Goyo González: «La lucha por el poder ha convertido a los políticos en seres deleznables»
Lleva más de 40 años en la radio y la televisión. Unas veces de protagonista y otras de actor secundario
Entre Bellas Artes y Periodismo, eligió como primera opción Periodismo, pero sigue pintando y haciendo exposiciones en sus ratos libres. También probó en el mundo de la música, siendo vocalista en los años de La Movida madrileña de un grupo que se llamó Materia Prima. Y, puestos a tocar distintos palillos, no ha dejado pasar la ocasión de moverse entre ollas y pucheros.
Goyo González, como deja claro en esta entrevista concedida a Fuera de Micrófono, ha demostrado siempre una gran capacidad de adaptación a todo tipo de circunstancias e imprevistos. Tras sus primeros años de rodaje en las emisoras de Cádiz y Algeciras (Ser), fue director de algunos programas de la cadena, como Hoy por hoy Madrid, Al Fresco o Sigue la Fiesta. Ha presentado, además, espacios de entretenimiento y concursos en diferentes televisiones y ha trabajado a las órdenes de dos recordadas estrellas: Jesús Hermida y María Teresa Campos.
Su trayectoria está salpicada de momentos inolvidables y otros que mejor olvidar. En este último apartado, recuerda cuando lo echaron de la Ser de «mala manera» (2008), y el día que Hermida le anunció que no servía para estar delante de una cámara, después de haber confundido el nombre del escritor José Luis Sampedro con el de Rodríguez San Pedro, abogado y exministro de Hacienda en el reinado de Alfonso XIII. «Al acabar el programa – A mi manera (TVE) -, me llamó al despacho y me dijo: «Me he equivocado. Usted no vale para esto. O se va a su casa o se queda de redactor y trabaja para sus compañeros».
Aunque Hermida rectificara después, y le diera una segunda oportunidad, a Goyo González nunca se le olvidará aquella desagradable escena, como tampoco olvidará una llamada de María Teresa, cuando estaba sin trabajo, para ofrecerle un papelito en la comedia que hacía por las mañanas en La Primera de TVE, con Paco Valladares,.
Ahora, disfruta con esa radio de entretenimiento que tanto le gusta, al lado de su gran amigo, Carlos Herrera y de su hijo, Alberto Herrera Montero, al que le augura un gran futuro.
PREGUNTA.- Diste tus primeros pasos radiofónicos en Algeciras y Cádiz.
RESPUESTA.- Primero estuve en Cádiz y luego en Algeciras. Entonces no había másteres, pero existía una cosa que se llamaba Gabinete de Estudios de la Cadena SER. Por ahí pasaron, entre otros muchos, Manolo Lama, Paco González, Antonio Jiménez y Toni Martínez, que ahora trabaja con nosotros en Herrera en Cope. La lista es interminable. Yo fui uno de aquellos chavales, entre cientos. Nos hacían unas pruebas – Joaquín Peláez, de grato recuerdo – y me eligieron.
P.- Creo que también te gustaba la pintura y la música. ¿No tenías claro que querías ser de mayor?
R.- Quise hacer Bellas Artes. Era mi vocación principal. Pero, siendo un niño, mucho antes de entrar a la Universidad, me dedicaba a contar historias. Era el que cogía el micrófono en el autobús del cole, el que cantaba… Me gustaba todo lo que fuera hacer algo cara al público. Era un exhibicionista, en el mejor de los sentidos. Y tenía una novia que quería hacer Periodismo. Entonces, como se me daba bien lo de hablar y contar cosas, cuando nos fuimos a matricular, en el último momento, me convenció para que pusiera en primer lugar Periodismo y después Bellas Artes. Así que hice Periodismo, pero no en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, donde había problemas de acceso, sino en el CEU San Pablo. Mis padres, una familia muy humilde, hicieron un grandísimo esfuerzo y me pagaron la carrera en una Universidad privada. Claro, yo era el pobre de la clase.
P.- De ahí, a las prácticas en la Ser.
R.- Desde el Gabinete de Estudios, te mandaban de prácticas a una emisora. A mí me tocó en suerte Cádiz y lo pasé muy bien durante ese verano. Luego regresé a Madrid y estuve trabajando de relaciones públicas en la mítica discoteca Long Play. ¿Sabes quién me metió ahí? Un joven Luis del Val. Me dijo: «oye, chaval, ¿tú quieres trabajar?» Habló con Paco Santos, que era el director de la sala de fiesta, y me contrataron. Por allí estaban todos los de la época: Camilo Sesto, Rocío Jurado, Pepe Domingo Castaño… También se hacía en esa discoteca El Gran Musical. Así me fui soltado. En medio de aquel lío, me llamó el director de Radio Algeciras, Carlos Vergara, y aprendí mucho con él. Era un lince, sobre todo en el área comercial. Fui para seis meses y me quedé tres años.
P.- ¿Te curtiste profesionalmente?
R. Me curtí no solo en la radio, sino en la vida.
P.- ¿Cómo recuerdas tu incorporación definitiva a la Ser, en Madrid, donde estaban Joaquín Prat, Pepe Domingo, Iñaki Gabilondo y no sé si Carlos Herrera?
R.- Carlos Herrera llegó un poquito más tarde. Pero fíjate, a Herrera, con el que mantengo una buena amistad desde hace 40 años, lo conocí en el mercado de Algeciras, haciendo un espacio publicitario. Fue la primera vez que nos vimos, porque yo le tenía que entrevistar en el mercado. Lo hemos recordado pasado el tiempo. Luego, nos reencontramos en la Ser, donde él hacía Al borde de la cama, un programa de madrugada.
«Entrevistaba a un concejal, mientras vendía aparatos para la tensión o para quitar la cal del agua»
P.- En aquellos años desaparecen definitivamente los seriales y se apuesta por la información. ¿Pierde también protagonismo el entretenimiento?
R.- No te creas. La Ser era, y es, una radio comercial. Los espacios dedicados al entretenimiento se utilizaban como plataforma para vender publicidad. Yo crecí en la radio comercial. Defendía la publicidad en radio y la defenderé siempre. Había por allí personajes más puristas, desde el punto de vista periodístico, que llevaban mal lo de la publicidad. Nosotros éramos un poco los faranduleros. Podías estar haciendo una entrevista a un concejal, pero, mientras hablabas con él, estabas vendiendo un aparato para medir la tensión o una máquina que quita la cal al agua. Pertenezco a esa escuela – que era la escuela de Pepe Domingo Castaño -, porque yo heredé su programa, Hoy por hoy Madrid.
P.- ¿Llegaste a trabajar con Joaquín Prat?
R.- No. Al poco de llegar yo, lo desplazaron. Unos meses después de aterrizar en la Ser el Grupo Prisa, Joaquín Prat desaparece, y empieza a hacer cosas en Radio Nacional de España. Su trayectoria radiofónica la lleva por otros caminos. Mantenía en paralelo la televisiva, como hice yo, aunque salvando las distancias.
P.- La televisión da más popularidad que la radio. ¿Cómo la asimilaste en aquellos años 90?
R.- No perdí la cabeza, y así me ha ido. Podría haber sido corporativista, haberme metido en algún lobby. Ese tipo de cosas que permiten perpetuarte. Yo era una persona independiente y lo fui desde el minuto uno. A mí me llaman para hacer televisión de la manera más curiosa que puedas imaginar. Como no me iba de vacaciones y siempre estaba en la radio, sustituyendo a fulano o haciendo trabajos para mengano, un día sonó el teléfono y lo cogí. Preguntaban por José Antonio Naranjo. ¿Quién le llama? Dice: «soy Terelu Campos». «¿Y tú quién eres?», me pregunta. «Soy Goyo González». «Le llamo a Naranjo para una prueba que haremos mañana en Torrespaña; ¿quieres probar tú?». Así empezó todo. Fui y Jesús Hermida me cogió.
«Yo era como una mascota. Ni siquiera me veían como un bulto sospechoso»
P.- Cuando se alude a ‘las chicas Hermida’, conviene recordar que tú eras la cuota masculina.
R.- Agustín Bravo estuvo en la etapa anterior. Como era un tío alto, guapo, simpático y agradable, emprendió su camino televisivo en solitario. Pero, continuaban ‘las chicas Hermida’, entre las que se encontraba una jovencísima Mariló Montero, que acababa de llegar de hacer televisión en Costa Rica.
P.- También estaban Nieves Herrero, Consuelo Berlanga, Irma Soriano…
R.- Los nuevos fuimos seleccionados para un programa de tarde que se llamaba A mi manera. Me quedé como el único hombre. A veces, nos teníamos que cambiar todos juntos, por falta de espacio, y yo lo hacía mirando para otro lado, porque tenía a todas estas señoras estupendas delante. Pasó durante muy poco tiempo y lo cuento como anécdota. Yo era como una mascota. Ni siquiera me veían como un bulto sospechoso. Pero, había buena hermandad y fue muy bonito.
«Hermida me echó, aunque luego se arrepintió, por decir Rodríguez San Pedro en lugar de José Luis Sampedro»
P.- Jesús Hermida, igual que María Teresa Campos, con la que también trabajaste, eran muy exigentes y con carácter. Alguna bronca te llevarías…
R.- A mí me echó en una ocasión Jesús Hermida, pero luego se arrepintió. Éramos presentadores de continuidad, para ir soltándonos. Decíamos: «a continuación, Jesús Hermida entrevistará a fulano o a mengano, no sé qué y no sé cuántos». Al terminar el programa, nos sentaba en semicírculo, se ponía en medio, y nos decía: usted, hoy ha estado brillante, o todo lo contrario. Era un examen diario. Bueno, pues resulta que yo, en vez de darle paso al profesor José Luis Sampedro, que en paz descanse y en gloria esté, presenté a Rodríguez San Pedro, un abogado nacido en el siglo XIX. Se me fue la pinza, con los nervios. Hermida me llamó al despacho y me dijo: «Me he equivocado. Usted no vale para la televisión. O se va a casa o se queda de redactor, pero para la cámara no sirve. Trabajará para sus compañeros, si quiere». No me puse a llorar de milagro y acepté el reto de escribir el guion para mis compañeros. Pasé a ser un redactor, después de haber sido durante un mes presentador. Antes de irnos de vacaciones navideñas, yo, que estaba desinhibido absolutamente, me subí a la mesa, imité a Hermida, los puse a todos a cantar y nos despedimos. A la vuelta de las Navidades, me dice: «baje al vestuario y pida una chaqueta porque esta tarde vuelve a salir». «¿Cómo?» No entendía nada. Me echa, ahora me dice que me ponga una chaqueta… Íbamos vestidos como viejos jóvenes, con chaqueta y corbata. La cosa fue la siguiente: mientras celebrábamos aquella fiestecilla entre compañeros, él estaba escondido detrás de la puerta. Y ese era el Goyo que él quería ver: sin miedo, de una manera espontánea y desinhibida. Entonces, comprobó que yo tenía alma de showman. Me envió una carta muy bonita cuando se estrenó Uno para todas, que fue el programa que me dio el éxito.
«María Teresa Campos fue una estrella de la televisión a la que se recordará siempre»
P.- ¿Qué tal te fue con María Teresa Campos?
R.- Me llevé muy bien. A María Teresa Campos mucha gente la tenía tirria, por distintos motivos. Era de armas tomar, pero siempre se llevó bien conmigo, y yo bien con ella. Siempre. Cuando me quedé sin trabajo en televisión y atravesaba por un momento raro en la radio, se enteró y me llamó personalmente para ofrecerme un papelito en una comedia que hacía con Paco Valladares. Me echó un cable. Eso no se me olvidará nunca, porque yo no se lo pedí. Siempre he defendido a María Teresa. Luego, en sus últimos años de vida profesional, hemos visto cosas que no me hubiera gustado haber visto. Se emperraba en seguir haciendo televisión hasta el final. No supo entender que la vida muchas veces nos retira. Y no pasa nada. Pero, fue una estrella, y como estrella se la recordará siempre.
P.- En el mundo de la televisión y de la radio, se pasa con bastante facilidad de actor protagonista a actor secundario. ¿Cómo se lleva eso?
R.- Nunca se me han caído los anillos. Pasé de estrella en Telecinco a ser luego actor secundario en la serie La casa de los líos, junto al grandísimo Arturo Fernández. ¡Ojo!, que en el reparto estaban Lola Herrera, Florinda Chico, Emma Ozores, Natalia Menéndez… Podría seguir. Yo era un presentador que de pronto aparecía por allí. La mujer de Arturo Fernández, ahora íntima amiga mía, se negaba a que un presentador de televisión estuviera con Arturo. Y le dijo: «Este chico no. Es un presentador de concursos que no pinta nada». «Bueno, chatina, vamos a hacerle una prueba». Me tuvo a prueba, sin yo saberlo, estando ya contratado. Fuimos muy amigos hasta su muerte.
«Me echaron de la Ser de mala manera, como a otros profesionales de mi generación»
P.- Saliste de Cadena Ser en el año 2008.
R.- Salgo mal, en el 2008. Pero, no sólo yo, sino toda una generación de profesionales. Tras la muerte de Jesús de Polanco, las cosas cambiaron mucho. Juan Luis Cebrián creo que no delegó bien. Hubo un individuo que actuó de una manera, para mí, errónea. Nosotros éramos todavía jóvenes. No había una cuestión de edadismo. No, no. Se le fue la pinza y le sobrábamos. Lo hicieron de mala manera. Fue muy traumático aquello para muchos de nosotros. Al poco tiempo de que me echaran de la Ser, me llamaron de Punto Radio para ofrecerme el magacín que iba después de Protagonistas. Me fui con mi redactora de confianza, Ana de Toro, hija del grandísimo Juan de Toro. Los dos juntitos nos hacíamos el programa, con algunos colaboradores, porque tampoco había mucho presupuesto. A los dos años, el Grupo Vocento se deshizo de Punto Radio y me vi otra vez de brazos cruzados. Por aquel entonces, yo presentaba el programa Cifras y Letras, que se emitía por Telemadrid, Canal Sur y otras televisiones autonómicas. Era feliz haciendo ese programa, pero, poco después de que cerrara Punto Radio, deciden cargarse Cifras y Letras. ¿Qué está pasando aquí? Por primera vez, en mi vida, me veo sin nada y en mitad de una crisis económica de cojones. Llamaba a puertas que me abrían, pero para decirme: ya sabes cómo está la cosa. Pero, eso sí, tú eres un fenómeno y no te faltará trabajo. Me hablaron de Gestiona Radio; fui a hablar con su dueño, un chico joven, y me dijo que allí no pagaban. «Nosotros te dejamos el espacio y lo que te saques de publicidad para ti». Llamé otra vez a Ana de Toro y nos pusimos a hacer un programa de fin de semana. En medio de este drama, apareció Ángel Expósito, con el que había coincidido en Punto Radio, y me dijo: «mira, yo voy a dirigir La Mañana de Cope y me gustaría que te vinieras conmigo». Estuve con él solo una temporada porque a la siguiente contratan a Carlos Herrera y Expósito pasó a hacer las tardes.
«Alberto Herrera ha dado un paso de gigante en un tiempo récord»
P.- A Carlos le conocías de antes. ¿Erais ya amigos?
R.- Tan amigos que fui yo quien le presenté a Mariló Montero. Como trabajaba en el programa de Jesús Hermida y los dos estábamos en la Ser, viendo la tele mientras comíamos en Casa Perico, Carlos me decía: «esta mujer me tiene loco; por favor, prepara algo para conocerla». Terelu, María Teresa y yo hicimos de Celestinas, se dieron el número de teléfono y quedaron. Pero la navarra era dura de pelar. Se casaron, tuvieron dos hijos estupendos y seguimos manteniendo la relación por ambas partes.
P.- Ahora, trabajas también con su hijo, Alberto Herrera. ¿Crees que tiene futuro en la radio?
R.- Alberto Herrera es constante, trabajador, se prepara todo muchísimo y creo que tiene un talento innato que irá desarrollando. Está en una fase de hacerse y es consciente de ello. La radio requiere tiempo, horas de vuelo, un programa, otro programa, que te pasen cosas. Alberto ha dado un salto de gigante en un tiempo récord. Al principio, le decía: «¿estás seguro de que te quieres dedicar a esto?» «Sí, sí, lo he hablado con mi padre». Aunque había estudiado otras cosas, lo llevaba dentro. Lo está demostrando. Las audiencias responden y creo que tiene un buen futuro por delante.
«Herrera ha conseguido que la radio informativa sea también de entretenimiento»
P.- Carlos Herrera siempre ha hecho una radio muy coral.
R.- Eso denota inteligencia.
P.- El entretenimiento, sin embargo, quizá no esté bien valorado. Parece que prima la información.
R.- El éxito de Carlos radica en que ha sido capaz de coger lo mejor de los mundos posibles, dentro de la comunicación radiofónica. Ha aprendido de los más grandes. Ese respeto por los maestros le ha permitido quedarse con algo de cada uno de ellos. Es una miscelánea entre la seriedad, la ironía, el sentido del humor, el saber que tienes que entretener al oyente, aunque estés hablando de temas muy delicados, el que de pronto te puedas tronchar de risa escuchando un editorial, porque lo hace más entendible y legible… Ha logrado que una radio más informativa pueda ser también de entretenimiento.
P.- En los tiempos que corren, con lo que está cayendo, ¿se agradece más el humor?
R.- Tenemos una consultora que realiza estudios cualitativos. Sientan a un grupo de personas en un hotel y les piden opinión sobre distintas partes de un programa. Nos decían que hubo un momento de hastío de la información y de Pedro Sánchez. A la gente le estaba cansando y aburriendo. Sin embargo, en los últimos meses hay una demanda de más información, incluso en tramos de entretenimiento. Fíjate cómo van cambiando las tendencias del oyente medio. Hay mayor interés ahora por saber cómo termina todo esto. Se está despertando otra vez el interés por la información pura y dura.
«En la época de La Movida, el 80% de los grupos eran malos de narices»
P.- En tu primera juventud, formaste parte de un grupo musical que se llamó Materia Prima. ¿Había realmente buena materia prima, porque tampoco duró mucho?
R.- Había buenos músicos. En la época de La Movida madrileña, el 80% de los grupos tocaban para matarlos. Eran malos de narices. A mí los instrumentos me han dado grima y no me preguntes por qué. Yo cantaba porque también era una manera de hablar, y he tenido siempre esa vena de showman. Me molaba, con 17 o 18 años, que las niñas me llamaran cantante. Materia Prima tuvo una trayectoria corta. Estuvimos tres años, grabamos un disco con mil copias numeradas y perdimos luego los derechos sobre el nombre del grupo. Lo cogieron, sin saber que habíamos existido nosotros, tres hermanos que se hicieron famosos con ese nombre de Materia Prima. Lo más que conseguimos fue ganar un premio en el Festival de Primavera de la Universidad Autónoma.
P.- ¿Cómo surgió tu afición por la gastronomía? ¿Quién te enseñó a cocinar?
R.- No me enseñó nadie. Tenía una abuela que cocinaba maravillosamente bien, porque habían tenido un bar-restaurante en Madrid durante muchos años. Cocinaba las cosas de toda la vida, pero las hacía muy bien. Entonces, yo no tenía el morro tan fino como lo he tenido después. Cuando estuve en Algeciras, Carlos Vergara, que era un señorito de Jerez con gustos muy refinados, me llevaba a restaurantes. Allí empecé a distinguir lo que era una cosa y otra, a probar vinos… En definitiva, a interesarme por la gastronomía. El salto definitivo lo di en Madrid, cuando conocí a Joaquín Merino, también conocido en los ambientes como El Príncipe. Era el decano de los críticos gastronómicos y un escritor extraordinario. Joaquín conocía todo y a todos. Había viajado por todo el mundo. A través de él, conocí a otras personas muy interesantes, como Luis Cepeda, miembro de la Real Academia de Gastronomía, que sigue siendo amigo mío. Luego, en casa, cuando me independicé, empecé a cocinar. Poco a poco, viendo, escuchando, leyendo y cocinando, he llegado a un punto en el que – sin ser nada del otro mundo – me defiendo.
«Me encuentro a gusto entre ollas y pucheros»
P.- ¿Te gusta experimentar y mezclar sabores?
R.- Pero con cosas que tengo en casa. No se me ocurre tirar de una fruta tropical que sólo se da en el sudeste asiático o en las selvas del Amazonas. O de unas bayas y especias que no encuentras aquí normalmente. Con el recetario español hago alguna innovación, pero sin volverme loco.
P.- ¿Cuál es tu plato favorito o el que mejor te queda?
R.- (Risas) Un buen plato de jamón y con eso no fallas.
P.- Algo que requiera más elaboración…
R.- Me he especializado en guisos. Lo que me gusta son las ollas, los pucheros. Es donde me encuentro a gusto. Lo último que subí a Instagram fue unos fideos con sepia y carabineros. También se pueden hacer con gambones, langostinos o gambas. El truco está, como en muchos arroces, en el sofrito. Hay que cocinar sin prisas. Las cosas quedan ricas cuando se hacen despacio.
«Soy ateo, políticamente hablando, y no creo en casi nadie»
P.- ¿Compites con Carlos Herrera en esta materia, porque también el presume de ser buen cocinilla?
R.- El otro día hice pavo al curry. Eso no lo comería Herrera. A él no le gusta la cocina oriental o exótica. Le digo: «lo que te estás perdiendo, tío». La cocina tailandesa es extraordinaria y la cocina china tiene cosas que a él le volverían loco. Eso sí, la cocina española se la trabaja como pocos y cocina muy bien. No se tira el rollo. Tiene una mano que alucinas.
P.- ¿Te interesa la política?
R.- Nada. Tengo desafección política. Soy un descreído. He llegado a un punto en el que ni siquiera soy agnóstico. Soy un ateo, políticamente hablando. No creo ya en casi nadie y conozco a políticos honradísimos. Algunos, amigos míos, a los que tengo un gran aprecio. Pero, el conjunto, lo que llamamos clase política, me ha desencantado absolutamente. Presencio esos encuentros y desencuentros en el Congreso y digo: pero, ¿qué es esto?, ¿qué hace esta gente con el y tú más, con el insulto? Desquiciados, absolutamente fuera de sí. Me da la sensación de que lo hacen a espaldas de los votantes. La lucha por el poder los ha convertido en seres deleznables para el resto. Ahora lo de Cristóbal Montoro… Pero, ¿dónde vas, Drácula?, que eres un Drácula.
«Hacienda tiene que hacer inspecciones, pero de una manera razonable»
P.- ¿También te tocó alguna inspección de Hacienda en los tiempos de Montoro?
R.- Artistas, periodistas… Le dio por ahí y ha dejado a muchos en el camino. Hacienda tiene que hacer su trabajo y sus inspecciones, y tienes que responder si has hecho algo mal, pero vamos a hacerlo de una manera razonable. Lo que no puede ser es la persecución. Eso no.
«Yo no me voy a jubilar. Me van a tener que aguantar hasta que sea muy viejecito»
P.- ¿Te arrepientes de no haber hecho algo que deberías haber hecho?
R.- La pintura no es mi principal actividad, pero me gustaría que lo fuese. Es algo muy íntimo, igual que la escritura. A mi hijo Mateo le dejo claro cada día lo que conlleva nuestra profesión. Lo compleja e incómoda que puede llegar a ser. Lo injusta e ingrata que es a veces. Y, también, lo maravillosa que es. Pero, yo no me voy a jubilar. Me van a tener que aguantar – no sé dónde ni cómo – hasta que sea un señor muy viejecito. Ya se me ocurrirá hacer algo.
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