nietos y el mundo va para mal. Rabindranath Tagore decía: «Un ideal se cierne sobre el mundo, que no es invención imaginativa, sino suprema realidad a la que todo tiende». En eso no acertó el poeta. No soy optimista de cara al futuro, pero sí en el presente. En el día a día, hay que estar con el corazón arriba.

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