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El Alfa Romeo Junior Veloce crea una nueva clase: SUV eléctricos para ciudad y circuito

El modelo lleva vendidas más de 300 unidades desde que se presentó sin haber puesto ni uno en un concesionario

El Alfa Romeo Junior Veloce crea una nueva clase: SUV eléctricos para ciudad y circuito

Alfa Romeo Junior Veloce.

Engaña. El Alfa Romeo Junior Veloce miente, porque no es lo que parece, sino algo muy distinto. Pasa por un SUV compacto para el uso urbano y, sin embargo, es un verdadero Alfa Romeo, con un estilo de conducción que brilla y remite al de sus mejores diseños deportivos.

Al Veloce le ocurre un poco como a los BMW de la serie M. Por fuera, apenas hay diferencias, pero si se levantan y se les miran los bajos, en los de la exclusiva familia deportiva, se observan diferencias mecánicas notables. Suspensiones, brazos de dirección, escapes, lo relacionado con la aerodinámica e incluso los materiales cambian y, con ello, su comportamiento.

Gracias a un concepto mecánico muy revisado, el Alfa Romeo más pequeño de todos, aspira a ser tildado del más deportivo y de mejor comportamiento dinámico de todos. Si el Giulia es un referente en esta asignatura, el Junior Veloce le levanta la voz y en muchos aspectos casi le consigue dar caza.

Con 4,17 metros y propulsión eléctrica, es el coche perfecto para una familia en la que cohabite en el garaje con otro más grande, y este ocupe el espacio de un vehículo urbano de uso diario y altas prestaciones. Aunque comparta la plataforma E-CMP con vehículos como el Opel Mokka, Peugeot 2008, Fiat 600 o Jeep Avenger, es muy distinto, y la clave es su respuesta una vez puesto en marcha.

El resultado en movimiento no se parece a ninguno de sus hermanos, y según muchos, su satisfacción al volante es solo igualada entre los eléctricos por el Porsche Taycan. Es sin duda uno de los mejores Alfas de las últimas décadas (que lleva vendidos más de 300 unidades, en periodo veraniego, y sin poner ni uno solo en un concesionario).

¿Y cómo se consigue esto? Pues aplicando técnicas ya conocidas, pero propias de coches de muy altas prestaciones o directamente de la competición. Para empezar, sus neumáticos no son los consabidos Pirelli, sino Michelin, y de muy bajo perfil. Montados sobre llantas de 20 pulgadas permiten aplicar la potencia al suelo con mayor eficiencia.

Se ha bajado la altura 25 milímetros con respecto a la que se observa en las otras versiones de este mismo modelo, o sus amortiguadores van conectados por unas barras estabilizadoras específicas. No solo eso, sino que sus ruedas no se posan de forma exactamente vertical sobre el suelo, sino que adquieren la llamada caída. Es algo propio de coches de carreras, y que consiste en dar cierta abertura a lo ancho de la parte inferior de las ruedas, y cerrazón en la superior.

Cuando el vehículo se lleva al extremo y a cuenta de las fuerzas y torsiones, adquieren el ángulo óptimo de agarre a pesar de que partan de una posición ligeramente oblicua. Todo ello arroja una enorme calidad de rodadura, firme pero no incómoda, y que ofrece un cierto grado de confort en asfaltos irregulares. El Veloce no salta cuando se topa con baches, sino que pasa por encima como si fuera un vehículo más grande.

Otra de las claves, muy importante, es el diferencial autoblocante de deslizamiento variable tipo Torsen de desarrollo propio dispuesto en el tren delantero. Este tipo de vehículo, alto, pesado, y corto, tiende a seguir recto en las curvas y, sin embargo, el Veloce se mete en ellas con una agilidad pocas veces vista. El pequeño Alfa sigue las órdenes del conductor como si la mente y las ruedas estuvieran conectadas por Bluetooth. La respuesta es instantánea y sin pérdida alguna de tracción o control.

Entre ruedas y transmisión también se han diseñado unas suspensiones específicas para este modelo. Y para rematar la faena, y puesto que la idea era transmitir las mejores sensaciones posibles al conductor, se ha equipado al modelo de unos frenos muy especiales.

Modos de conducción

Todos los coches eléctricos disponen de complejos sistemas de regeneración energética en la frenada. Cuando el vehículo retiene, esa energía cinética se recupera y vuelve a las baterías en forma de watios. Aunque se reduce la velocidad, en realidad no se está frenando. Los frenos son otra cosa, y aportan un tacto distinto, más directo y sensitivo ante lo esponjoso y carente de modulación del freno regenerativo.

Alfa Romeo ha tirado por la vía expeditiva para proveer de un poder de detención contundente a su benjamín. Si los frenos delanteros de un Fórmula 1 son de 320 mm, los Brembo de cuatro pistones del Veloce miden 380. En el Modo Eficiencia, la frenada es la propia de un eléctrico al uso, con mucha regeneración; en el Modo Natural, hay un equilibrio entre recuperación y deceleración mecánica, pero todo cambia en el Modo Dinámico. Cuando se selecciona esta suerte de modo deportivo, cada vez que el piloto de este B-SUB pisa el freno, no hay regeneración alguna, y es como si un ancla como la de un portaaviones cayese sobre el asfalto. La consecuencia obvia es que el coche se detiene como si Tom Cruise hubiera recogido el gancho de parada en un portaaviones.

Si eso es a la hora de decelerar, a la hora de arrancar, adquiere velocidad como una MotoGP, con unos espectaculares 5,9 segundos. Cuando se presentó el Junior, en sus versiones híbridas y eléctricas, la promesa era que esta versión llegaría unas semanas más tarde con 240 caballos. La sorpresa es que acabaron siendo 280, y hay una pequeña razón: el único SUV eléctrico de unas cotas afines y con el que compite, el Volvo EX30, desarrolla 272. Cuestión de marketing, y marcar el territorio, que soy un Alfa Romeo.

Ligereza única en el mercado

Con esa potencia, y menos de 1.600 kilos —doscientos menos que la media de la categoría—, el conjunto es un coche mediano-pequeño, que haría sonreír al petrolhead más agarrado, y cumpliría con el 90 % de las funciones del uso habitual. Es más: no hay nada parecido en el mundo del combustible, si acaso, la versión híbrida de este mismo modelo, que cuenta con un propulsor tricilíndrico de 136 caballos, menos de la mitad de potencia.

El Alfa Romeo Junior Veloce ha sabido aglutinar la esencia de la marca, y sería capaz de convencer a los alfistas más exigentes. Pocos hijos del trébol son capaces de comportarse así desde hace décadas, y si la marca juró que su primer modelo eléctrico sería capaz de representar su alma, han cumplido de sobra.

Pero también hay alguna pega. La autonomía del coche es algo justa, con 410 kilómetros en condiciones óptimas, que sí podría alcanzar en ciudad; no tanto en su uso por autovías, que podría rondar los 300. Si el trayecto diario del europeo medio es de unos 40 kilómetros, su batería de 54 kW da para algo más de una semana, pero siempre habrá quien necesite más.

El otro es el precio. Los 47.500 euros (unos 40.000 con ayudas) que piden por él es un precio un poco alto por un coche tan pequeño, aunque lo que se obtiene no se recibe con casi ningún otro modelo disponible en el mercado. Esos frenos de carreras, los acabados de coche prémium con piel acabada en Alcántara, o los asientos diseñados de manera específica por la firma Sabelt —la misma que hace los cinturones de seguridad de los Red Bull o Ferrari de F1— hay que pagarlos.

Marcando el camino a otros

El Veloce no se conduce, sino que se pilota, y ha creado una clase propia; SUV pequeños, eléctricos y superdeportivos, para una clientela selecta, que quiera ir con lo medioambiental, pero sin perder lo emocional. El que se compre uno, tendrá un verdadero Alfa Romeo aparcado a las puertas de casa.

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