María Eugenia Yagüe: «La bronca da espectadores, pero se pierden de calidad»
Veterana de la crónica social, lamenta que algunos compañeros hablen o escriban de temas que desconocen
Nos vemos una hora antes de que Isabel Preysler presente su libro de memorias en un lujoso hotel madrileño. Es una de esas citas ineludibles, pero le queda margen para repasar su intensa y dilatada trayectoria profesional en Fuera de micrófono. María Eugenia Yagüe empezó a estudiar Filosofía y Letras en Oviedo, hasta que llegó a Madrid y se dejó cautivar por el mundo del periodismo.
Recuerda en esta entrevista sus crónicas de sucesos en El Caso —semanario editado por Eugenio Suárez—, cubriendo las ausencias de la mítica Margarita Landi. «Ella se dedicaba a recorrer España, de crimen en crimen, y el hueco que dejaba Margarita en Madrid me lo encargaban a mí. Fue una etapa maravillosa en mi vida profesional».
La periodista ovetense lamenta que los famosos de ahora lo sean por publicar fotos de lo que comen o por el bolso que acaban de estrenar, pagado por la firma que los diseña. No le gustan las broncas que se montan en los platós de televisión, ni que algunos compañeros copien, sin citar la procedencia, lo que escriben otros o hablen de un tema sin conocerlo. «Me llevé mal con Jesús Mariñas durante años —dice—, pero era un gran periodista. Un adversario de altura. No un pobre diablo».
Alejada de las redes sociales —«no quiero hacer una foto de la paella para que sepan lo que como»—, reivindica la crónica social de Francisco Umbral o Carmen Rico Godoy y subraya el mérito de Belén Esteban, por ser tan auténtica y campechana: «más que la princesa del pueblo, es la cenicienta». También presume de haber entrevistado en París al Ayatollah Khomeini, cuando era el líder de la revolución iraní en el exilio, de su libro sobre la duquesa de Alba, Cayetana, y de haber conocido a Melina Mercuri y a Dolores Ibárruri, La Pasionaria.
Respecto a la Monarquía, tiene dos cosas muy claras: el rey emérito, Juan Carlos I, tendría que estar ya en España, y su nieta Leonor haber ido a la Universidad antes de hacer «tres servicios militares».
PREGUNTA.- Estudiaste Filosofía y Letras en Oviedo. ¿Por qué te hiciste luego periodista?
RESPUESTA.- No terminé la carrera, porque siempre estaba con novios y esas cosas. Vine a Madrid, donde tenía amigos asturianos en el mundo del cine, y ellos me introdujeron en una revista que se llamaba Cine en 7 días, propiedad de Eugenio Suárez, también editor de El Caso.
P.- Y paisano tuyo…
R.- Sí. Editaba El Caso y Sábado Gráfico, que fueron mi escuela de periodismo. Sobre todo, la crónica de sucesos. Ahí no cabe el corta y pega. No cabe inventarse nada. Es ir a los sitios, mirar la papelera del presunto asesino, preguntar a los porteros, buscarte una fuente en la Guardia Civil… No solamente no reniego, sino que estoy muy orgullosa de haber colaborado en El Caso.
«Tuve que pedir prestado un vestido para ir a la primera recepción del rey Juan Carlos»
P.- Allí conocerías a Margarita Landi, pionera en el género.
R.- Fui su sustituta. Margarita era una grandísima periodista. Había superado un cáncer y tuvo un amante sacerdote que se largó a Centroamérica. Entonces, ella se dedicó, en cuerpo y alma, al mundo de los sucesos. Como no tenía pareja, ni mejor cosa que hacer, se pasaba el tiempo recorriendo España de crimen en crimen, y el hueco que dejaba su ausencia me lo encargaban a mí. Fue una etapa maravillosa en mi vida profesional.
P.- ¿El salto a la crónica de sociedad se produjo al incorporarte al Grupo Zeta?
R.- Fue un encargo de Antonio Asensio, en persona. Un gran editor, al que también recuerdo con mucho agradecimiento, porque ya no existen editores como él. Ahora, son empresarios, como los que compran los clubes de fútbol. Solo les importa lo que se venda. No entran en el contenido. No tienen una vena periodística. Antonio Asensio la tenía. Fue, en mi opinión, un gran editor y una gran persona. Entonces, cuando fundó la revista Panorama, me encargó a mí hacer la crónica social. Me estrené con una recepción de las que hacía el rey Juan Carlos el día de su santo, en los Jardines de Sabatini, detrás de La Almudena. Tuve que pedir prestado un vestido, cosa que no he vuelto a hacer en mi vida. Yo creo que había 2.000 personas. No sé cómo me salía aquello, pero me salía.
P.- Has escrito libros sobre Don Juan Carlos, Santiago Carrillo, la duquesa de Alba, los Grimaldi y los duques de Medinaceli.
R.- La biografía del rey Juan Carlos la escribí en ocho días. Me la encargó Eugenio Suárez cuando murió Franco. Y la hice con ayuda de la documentación que encontré sobre él. Entonces, no había Google. Supongo que salió correcta, con lo que se contaba entonces. Nada de la otra cara del Rey.
«La duquesa de Alba era muy graciosa; tenía sentido del humor»
P.- ¿La biografía de Santiago Carrillo?
R.- La de Santiago Carrillo me hizo ilusión, porque yo era entonces roja perdida y Carrillo un mito del exilio. Lo conocí en París en unas circunstancias excepcionales para mí. Me lo presentó mi amigo Ramón Chao, grandísimo periodista gallego que escribía en Le Monde y en El País. Yo acababa de hacer, como enviada especial, la Marcha Verde en el Sáhara, y había conocido a muchos militares españoles. Los izquierdosos de entonces teníamos la idea preconcebida de que el Ejército español era muy franquista. Pues, no. Conocí en el Sáhara a militares absolutamente profesionales, educados y amables. Gente maravillosa que lamentaba que el régimen de Franco no les tratara como se merecían. Se lo conté a Santiago Carrillo y le interesó muchísimo saber que había un ejército con el que se podría dialogar como hizo después, bajo cuerda, con el general Manuel Gutiérrez Mellado y otros militares partidarios de la transición hacia la democracia.
P.- ¿La duquesa de Alba, Cayetana, ha sido un personaje irrepetible?
R.- Ya no hay gente como ella. Quedan tres o cuatro con esa categoría, con ese carisma, con esa cultura, y con esa mala uva, que afortunadamente ella tenía. Quedan Nati Abascal, Sonsoles Díaz de Rivera, Tomás Terry y poco más. Cayetana era una persona con cultura, con vida, lista.
«Los famosos de ahora lo son porque hacen fotos de lo que comen y del bolso que llevan»
P.- ¿Libre?
R.- Era libre, aunque guardaba las formas. No como ahora. Era refinada, pero también espontánea. Te podía echar un rapapolvo, pero era lista con la prensa y te daba siempre titulares. Además, tenía una historia detrás. Te sentabas a escucharla y te hablaba de sus pretendientes. Cuando estaba de luna de miel en Nueva York con el duque de Alba (Luis Martínez de Irujo), le tiró los tejos Aly Khan, que luego se casó con Rita Hayworth. Yo le dije: «Cayetana, pero si era el tío más guapo y más rico del mundo; ¿cómo no le hiciste caso y te escapaste con él?». Dice: «Porque estaba casada y me pasaba todo el día con mi marido». Era muy graciosa, tenía sentido del humor.
P.- La crónica rosa ha cambiado mucho y los famosos de ahora tienen poco que ver con los de antes. Ángel Antonio Herrera utiliza el término de «famosos de garrafón».
R.- Ángel Antonio es un excelente cronista. Los famosos de ahora son famosos porque hacen fotos de lo que comen, del bolso que llevan —que encima se lo paga la marca de bolsos—, tienen alguna desgracia o cometen algún delito. Si te cogen con drogas y vas a la cárcel, a la salida ya tienes asegurado un asiento en un plató de televisión. Lo que le pasó a Jimmy Giménez-Arnau, cuando le cogieron en la calle Alberto Alcocer (Madrid) con algo de droga… También cotizan mucho las enfermedades. Hay mucho victimismo: los cuernos que te pone tu marido, etc. En fin, cosas que antes se consideraban de mal gusto en la sociedad. Había otro tipo de episodios más glamurosos, más llamativos, de amor, de infidelidades. He estado leyendo un resumen del libro de Isabel Preysler y es una delicia.
«La gente escribe de temas que no ha visto ni ha vivido de cerca»
P.- ¿Quién se lo ha escrito?
R.- Oficialmente, no se ha desvelado, pero parece ser que es una periodista amiga suya. Hoy día los llamados «negros literarios», entre comillas, ya no se ocultan porque, claro, escribir un libro es complicado. Así que lo dictas, una persona lo redacta, y no tiene importancia.

P.- Como género periodístico, la crónica social no ha gozado de mucho prestigio. Sin embargo, ha tenido ilustres maestros, como Paco Umbral o Alfonso Sánchez.
R.- Gente que escribía de maravilla. Carmen Rico Godoy era maravillosa. Carmen Rigalt, esplendida. O Ángel Antonio Herrera, buenísimo, excelente. Escribe de maravilla. En Interviú estaba Luis Cantero, que también lo hacía muy bien. Tico Medina hacía más entrevistas que crónica de sociedad, pero tenía un estilo que hoy está en vía de extinción. Yale y Amilibia también hacían crónica social en televisión y en Pueblo. El periódico Pueblo fue una gran cantera de excelentes periodistas. Buenísimos. A toda esa gente se la echa hoy de menos. Ahora, la gente escribe de temas que no ha visto, ni los ha vivido de cerca. Ya no se descuelgan teléfonos para preguntar.
«Me siento rara entre chavales de veintitantos años que hacen el photocall»
P.- ¿Tampoco se va a los sitios donde está la noticia?
R.- Por supuesto que no. Yo sigo yendo y me siento rara entre chavales de veintitantos años que hacen los llamados corrillos, el photocall. Esos por lo menos van, pero no te creas que están muy enterados. Preguntan cosas para salir del paso y hacer un poco de ruido. ¿Estás embarazada?, ¿lo dejaste con tu novio?… En fin, no se rasca nada en el perfil del personaje.
P.- Coincidimos en el semanario Tribuna de Actualidad, que dirigía Julián Lago. Recuerdo que Julián me dijo en una ocasión que llevaba cerca de 30 años en el periodismo escrito, pero que hasta que no salió en la tele (Telecinco) nadie le conocía. ¿Cómo has vivido tú esa experiencia?
R.- Estoy de paso en la tele. Nunca fue lo mío. Y pocas veces he encontrado un programa en el que estuviera a gusto. El año pasado y el anterior estuve en el programa Mañaneros de TVE, que ahora es otra cosa. Hacíamos una crónica social divertida y con nivel. Sí, es verdad que si apareces en la tele te reconocen luego en los sitios. El otro día, que había overbooking en Iberia, nos colaron a una compañera y a mí porque nos conocían de la tele. ¡Qué horror! Para eso sirve salir en la pequeña pantalla. Pero, tampoco ahora hay crónica de sociedad en la tele como es debido. Los platós son griterío, algarabía, hablar todos a la vez, decir palabras fuertes y malsonantes…
«Belén Esteban no es la princesa del pueblo, sino la cenicienta»
P.- ¿La aparición de Belén Esteban marca un antes y un después en los programas del corazón?
R.- Los precursores fueron Javier Sardà, con Crónicas marcianas, y el programa Tómbola. Antes hablábamos de Yale y Amilibia, que hacían un programa de televisión divertido y de crónica social. Luego, Canal+, también hizo un programa de sociedad donde estaba, si no recuerdo mal, Máximo Pradera o Boris Izaguirre, cronista de sociedad un poco buenista. Tómbola fue el precursor de Sálvame. Sálvame hizo historia durante años, hasta que convirtió a los contertulios en personajes, con guerras entre ellos fabricadas por los propios guionistas del programa. Eso ya era otra cosa y se acabó.
P.- ¿Se impone el famoso sin oficio ni beneficio y el todo vale para conseguir audiencia?
R.- La audiencia tiene un lado morboso. Aunque le produzca rechazo ese tipo de gente —sin oficio ni beneficio—, que dice barbaridades, insulta o revela cosas tremendas de su vida privada, al mismo tiempo le despierta interés. También se ha visto que esos programas pierden audiencia cuando se pasan de la raya, como ocurrió con Sálvame.
P.- Está claro que la bronca genera audiencia.
— Da espectadores, pero se pierde audiencia de calidad. Recuerdo que una marquesa conocidísima me dijo una vez, en El Rastrillo que organizan las señoras de la alta sociedad para ayudar a los niños de Nuevo Futuro, que daría cualquier cosa por conocer a Belén Esteban. Le dije: «me sorprendes». Belén Esteban es un personaje un poco especial dentro de ese mundo. Al ser aparentemente auténtica, cae mejor que otros. Ella ha superado haber sido pareja de Jesulín de Ubrique y se ha reinventado. Tiene su propio perfil. Hay gente a la que le gusta esa campechanía de barrio. Es sincera y distinta a otros. No tenía oficio ni beneficio, pero haber sido pareja de un torero y haberle dado luego una patada para salir de esa familia, la convirtió en una especie de cenicienta. Más que la princesa del pueblo, Belén Esteban es la cenicienta del pueblo.
«Creo que al rey Juan Carlos lo educaron en la impunidad»
P.- ¿Quién es para ti el personaje más atractivo e interesante que has conocido?
R.- Es difícil elegir. He hecho entrevistas a gente muy interesante, como el Ayatollah Khomeini, cuando era el líder de la revolución iraní en el exilio. Yo tenía un marido periodista sueco, muy respetado y reputado, y me abrió las puertas a muchos personajes de diferentes ámbitos. Recuerdo que Khomeini no levantó los ojos del suelo durante la entrevista, porque yo era mujer y ellos las repudian hasta para hablar. Me encantó Melina Mercuri, actriz maravillosa y ministra de Cultura en Grecia. También me gustó mucho conocer a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, a la que mi madre odiaba, claro, porque habían asesinado a mi abuelo en la Guerra Civil. La Pasionaria era una mujer muy interesante, como lo eran Santiago Carrillo y Cayetana de Alba.
P.- ¿También has conocido al rey Juan Carlos?
R.- Lo he tratado por encima. Me hubiera encantado conocerlo mejor.
P.- ¿Crees que debería volver ya a España?
R.- Claro que sí. El balance de su reinado, como jefe del Estado, ha sido muy positivo. Situó a España en el mapa y se hizo respetar en el mundo entero. Luego, su vida sentimental, esa vida paralela que ha tenido en su matrimonio, me importa menos. Son más importante los posibles delitos económicos y los errores que ha cometido con su fortuna no declarada. Creo que lo educaron en esa impunidad. Seguramente, pensaba que podía hacer eso, siendo el rey. Claro que debería estar aquí. Es un señor de 87 años y este es su país. No hay que ser tan crueles. En estos días, aparece su biografía en Francia. A ver lo que nos cuenta. El presidente de la Editorial Planeta, José Crehueras, me dijo hace poco en Barcelona que el libro es interesante. A mí me encantaría que el rey Juan Carlos estuviera aquí.
«La princesa Leonor debería haber ido ya a la universidad»
P.- ¿Ayudó a mejorar durante su reinado la imagen de España?
R.- Por favor, claro que sí. Y ha hecho mucho por los empresarios españoles que viajaban con él. Hicieron negocios para ellos y para España. Además, era simpático y divertido.
P.- ¿Eres optimista o pesimista respecto al futuro de la monarquía en España? ¿Leonor será Reina?
R.- He tenido mis dudas sobre si la princesa Leonor llegará a ser Reina. Sale mucho en las revistas, pero España es un mosaico de autonomías absolutamente dispares. No veo yo a la princesa Leonor en Cataluña. Aunque sea Princesa de Gerona, ni siquiera puede disfrutar de ese título en Gerona, porque es la provincia catalana menos monárquica y más independentista. No sé si simpatizarán mucho con la reina Leonor en Cataluña y en Galicia. Tampoco me gusta cómo la están resguardando de la opinión pública. No basta con hacer unos saludos cuando visita un sitio. Falta una entrevista para que sepamos cómo es. Faltan declaraciones suyas. Antes de hacer tres servicios militares, debería haber ido a la universidad. Porque va a ir a la Universidad a los 20 o 21 años, con chicos de 18. No estamos disfrutando de la transparencia prometida. No hay una sola entrevista de la reina Letizia, ni de Leonor, ni de su hermana Sofía. Todas las futuras reinas de Europa ya han hablado. Hablan con toda naturalidad y sabemos dónde van de vacaciones o cuánto dinero les dan para gastos, como el que nos daban a nosotros los domingos. Es necesario saber en qué gastan su dinero, si ahorran… No sabemos nada que nos acerque a esos personajes. Leonor es muy mona, simpática. Me la he encontrado varias veces en Asturias. Pero no sabemos nada. A mí me han contado que en el buque Juan Sebastián Elcano se pasó los seis meses vomitando, metida en el camarote. Lo he sabido por rumores fiables, aunque nadie me lo ha confirmado. Me hubiera gustado tener certezas y no solo rumores. Es difícil, por otra parte, saber cómo acabará este país, tal como está la situación política, pero esta chica podría ser una buena reina.
«Cayetana recibía en el Palacio de Liria a Felipe González, pero también a Fraga»
P.- ¿La Monarquía es una institución valorada positivamente por los españoles?
R.- No lo sé. Sí es así, me alegro. Como decía Felipe González, no juguemos con las cosas de comer. Si no eres monárquico, piensa que es la jefatura del Estado. Si no te gusta decir rey, pues dices jefe de Estado. Porque tenemos que tener uno. Es mejor tener esto que hacer elecciones cada cinco o seis años para elegir a un presidente de la República, con la clase política que tenemos tan impresentable.
P.- En una España tan polarizada, ¿cómo influye esa división en la vida social donde te mueves?
R.- Es algo horrible. A la fiesta de un periódico ya sabes que va a ir toda la izquierda, y a la de otro periódico, toda la derecha. Hay personajes sociales interesantes que no se mezclan. Van a los actos dependiendo de quién los organice. Influye lo que está pasando. Tampoco los medios tendríamos que estar polarizados. Yo estuve trabajando en Francia dos años y medio para el Grupo Zeta, y no pasaba esto. Recuerdo que François Mitterrand y Jacques Chirac se entendieron estupendamente por el bien de Francia. Había que hacerlo. Eso no ocurre aquí, ni siquiera en la sociedad. Aunque la aristocracia es, por naturaleza, conservadora, antes Cayetana recibía a Felipe González en el Palacio de Liria y era amigo suyo. Pero también a Fraga.
«A Bárbara Rey le molestó que dijera que Ángel Cristo murió solo, pobre y malcomido»
P.- Nos quedan las fotos de Carrillo con Suárez y Fraga presentando al secretario general del Partido Comunista en el Club Siglo XXI.
R.- Yo estaba ese día en el Club Siglo XXI. Se marcharon la mitad de los asistentes y luego se borraron del Club Siglo XXI. Considero que Fraga y Carrillo, cada uno en su extremo, se juntaban por el bien de España. Porque querían que este país saliera adelante. Que ¿luego discutían en el Parlamento? Para eso está el Parlamento.
P.- Has hablado de personajes que te han impactado positivamente, pero no de los que te han decepcionado. Me estoy acordando, por ejemplo, de Bárbara Rey o Rocío Carrasco.
R.- Bárbara Rey y yo nos amigamos el otro día.
P.- ¿Rocío Carrasco?
R.- Cuando me he encontrado con ella en un plató de televisión, nos hemos dicho «hola» y «hola». Con ella nunca tuve ningún enfrentamiento, pero sí con su marido [Fidel Albiac] que llamó a TVE para pedir mi cabeza. Gracias a Dios, no se la dieron. Es un tipo que me espanta. No me gusta nada. Ha cambiado el carácter de Rocío Carrasco, hasta hacerla irreconocible. A Bárbara Rey le molestó que dijera públicamente que Ángel Cristo había muerto solo, en una caravana, pobre y malcomido. Me echó una bronca en la peluquería de Antena 3 Televisión y no pasó nada más. El otro día nos reconciliamos en televisión. El marqués de Villaverde me demandó por un reportaje en Sábado Gráfico donde decía que negociaba con un banco de sangre. Ganó él aquella demanda y me embargaron el sueldo durante meses. Su hija, Carmen Martínez Bordiu, es un personaje interesante.
«Los famosos utilizan las redes porque no saben escribir sujeto, verbo y predicado»
P.- Hace algún tiempo la gente importante quería ser portada del Hola!. ¿Es así todavía?
R.- La gente no lo dice, pero le sigue encantando. A todos les encanta salir. Lo veo cuando hago fotos en alguna fiesta.
P.- ¿Cómo están influyendo las redes sociales en la información que tú realizas? Los famosos ya no necesitan intermediarios.
R.- Utilizan las redes porque no saben escribir sujeto, verbo y predicado. Antes era un folio en una Olivetti y ahora es un ordenador… Escribir es difícil, queridos míos, internautas. Lo más simple es poner sujeto, verbo y predicado, pero algunos no llegan ni a eso. Las redes son la banalización de la información y de la escritura. Yo no tengo redes sociales. No quiero hacer una foto de la paella, para que sepan lo que como. No, no. Eso nos ha adulterado. Las redes son útiles para muchas cosas, y una perversión para otras. Se hace una exhibición un poco grosera de los sentimientos.
«Jesús Mariñas era un adversario de nivel, de altura, no un pobre diablo»
P.- ¿Es verdad que los periodistas de sociedad os lleváis fatal?
R.- Yo, más que llevarme mal, prescindo de tratar a ciertos colegas. Porque te copian lo que escribes y lo sacan después como si fuera una exclusiva propia. Un tipo de bajezas… Si hay rivalidad entre dos, que sea de altura; que sea de cierto nivel. No una cosa cutre. La gente de la que he ‘prescindido’ es poco interesante. Me llevé mal con Jesús Mariñas durante años, pero —con todos sus defectos–— era un gran periodista y un gran reportero. Le podían sus fobias y sus filias. Pero, era atrevido, tenía olfato, sabía cosas… A veces, actuaba según sus odios y sus simpatías. Al margen de eso, era un gran periodista. Estuvimos años enfadados porque no le gustó que yo hubiera ido al programa de Luis del Olmo, donde habían prescindido de él. Pero, cuando se puso enfermo, fui a verle yo sola al hospital. Me alegré muchísimo de poder darle un abrazo. Era un adversario de nivel, de altura. No un pobre diablo.
P.- ¿Hay mucho intrusismo en el mundo del corazón?
R.- Mucho intrusismo y mucha gente que no lo sabe hacer. Gente que se pone a escribir sobre cosas que no conoce, ni ha vivido.
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