El Mercedes más salvaje se digitaliza aún más y recibe la etiqueta 'eco'
Puede ser al mismo tiempo papamóvil, el coche de la novia en una boda real y con el que comenzar la invasión de un país
Muchos podrán pensar que la idea del coche más cuadrado del mundo podría venir del propietario de una cabeza cuadrada. Así es como se tilda despectivamente a los alemanes, pero nada más lejos. La idea del G-Wagen, el todoterreno de Mercedes, salió de la coronada testa de Reza Pahlavi, el Sha de Persia.
A principios de los años 70, el monarca de lo que hoy es Irán pidió a Mercedes una suerte de alfombra mágica que pudiera vadear cualquier dificultad. Los alemanes se pusieron manos a la obra y unos pocos años más tarde lanzaron, para el mercado militar, su Clase-G. Tras muchas solicitudes, lanzaron en 1979 una versión civilizada de su 4×4, con reminiscencias mecánicas de camión, tecnología probada en el campo de batalla, y los refinados detalles de sus berlinas más lujosas.
Todo cuadrado
Con sus inconfundibles líneas cuadrangulares, es tras el camión Unimog el modelo más longevo de la firma. En abril de 2023 salió de la factoría austriaca de Steyr la unidad número 500.000, y aunque es un vehículo muy reconocible y popular entre los aficionados al 4×4, no es un coche para todos. Aunque quizá lo sea para muchos más después de la renovación de arriba a abajo a la que lo han sometido los ingenieros de Mercedes.
Sin perder su espíritu aventurero, musculado y ultracapacitado para vadear dificultades, el Clase-G da un paso de gigante con su renovación. El G no es un SUV al uso, no es un vehículo urbano, ni es el que elegiría un padre de familia para ir a por los chiquillos al colegio. Es un todoterreno brutal, tan capaz de ir a hacer la compra, viajar cómodamente, como poder dar la vuelta al mundo donde no hay asfalto o el que elegiría Sylvester Stallone para iniciar una guerra con su grupo de mercenarios de película. Es uno de los TT más capaces del mercado, y ahora más.
El Geländewagen (coche todoterreno en alemán, que de ahí viene la letra que presenta a su clase) se ha sometido a cirugía mayor y aunque por fuera parezca casi igual por dentro es un coche nuevo. Su exterior apenas se ha modificado, con una revisión de la parrilla delantera, con trampillas verticales de funcionamiento activo. Los paragolpes han sido rediseñados, y se han buscado pequeñas soluciones aerodinámicas para reducir consumos, ruido y algo más de penetración. Solo el ojo entrenado podrá encontrar estas diferencias.
Su chasis sigue siendo el clásico y bien probado ‘de escalera’, con largueros y travesaños. De probada eficacia, cuenta con triple diferencial, reductora, eje trasero rígido y una suspensión delantera independiente. Donde residen los cambios de orden mayor es por dentro, y con especial incidencia en dos materias: motor y electrónica.
Sus motores tienen ahora tres opciones. Diesel de 3.0 litros y 367 caballos, un seis cilindros en línea turboalimentado de 449 CV, y el AMG, el más poderoso de todos, que equipa un V8 de 585 caballos de potencia. Si el gasoil alcanza los 0 a 100 en 5,8 segundos, este último lo hace en 4,3. La velocidad punta va de 210 a 240 km/h según modelos, y todos reciben una pequeña ayuda en forma de motor eléctrico mild hybrid. Este sistema añade dos cosas: 20 CV extra, sobre todo en impulsos iniciales, y un regalo en forma de etiqueta ECO de la DGT.
Todas las mecánicas vienen con el conocido cambio automático de nueve marchas de la firma, sin opción a un cambio manual que (casi) nadie va a echar de menos. Los consumos se han contenido de forma notable gracias a la evolución tecnica de los propulsores y la presencia del híbrido suave. Si el diesel homologa en ciclo WLTP entre 8,7 y 10 litros a los 100 según su tipo de utilización, el AMG se dispara hasta los 14,7-15,7.
Puede parecer mucho, pero es contenido de acuerdo con sus prestaciones y cubicaje. El AMG G63, el tope de gama, cuenta además con el AMG Active Ride Control, sistema de suspensión avanzada que va instalado en los deportivos más capaces de Stuttgart. La gama acabará con una sorpresa inesperada, aunque esperable: en abril llegará una versión 100% eléctrica.
Más cambios en su interior
En su interior la cosa se ha tecnificado bastante a pesar de que ya lo estaba. El siempre lujoso aunque algo espartano Clase-G en sus inicios, es ahora un prodigio tecnológico en el plano de la electrónica. El ser apto para lo más árido de la superficie terrestre no tiene por qué estar reñido con lo más avanzado, y el G lo demuestra. Aparecen dos pantallas de 10,25 pulgadas, tanto para el cuadro de instrumentos como para el sistema de infoentretenimiento. Mercedes ha instalado su interfaz MBUX, con la que se puede controlar todo lo relacionado con la multimedia, entretenimiento y navegación. El volante multifunción es el de última generación de la marca y que puede verse en sus últimos modelos.
Una de las funcionalidades más llamativas es lo que en Mercedes denominan ‘capó transparente’. Las cámaras delanteras ofrecen una imagen de alta definición al conductor, que hace desaparecer el capó, y puede ver el espacio cercano que suele dejar oculto esta parte de la fisonomía de un coche. Podría parecer un brindis al sol, pero es muy útil en situaciones off-road. Con un coche de este fuste y tipo de uso es mejor poder ver si hay un pedrusco, un agujero, o alguna dificultad justo delante.
Hay más gadgets y soluciones, como el acceso y arranque sin llave, o un sistema de sonido Burmester equipado con la tecnología Dolby Atmos. Siempre será útil contar con el asistente activo de parada de emergencia, el control de crucero con limitador de velocidad basado en la ruta o el asistente activo de dirección que equipa.
Línea de personalización extra
Los acabados son de primera clase y, si las posibilidades de personalización del catálogo fueran pocas, Mercedes deja en manos de su departamento Manufaktur un salto que va más allá a la hora de hacer mejor lo que ya era superior. Puede que haya SUV más lujosos que este, pero ninguno con verdaderas capacidades de todoterreno con estos niveles de acabado.
El hueso, lógico por lo que se obtiene a cambio, está en el precio. Si alguien quiere llevarse los 4,82 metros de Mercedes —4,87 en el AMG— tendrá que aflojar 122.808 euros en la versión de acceso (precio en Alemania). Ahí y hasta el tope de gama, el Clase-G será una de las mejores opciones para trepar por la montaña de billetes necesaria para pagarlo, que crecerá en razón del grado de personalización y opciones. A cambio, se llevará a casa uno de los pocos coches del mercado que puede ser al mismo tiempo papamóvil, coche de la novia en una boda real, ir de montería con el presidente de un banco, y con el que se puede comenzar la invasión de un país. Todo esto no lo tiene casi nadie, solo el Clase-G.